Maradona, de la gloria del fútbol al infierno personal
A mediados de los 80 empezó el tonteo del Pelusa con la cocaína, droga de la que nunca pudo separarse. Todo lo hizo a lo grande: "Un tipo rico en vivir vidas", nos dice un amigo
Hace unas semanas, justo cuando cumplió 60 años, Diego Armando Maradona andaba preocupado por su salud. Una persona de su equipo técnico dio positivo de coronavirus y el Pelusa se encerró en una habitación de su hogar en Tigre, al norte de Buenos Aires, en la que ha pasado los últimos días de su vida. Estaba asustado, con el ánimo por los suelos. A los pocos días de cumplir 60, con ese bajón anímico y anemia fuerte, ingresaba en la clínica La Plata, donde era operado de urgencia de un hematoma subdural. Ocho días después volvía a casa y prometía a los suyos que se iba a cuidar.
Su hermano Hugo se lo contaba a un amigo de hace años, Jorge Vallejo, el pizzero que atendía a Diego en Barcelona, un argentino afincado en la ciudad que este miércoles lloraba y no podía siquiera hablar por teléfono. “Hablé justo ayer con su hermano”, nos escribía por WhatsApp, “estaba nervioso, estamos mal, muy afectados”.
Hugo Maradona, que vive en Nápoles, la ciudad que convirtió a Maradona en un dios, era una de las personas que se dedicaba a informar de la salud de su hermano a los amigos que tenía repartidos por medio mundo. Amado y odiado, el 10 era ya el personaje que se zampó al hombre, un tipo que hablaba de sí mismo en tercera persona, como para alejarse de la imagen que le devolvía el espejo.
"Muchas vidas"
Qué le llevó a descender a los infiernos no lo sabrá nunca nadie. Aunque algunas de las personas que lo conocieron tienen sus opiniones. Como Pichi Alonso, quien compartió vestuario con Maradona en el Barça y no es condescendiente: “Cuando tienes la sensación de que lo has hecho todo, de que lo has conseguido todo, quizás te sientes por encima, estaba muy mal aconsejado por su entorno, no tenía quien le pusiera los pies en el suelo, así ha acabado. Ya no es un ejemplo de nada, para nadie”.
Hablamos con Alonso con motivo del cumpleaños del astro, hace casi un mes, como hicimos con otros compañeros. Francisco José 'Lobo' Carrasco, por ejemplo, amigo y admirador del argentino, nos decía algo casi premonitorio: “Diego ha sido un aventurero, un tipo rico en vivir muchas vidas”.
Vidas turbulentas, llenas de momentos locos, de desvarío, drogas, lujo, lumpen, mujeres, hijos, nietos y descontrol total. Si recorremos su biografía, veremos que las alarmas llevaban avisando años, incluso décadas.
La vida loca empezó, dicen las malas lenguas y él mismo en alguna ocasión, en Barcelona, a donde llegó en 1982. En la capital catalana probó la cocaína por primera vez y en Nápoles fue suspendido por consumo. Corría el año 1991 y su fútbol tocaba la gloria mientras él empezaba ese descenso infernal. Aquel mismo año le caía una sanción de 15 meses por dopaje, un golpe al que se le sumó la sanción por positivo en los Mundiales de Estados Unidos de 1994. Entre el 95 y el 97 volvió a Argentina, a su Boca Juniors del alma, pero un nuevo positivo lo llevó a retirarse. El declive era ahora más que evidente y Maradona entraba en caída libre.
Sobredosis
En 2000, durante unas vacaciones en Punta del Este, sufrió una crisis cardiaca provocada por una sobredosis. “Cuando llegué me hicieron pasar enseguida. Me encontré no a Maradona, me encontré a un hombre muriendo. Estaba en estado de coma, tirado en un sillón, rodeado de personas que no tenían mucha idea de lo que había que hacer”, contó Jorge Romero, el médico que le atendió.
Maradona fue trasladado a una clínica de Cuba para rehabilitarse, una lugar en el que pasó cuatro años. En La Pradera, un complejo exclusivo en la isla, el Pelusa dijo en una entrevista que se sentía “medio muerto” y clamaba entonces por seguir con vida para poder estar con sus hijos.
Sus hijos… Maradona se casó con Claudia Villafañe el 7 de noviembre de 1989 en Luna Park en una celebración que cegó a todos por la desmesura. A la boda asistieron sus hijas, Dalma y Gianinna, entonces muy pequeñas, y se retransmitió en directo en Argentina. El vestido de la novia pesaba ocho kilos y había costado 30.000 dólares. Fueron 1.200 invitados atentidos por 140 camareros, se sirvieron 400 litros de vino blanco, 500 de tinto, 900 litros de champán...
