Sean 'Diddy' Combs: la punta del iceberg de una cascada de denuncias que podría afectar a toda la industria
Un muro de secretos que afecta a varias estrellas podría derrumbarse cuando los federales denuncien a quienes facilitaron los supuestos delitos sexuales de Sean 'Diddy' Combs
Es casi imposible dominar el torrente de información que llega con el caso de Sean “Diddy” Combs, que fue detenido el pasado 16 de septiembre en Nueva York, acusado de liderar una red organizada de explotación sexual. Ciñéndose solo a los juzgados, la lista de denunciantes contra el magnate del hip hop incluye a algunos artistas que trabajaron en su sello discográfico -especialmente la artista de R&B Cassie, que fue pareja de Combs y habla de años de abusos-, mujeres no relacionadas con la industria -incluyendo una de 17 años a la que presuntamente violó- y un productor musical al que, también presuntamente, obligó a tener sexo con él y con varias prostitutas en un entorno de drogas ilegales.
Las redes se empezaron a llenar de imágenes en retrospectiva de cómo trataba a Justin Bieber cuando era solo un adolescente, de cómo presentadoras como Wendy Williams hacía décadas que habían advertido de su comportamiento o de comportamientos erráticos por parte del rapero. Luego llegó CNN publicando un vídeo de cómo le asestaba una tremenda paliza a Cassie captada por la cámara de seguridad de un hotel allá por 2016. Y este miércoles se anunció que otro poderoso y controvertido rapero, 50 Cents, tiene ya lista una docuserie sobre los desmanes de su archienemigo Combs y que, con los truenos que están sonando, ha sido comprada por Netflix.
Sin embargo, más allá de la especificidad del caso y de cuál será el futuro de 'Diddy' -que enfrenta una pena de entre 15 años y cadena perpetua- lo cierto es que se abre ahora una caja de Pandora en, al menos, dos direcciones. La primera es que todas esas presuntas actividades, que forman parte de un patrón de explotación y abusos, no pudieron ser realizadas en solitario. La red no es unipersonal y L.A. Times publicaba un artículo esta semana explicando, sin dar nombres, cómo asistentes, empleados y socios están potencialmente implicados en la trama. El artículo escudriña las 13 páginas presentadas por la acusación, en las que se habla de una preparación cuidadosa de encuentros sexuales multitudinarios (“freak offs” los llaman, por tener un carácter performático), un proceso de selección de los participantes y las posteriores técnicas para silenciar a las implicadas y a los implicados.
La imagen más surrealista (pero más descriptiva de la dimensión de la red) es la de un “alijo” de 1.000 botellas de lubricante y aceite para pieles de bebé hallado en la mansión del rapero. “Combs no hizo todo esto solo. Usó sus empresas y los empleados de esas empresas y otros socios cercanos para llevarlo a cabo”, dijo el fiscal del distrito Sur de Nueva York, según cita el L.A. Times. La acusación tendría docenas de víctimas y testigos, así como numerosos vídeos de los eventos que 'Diddy' y su red presuntamente organizaban y grababan no siempre con el consentimiento de los participantes. La pregunta es, ¿serán procesados también todos los implicados? ¿O acabarán colaborando con la justicia para sacar adelante un caso que, se espera, cambie para siempre la industria de la música?
Esta segunda dirección es la que apunta el New York Times, que publicó esta semana un análisis sobre cómo quizá ha llegado el momento de abrir el melón del #MeToo en el mundo de la música. ¿Será Sean Combs el equivalente musical al Harvey Weinstein que sacudió Hollywood? El periódico define la industria musical como un negocio “mayoritariamente dominado por hombres” y cita un intento de redención con el caso de Ke$ha contra su productor, Dr. Luke, por presuntamente drogarla y violarla en 2014, que sería luego desestimado por un juez.
Nombres que han estado en la picota han sido los de Ryan Adams, Marilyn Manson o, por supuesto, Michael Jackson, pero el caso que sí prosperó fue el de R. Kelly, que acabaría condenado a 30 años de cárcel por abusos a menores, tráfico sexual y crimen organizado. Sin embargo, la industria también lo vivió como un caso aislado.
Los activistas y las asociaciones de víctimas ahora esperan que aquello de la mitificación del “sexo, drogas y rock&roll” deje de implicar una cultura del abuso o que, al menos, inicie una cultura de la denuncia en una industria acostumbrada a lavar los trapos sucios en casa (o, más concretamente, a redactar contratos de confidencialidad).
Axl Rose, Jermaine Jackson...
De momento, los siguientes en la lista de denunciados son Axl Rose, de Gun N’ Roses -acusado de violar a una modelo en 1989-, y Jermaine Jackson, de los Jackson 5, acusado de violar a una mujer en 1988, ambas denuncias al amparo de la Ley de Sobrevivientes Adultos del Estado de Nueva York, que de manera excepcional y durante un año permitió a las víctimas de abusos denunciar acciones más allá del plazo de prescripción del delito, y que generó una ley homóloga en California.
El año, por cierto, ya ha pasado (la denuncia de Cassie llegó una semana antes de que se acabara el plazo), y ninguno de los juicios ha concluido, por lo que quizá lo que defina si empieza un #MeToo o no, sea la eficiencia de las autoridades competentes. No se puede olvidar que algunas de las condenas de Bill Cosby y Harvey Weinstein (aunque no todas, en su caso), acabaron en papel mojado por errores de procedimiento o por vericuetos legales por parte de sus abogados.
Es casi imposible dominar el torrente de información que llega con el caso de Sean “Diddy” Combs, que fue detenido el pasado 16 de septiembre en Nueva York, acusado de liderar una red organizada de explotación sexual. Ciñéndose solo a los juzgados, la lista de denunciantes contra el magnate del hip hop incluye a algunos artistas que trabajaron en su sello discográfico -especialmente la artista de R&B Cassie, que fue pareja de Combs y habla de años de abusos-, mujeres no relacionadas con la industria -incluyendo una de 17 años a la que presuntamente violó- y un productor musical al que, también presuntamente, obligó a tener sexo con él y con varias prostitutas en un entorno de drogas ilegales.