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El rey don Juan Carlos, el 'oso' hibernado
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OPINIÓN

El rey don Juan Carlos, el 'oso' hibernado

Hay que reconocerle a don Juan Carlos una fortaleza fuera de serie. Pocos octogenarios han paseado con tanto vigor por el mundo una carga tan pesada

Foto: El rey Juan Carlos, en una imagen de archivo. (EFE)
El rey Juan Carlos, en una imagen de archivo. (EFE)

Hay que reconocerle a don Juan Carlos una fortaleza fuera de serie. Pocos octogenarios han paseado con tanto vigor por el mundo una carga tan pesada. Desde que Gobierno y Zarzuela forzaron su salida de España este verano, el Rey emérito ha aguantado un alud de indignación popular y de críticas -la mayoría, fundadas- por sus errores -como mínimo- y por el injustificado tren de vida de sus largos últimos años. Ha admitido de manera tácita -primero en silencio y luego a través de un comunicado de regularización- un pecado fiscal. Ha permanecido impasible ante las noticias que han extendido una enorme sombra de presunta corrupción sobre su cabeza. Y hasta se ha atrevido, pese a todo ello, a intentar -en vano- un regreso a España por Navidad...

Sin embargo, esa piel de rinoceronte no se compadece en absoluto con su extrema sensibilidad en lo que atañe a las noticias sobre su salud. Y no es cosa de ahora. Pudimos comprobarlo de una manera muy particular hace 10 años, cuando, furioso por el tratamiento mediático a una de sus repetidas operaciones traumatológicas, espetó a los periodistas en Zarzuela: “¡Lo que os gusta es matarme y ponerme un pino en la tripa!”. Una frase, aquella, de la que sus interlocutores aún no se han recuperado.

Desde que se refugió en Abu Dabi, en agosto, el tsunami contra el emérito no paró de crecer, pero no fue hasta diciembre cuando don Juan Carlos juzgó conveniente desmentir a través de sus amigos al periódico catalanista 'Ara' y promover al tiempo un desmentido oficial de Zarzuela, acerca de su pretendido contagio por coronavirus.

placeholder El rey Juan Carlos, recibiendo el alta de una de sus últimas operaciones. (EFE)
El rey Juan Carlos, recibiendo el alta de una de sus últimas operaciones. (EFE)

Lo ocurrido esta semana a cuenta de otro recurrente e infundado rumor sobre la mala salud de hierro del viejo Rey también ha hecho mover ficha a la propia Casa Real. Desmentir a la periodista Pilar Eyre se antojaba al parecer especialmente urgente, dado que ella fue de las pocas que acertó al apostar por que don Juan Carlos no volvería a España por Navidad.

Pero la novedad, esta vez, es que el emérito no estaba enfadado como otras veces. Y este no es un detalle menor. Su conversación telefónica con el columnista Raúl del Pozo nos devolvió esa otra imagen perdida del regio 'campechano': "Desmiéntelo. Di que estoy como un oso...”. La imagen filtrada el día anterior, más delgado y con un aspecto físico infinitamente mejor que el que lucía meses atrás en España, no hacía sino atestiguarlo y hacer olvidar aquella foto robada de hace solo un mes, avanzando tambaleante por el pantalán y sujetado en soledad por sus dos escoltas. El 'oso' aparecía ahora agasajado por sus reales anfitriones en su 'lodge' de lujo, en el que, con salud o sin ella -pero más si en efecto goza de su aparente buena salud- se ve condenado a "aburrirse" (según 'Ok Diario') y a hibernar.

placeholder El rey Juan Carlos en una imagen de archivo. (EFE)
El rey Juan Carlos en una imagen de archivo. (EFE)

Tratándose del padre del monarca, está claro -y está bien- que con la vida y la muerte no se juega. Ayer las últimas noticias ('El Confidencial Digital') le atribuían haber recibido ya en Abu Dabi la vacuna china contra el virus. Habrá que ver si llegan o no más desmentidos pero, de momento, y con la que cae en España con los retrasos de la inmunidad prometida a la población, tampoco esto le facilita la vuelta a España.

Hay que reconocerle a don Juan Carlos una fortaleza fuera de serie. Pocos octogenarios han paseado con tanto vigor por el mundo una carga tan pesada. Desde que Gobierno y Zarzuela forzaron su salida de España este verano, el Rey emérito ha aguantado un alud de indignación popular y de críticas -la mayoría, fundadas- por sus errores -como mínimo- y por el injustificado tren de vida de sus largos últimos años. Ha admitido de manera tácita -primero en silencio y luego a través de un comunicado de regularización- un pecado fiscal. Ha permanecido impasible ante las noticias que han extendido una enorme sombra de presunta corrupción sobre su cabeza. Y hasta se ha atrevido, pese a todo ello, a intentar -en vano- un regreso a España por Navidad...

Sin embargo, esa piel de rinoceronte no se compadece en absoluto con su extrema sensibilidad en lo que atañe a las noticias sobre su salud. Y no es cosa de ahora. Pudimos comprobarlo de una manera muy particular hace 10 años, cuando, furioso por el tratamiento mediático a una de sus repetidas operaciones traumatológicas, espetó a los periodistas en Zarzuela: “¡Lo que os gusta es matarme y ponerme un pino en la tripa!”. Una frase, aquella, de la que sus interlocutores aún no se han recuperado.

Desde que se refugió en Abu Dabi, en agosto, el tsunami contra el emérito no paró de crecer, pero no fue hasta diciembre cuando don Juan Carlos juzgó conveniente desmentir a través de sus amigos al periódico catalanista 'Ara' y promover al tiempo un desmentido oficial de Zarzuela, acerca de su pretendido contagio por coronavirus.

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