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Adiós a Constantino de Grecia, una vida plagada de exilios, triunfos y frustraciones
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FAMILIA REAL GRIEGA

Adiós a Constantino de Grecia, una vida plagada de exilios, triunfos y frustraciones

El hermano de doña Sofía es el último rey de Europa que perdió la corona y un príncipe que tiene tras de sí una existencia plagada de avatares, exilios, triunfos, fracasos y frustraciones

Foto: Constantino de Grecia, en una imagen de archivo. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
Constantino de Grecia, en una imagen de archivo. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
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Constantino de Grecia ha muerto este martes a las 82 años. Desde hacía ya unos días, el último rey de los griegos se encontraba en un estado muy grave que hacía temer este próximo y fatal desenlace. Un cuadro clínico que se desató en su casa de la capital griega al sufrir un derrame cerebral que puso a toda su familia en alerta. A sus 82 años, Constantino era el último rey de Europa que perdió la corona y un príncipe que contaba con una larga existencia plagada de avatares, exilios, triunfos, fracasos y frustraciones.

Nacido en la casa familiar de Psychico, en Atenas, en junio de 1940, su infancia quedó bruscamente interrumpida por la invasión de Grecia durante la Segunda Guerra Mundial, marchando él junto con sus padres, los príncipes herederos Pablo y Federica, y su hermana, la princesa Sofía, a un incierto exilio primero en Alejandría, en Egipto, y posteriormente en Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, durante el cual nació su hermana Irene y en el que no faltaron ni los temores ni las privaciones.

placeholder Constantino de Grecia, junto a los Reyes eméritos en una imagen de archivo.(Gtres)
Constantino de Grecia, junto a los Reyes eméritos en una imagen de archivo.(Gtres)

De regreso a Grecia, en 1946, con la restauración en el trono de su tío, el rey Jorge II, tras un plebiscito, su padre, Pablo I, recibió la corona un año más tarde en momentos de gran conmoción política en una Grecia plagada de guerrilla comunista a la que sus padres tuvieron que hacer frente con gran entereza.

Eran tiempos de reconstrucción de un país muy atrasado y destruido, que la familia se esforzó en levantar con gran empeño personal visitando todos sus parajes, consiguiendo la llegada del Plan Marshall y poniendo las bases del gran turismo internacional que pronto convirtió las islas griegas en un destino de primer orden. Fueron tiempos de trabajo, pero también de construcción de una imagen internacionalmente atractiva de la familia real en la que el joven y guapo Constantino, educado en el país en la escuela Anavrita, que seguía los postulados pedagógicos de Kurt Hahn, representaba un futuro moderno y prometedor. Una imagen fortalecida por su brillante participación en 1960 en los Juegos Olímpicos de Roma, en la que consiguió la primera medalla para el país.

placeholder El príncipe Harald, con Constantino de Grecia en 1960. (Cordon Press)
El príncipe Harald, con Constantino de Grecia en 1960. (Cordon Press)

Sin embargo, el inesperado fallecimiento de su padre, el prudente rey Pablo, en 1964, hizo recaer la Corona en este joven poco experimentado, inexperto y considerado por algunos como un tanto frívolo, a quien se acusó de estar sujeto a la fuerte influencia de su madre, la temperamental e inteligente reina Federica. Meses después, contraía matrimonio por amor y en toda la ortodoxia dinástica con la princesa Ana María de Dinamarca, hija del rey Federico IX, un gran acontecimiento que reunió en Atenas a lo mejor del Gotha europeo, que siempre ha apoyado a la casa real griega con celo particular. Pero la ceremonia fue el canto del cisne de la monarquía griega, pues tres años después, y en vísperas de unas elecciones parlamentarias en las que se temía una victoria de las izquierdas, el ejército dio un golpe de Estado, conocido como el golpe de los coroneles, que dejó al monarca convertido en un rey marioneta. Los militares temían una posible salida de Grecia de la OTAN en momentos de grandes tensiones entre occidente y el bloque soviético, y no faltó quien vio en aquel golpe ramificaciones que llegaban hasta el propio palacio real y, según algunos, a la mismísima reina Federica.