Mujeres y demandas
A los pocos años de la boda, Diego iniciaba una relación 'secreta' con la italiana Cristina Sinagra. Era su etapa napolitana y del noviazgo nació Diego, un niño al que Maradona tardó mucho en reconocer mientras Claudia, su todavía mujer, se dedicaba a mandarle una pensión cada mes. Así era su vida, todo lo llevaba al límite.
Tampoco quiso reconocer hasta que cumplió 12 años a Jana, hija de Verónica Sabalian, a quien conoció cuando era camarera en la discoteca La Diosa. Con Verónica Ojeda, otra novia argentina, tuvo a Dieguito Fernando. Y además, el 10 admitió varias veces que durante sus estancias en Cuba tuvo relaciones de las que seguramente nacieron otros tres niños. Con todas acabó peleado, con todas tuvo enfrentamientos en los tribunales.
Incluso su última novia, Rocío Oliva, 22 años más joven que él, le había denunciado por malos tratos en más de una ocasión. Él la denunció por robo y acabó detenida durante varias semanas. Hace dos años, Oliva anunció feliz que se iba a casar con Maradona, algo que él mismo se encargó de desmentir al poco tiempo, rompiendo así la supuesta magia que envolvía el noviazgo.
Carne de platós
Con sus hijos siempre ha mantenido una buena relación, sobre todo con las dos mayores, quienes lo hicieron abuelo (Gianinna es la exmujer del Kun Agüero) y quienes le felicitaban con cariño por su 60 cumpleaños. Con él vivieron sus años dorados y también con él se adentraron en la oscuridad. "Desde la cuna hasta la eternidad", escribió Gianinna por su aniversario. "Mi gran ejemplo", añadía Dalma.
Y eso que durante años, sus vidas han sido expuestas al público en platós de televisión, donde todas y cada una de las mujeres que han pasado por la vida de Maradona han contado cualquier detalle que pudiera alimentar el hambre de carnaza.
¿Cómo evitarlo? ¿Quién no se había quedado hipnotizado viendo a Maradona haciendo el loco en algún vídeo? Seguía siendo viral, pese a la edad y el descontrol. Y eso que había trabajado duro para intentar estar sano. Contábamos que había estado en Cuba internado cuatro años, tiempo en el que afianzó su amistad íntima con Fidel Castro, de quien siempre defendió sus políticas. Apasionado en todo lo que hacía, acaso demasiado, nunca se bajó de los lemas de la Revolución y el Che siempre fue uno de sus ídolos.
Un niño tímido
Tras abandonar Cuba, en 2005, anunció que estaba rehabilitado: con 1,66 metros de altura, pesaba 120 kilos. Aquel año se sometió a una reducción de estómago y los siguientes volvió a tener recaídas. Pero nada le apartó jamás del fútbol. Seleccionador de Argentina, entrenador en Emiratos, en México… Ahora estaba al mando del vestuario del Gimnasia y Esgrima La Plata, un equipo con el que tenía contrato hasta 2021.
“Maradona está vivo gracias a la pelota -nos decía Lobo Carrasco-. La pelota lo sigue persiguiendo, tanto que espero que llegue a los 80 o los 90 años por su amor al balón”. Aquel chiquillo nacido en la pobreza, tímido, parco y acomplejado, tal como lo definen quienes le conocieron entonces, empezó en el fútbol a los 16, y le ha dedicado su vida, sus vidas. Pero ha tenido tiempo para mucho más.
Presentador de televisión, protagonista de incontables anuncios, incluso lideró una campaña antidroga en pleno apogeo personal. Vivió siempre rodeado de mucho gente, aplaudido incluso en sus peores ‘boutades’. Hasta hay una religión que se dedica a adorarle: la Iglesia Maradoniana, fundada en Rosario en 1998.
"Gracias a la pelota"
Con todo, como nos decía su amigo Lobo Carrasco, él solo le fue fiel a la pelota. Lo dejó dicho en su programa de televisión ‘La noche del 10’ cuando se preguntó a sí mismo (sí, se autoentrevistó) qué pondría en su lápida: “Gracias a la pelota”. Así sea.
Hace unas semanas, justo cuando cumplió 60 años, Diego Armando Maradona andaba preocupado por su salud. Una persona de su equipo técnico dio positivo de coronavirus y el Pelusa se encerró en una habitación de su hogar en Tigre, al norte de Buenos Aires, en la que ha pasado los últimos días de su vida. Estaba asustado, con el ánimo por los suelos. A los pocos días de cumplir 60, con ese bajón anímico y anemia fuerte, ingresaba en la clínica La Plata, donde era operado de urgencia de un hematoma subdural. Ocho días después volvía a casa y prometía a los suyos que se iba a cuidar.