La transformación definitiva de Thierry Mugler
El diseñador francés que revolucionó el mundo de la moda con su visión falleció ayer domingo dejando huérfano al sector
El diseñador Thierry Mugler (Manfred en su círculo más íntimo), que falleció ayer a los 73 años en París, siempre había afirmado que diseñaba ropa que durara para siempre, como una pintura o una escultura clásica, a lo que dedicó su vida con una pasión total. No paró jamás: su perfume Angel, que sigue siendo una de las cinco fragancias más vendidas del mundo y una de esas esculturas de las que él hablaba, se mudó recientemente de Clarins a L'Oréal y la retrospectiva de su carrera 'Couturissime', que acaba de llegar al Musée des Arts Décoratifs de París en la última etapa de su gira mundial (está allí hasta abril), demostraron esa intención.
Ahora, con la impactante noticia de su muerte el domingo, no hay mejor homenaje póstumo para el diseñador que esa exposición. Ha seguido de total actualidad hasta el último de sus días. En los últimos tiempos creó espectáculos para artistas como Cirque de Soleil y Beyoncé. Y uno de sus momentos más emblemáticos de los últimos tiempos fue el vestido de 'aspecto mojado' que usó Kim Kardashian en la Met Gala en 2019. Mugler la imaginó como una antigua diosa surgiendo de las olas de Malibú, una imagen que ha marcado la vida de la influencer.
Su ropa estaba en permanente transformación, originó híbridos de otro mundo que pasaban por la mecánica, la tecnología, los humanos, animales e insectos. Transformó su cuerpo, una vez bailarín ágil (el ballet fue una de sus primeras ambiciones) y en los últimos años era una oda al músculo. Tanto su obra como su cuerpo vivieron en una permanente transformación. Este último era también para él una obra, de la que hablaba como su mayor logro.
Cumplió 73 años en diciembre, y entre sus intenciones, como declaró hace meses en un podcast al medio especialista 'Business of Fashion', quería ser “aún más radical, ser más puro, simplemente vivir en la belleza y luchar por la belleza más que nunca”. Afirmó también que no lo importaba envejecer, de hecho que le encantaba vivir el paso del tiempo "porque soy más infantil que nunca", un auténtico contraste que detectamos cuando oímos esas palabras con su voz profunda. Mugler lamentó haber pasado su vida estresado, viviendo demasiado rápido, acumulando sin parar y sin detenerse a disfrutar del tiempo.
Está claro qué tipo de mujer siempre ha atraído e inspirado a Mugler. Las vestía como superheroínas venidas de otro planeta.
En su apogeo de la moda, sus musas fueron Iman y Jerry Hall; ellas encarnaron su estética. Las fotografió cubriendo las águilas art déco en el edificio Chrysler en Nueva York, posó contra las enormes dunas de arena del Sahara y los icebergs del Ártico. Le encantaba fotografiar a acróbatas y gente del circo, con los que trabajaba después de su vida en la moda. Esa sensibilidad lo convirtió en un caso atípico. A menudo fue criticado; simplemente su mirada fue siempre por delante. Mugler abrazó la cultura queer, mostró a hombres y mujeres exactamente con la misma ropa y estaba abierto a experimentos de todo tipo.
Manfred se adelantó a su tiempo y no lo perdió. Una muestra es 'Couturissime', una prueba real de que existe una vida después de la muerte para Mugler.
El diseñador Thierry Mugler (Manfred en su círculo más íntimo), que falleció ayer a los 73 años en París, siempre había afirmado que diseñaba ropa que durara para siempre, como una pintura o una escultura clásica, a lo que dedicó su vida con una pasión total. No paró jamás: su perfume Angel, que sigue siendo una de las cinco fragancias más vendidas del mundo y una de esas esculturas de las que él hablaba, se mudó recientemente de Clarins a L'Oréal y la retrospectiva de su carrera 'Couturissime', que acaba de llegar al Musée des Arts Décoratifs de París en la última etapa de su gira mundial (está allí hasta abril), demostraron esa intención.
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