Atrapado, tres meses después, Constantino intentó instrumentalizar un contragolpe que derribase el régimen de la dictadura militar. Un intento fallido que le obligó a abandonar el país de forma precipitada y, literalmente, con lo puesto. La compungida familia real buscó refugio en Roma, donde contó con el apoyo logístico y financiero de sus primos, el príncipe Mauricio de Hesse y el príncipe Álvaro de Orleans-Borbón, quedando el rey en un limbo, pues siendo aún monarca a título formal en su propio país, se veía imposibilitado de regresar. Una situación muy inquietante, muy inestable y de gran frustración que se cobró un grueso peaje en la pareja real, que pasó por momentos muy difíciles y bordeó la separación. Se habló de infidelidades de Constantino, Ana María marchó por un tiempo a su Dinamarca natal y solo en 1974, tras el fin de la dictadura militar y el regreso de la democracia al país, un referéndum terminó por abolir la monarquía.

Un gran golpe para el rey, que decidió afincarse en Gran Bretaña, primero en Cobham y posteriormente en Hampstead, donde la relación entre el matrimonio se recompuso y donde siempre ha podido contar con el importante arropo de la familia real británica, que nunca le ha negado ni el afecto ni la participación en sus grandes celebraciones, siendo uno de los padrinos de bautismo del actual príncipe de Gales. Apoyados por importantes armadores griegos como los Nomikos, los reyes de Grecia vivieron largos años en Inglaterra aunque manteniendo una muy estrecha vinculación con las cortes de Dinamarca y de España, donde siempre fueron bien recibidos tanto por la reina Margarita II como por el rey don Juan Carlos. Las bodas de sus hijos Pablo y Alexia, ésta última con un español, congregaron de nuevo a todo el Gotha europeo, aunque, por efecto de desgaste, la presencia de la familia real griega en España fue perdiendo fuelle con el pasar de los años.

placeholder La reina Sofía conversa con su hermano Constantino, en una imagen de archivo. (EFE)
La reina Sofía conversa con su hermano Constantino, en una imagen de archivo. (EFE)

Constantino regresó a Grecia por primera vez, y únicamente por unas horas, en 1981, para enterrar a su madre, la reina Federica, volviendo en 1993 para un viaje en el que recibió notables muestras de afecto. La acción molestó al Gobierno griego, que decidió incautar sus bienes en el país: el palacio de Tatoi con sus 16.800 hectáreas, una finca en Polydendri y el palacio de Mon Repos en la isla de Corfú. Una decisión unilateral que llevó al rey a apelar al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, que en 2000 falló parcialmente en su favor consiguiendo llegar finalmente a un acuerdo con el gobierno griego por el que recibió una compensación de 4 millones de euros a cambio de sus bienes. A partir de entonces sus viajes a Grecia fueron cada vez más frecuentes y en 2004 pudo finalmente mantener un encuentro con el entonces presidente Konstantinos Stephanoulos. En 2013 decidió abandonar definitivamente Gran Bretaña para establecerse en la localidad de Porto Helli.

Feliz en su Grecia natal, donde ahora residen y mantienen un gran compromiso personal con el país su hijo, el príncipe Nicolás, y su esposa, Tatiana Blatnik, el rey siempre se matuvo muy unido a sus hermanas la reina doña Sofía y la princesa Irene, con quienes comparte la devoción por las figuras de sus padres. Muy unido a todos sus hijos y respetado en todas las cortes de Europa, Constantino dibujaba la imagen de un rey malogrado que llegó excesivamente pronto al trono y acaso estuvo mal aconsejado; un príncipe en el que, en su día, se cifraron grandes esperanzas y que, ahora, se debate tristemente entre la vida y la muerte.

Constantino de Grecia ha muerto este martes a las 82 años. Desde hacía ya unos días, el último rey de los griegos se encontraba en un estado muy grave que hacía temer este próximo y fatal desenlace. Un cuadro clínico que se desató en su casa de la capital griega al sufrir un derrame cerebral que puso a toda su familia en alerta. A sus 82 años, Constantino era el último rey de Europa que perdió la corona y un príncipe que contaba con una larga existencia plagada de avatares, exilios, triunfos, fracasos y frustraciones.

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