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Conmoción en la nobleza con el crimen del marqués de Cirella
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TRAGEDIA

Conmoción en la nobleza con el crimen del marqués de Cirella

El aristócrata, de 66 años, fue comandante de Iberia. Se había jubilado hace unos años y entre sus aficiones se encontraban la caza y el golf

Foto: Escudo del marquesado de Cirella.
Escudo del marquesado de Cirella.

La nobleza se encuentra conmocionada tras la tragedia que rodea el suicidio de Jorge Juliá Díez de Rivera, marqués de Cirella, y la muerte de su exmujer, Katherine Travers, de 58 años, el domingo 6 de junio, como informaba ‘ABC’. Según los datos que a día de hoy obran en poder de Vanitatis, el aristócrata se habría quitado la vida tras haber asesinado a la que todavía era su esposa. Todo sucedió tras una fuerte discusión que, a pesar de vivir en un chalé, la escucharon los vecinos más cercanos. Después, varios disparos alertaron a los habitantes de la vivienda cercana y comunicaron esa información a la seguridad de la urbanización. Al tocar el timbre y no recibir respuesta, los vigilantes llamaron a la policía, que se encontró con la tragedia.

El aristócrata, de 66 años, fue comandante de Iberia. Se había jubilado hace unos años y entre sus aficiones se encontraban la caza y el golf. Tenía permiso de armas y era habitual que formara parte de las monterías que organizaban sus hermanos en sus fincas de Toledo y Extremadura.

El matrimonio se encontraba en pleno proceso de divorcio con una separación muy complicada donde el tema económico era el principal foco de desencuentro. Tenían tres hijos (dos chicas y un chico), que vivían con el padre en el chalé de Somosaguas que fue el lugar del crimen. La madre, azafata de profesión, había vuelto al Reino Unido, donde compartía su vida en Londres con su pareja. Una antiguo novio con el que había vuelto a reencontrarse.

Una persona tranquila

Una vez que pudo viajar, Katherine Travers se trasladó a Madrid para solucionar lo antes posible su separación y retomar su estado civil de mujer soltera. Había llegado este fin de semana y el domingo tenía pactada la reunión con su marido. Los hijos no estaban en casa y tampoco el servicio, que libraba. Lo que nadie imaginaba, como aseguran amistades del aristócrata, era que las peleas con su mujer a las que estaban acostumbrados acabaran de esta manera tan trágica:

“Estamos consternados. Jorge era una persona muy tranquila y poco dado a los conflictos. Una familia a la que no le gustan los escándalos y con un poder económico altísimo. No entendemos cómo ha podido llegar a esa situación. Katherine era una mujer muy simpática, muy guapa y cariñosa. Se conocieron precisamente por su profesión. Ella trabajó en una compañía, en la British, y desde luego nunca pudimos imaginar que acabarían así. Durante el confinamiento estuvieron juntos con las niñas y el chico pequeño. Solía ir al restaurante Urrechu de aquí de Somosaguas a tomar el aperitivo o a comer con sus hijos. Estamos impactados”.

Jorge Juliá Díez de Rivera era el octavo de los nueve hijos que tuvieron Camilo Juliá y Bacardi, marqués de Juliá, y María Dolores, condesa de Almodóvar. Era primo carnal de Sonsoles y Carmen Díez de Rivera, hijas a su vez de la marquesa de Llanzol. La historia sentimental de esta última con Serrano Suñer, cuñado y ministro de Franco y padre biológico de Carmen, sirvió como eje principal de la novela de Nieves Herrero ‘Lo que escondían tus ojos’, que tiempo después se convirtió en guion para una serie con el mismo nombre.

La nobleza se encuentra conmocionada tras la tragedia que rodea el suicidio de Jorge Juliá Díez de Rivera, marqués de Cirella, y la muerte de su exmujer, Katherine Travers, de 58 años, el domingo 6 de junio, como informaba ‘ABC’. Según los datos que a día de hoy obran en poder de Vanitatis, el aristócrata se habría quitado la vida tras haber asesinado a la que todavía era su esposa. Todo sucedió tras una fuerte discusión que, a pesar de vivir en un chalé, la escucharon los vecinos más cercanos. Después, varios disparos alertaron a los habitantes de la vivienda cercana y comunicaron esa información a la seguridad de la urbanización. Al tocar el timbre y no recibir respuesta, los vigilantes llamaron a la policía, que se encontró con la tragedia.

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