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Ni un paso atrás, sin tutela y sin permiso
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Ni un paso atrás, sin tutela y sin permiso

Jimena González, portavoz adjunta de Más Madrid en Chamberí y coordinadora de Más Madrid LGTBI+

Foto: Jimena González, un nuevo referente para la política. (Foto: Aurora Gómez)
Jimena González, un nuevo referente para la política. (Foto: Aurora Gómez)

En las pasadas elecciones madrileñas del 4 de mayo concurrí en la lista de Más Madrid, encabezada por Mónica García, y fui la primera persona trans que pudo hacerlo con su nombre real sin tener todavía rectificado el nombre del DNI. Fue gracias a una ley trans madrileña por la que el colectivo trans peleó duramente y que hoy corre el riesgo real de ser total o parcialmente derogada.

A algunas personas puede parecerles una cuestión menor, pero tener que figurar en una lista electoral con un nombre que ya no es el tuyo y que remite a un género con el que no te identificas es una criba insalvable para que las personas trans podamos ejercer nuestro derecho a la participación política. Y este solo es un ejemplo de las muchas trabas que encontramos para nuestra participación en la vida pública.

Que las personas trans estamos infrarrepresentadas en todos los ámbitos de la vida pública es un hecho incontestable. Concretamente en la política, tanto en la dimensión interna de partidos y agrupaciones como en la política institucional, la presencia de unas pocas figuras trans relevantes no debe ocultarnos la realidad de que seguimos constituyendo un porcentaje muy inferior al que nuestro colectivo representa en el conjunto de la sociedad. Suele haber, además, quienes se encargan de que no duremos demasiado en puestos relevantes.

Vivimos un momento clave para las personas trans en España. En muy pocos años ha habido un profundo cambio de mentalidad en la sociedad, mucho más abierta a poner en duda que nuestro género esté determinado por los genitales con los que nacemos. También hemos experimentado un aumento de la visibilidad y relevancia de las personas trans, tradicionalmente relegadas a segundos y terceros planos, dentro del colectivo LGTBI. Estos cambios, fruto de una intensa lucha del colectivo por el respeto a nuestras identidades, han hecho que, por primera vez en este país, ser trans y vivir la propia identidad con libertad y apertura esté empezando a no suponer una condena automática y fulminante a la marginalidad, al menos no en todos los casos.

De manera simultánea, y en gran medida como consecuencia de esta mayor visibilidad de las personas trans y de nuestro esfuerzo por salir de los márgenes de la sociedad, estamos experimentando una reacción minoritaria pero salvaje a la mera afirmación de nuestra existencia y a la consecuente exigencia de nuestros derechos más básicos. Camuflado como un debate sobre la forma de la ley trans, nos encontramos constantemente con un cuestionamiento de nuestras vidas y nuestras identidades que es incompatible con buscar la mejor redacción posible para la ley que reconozca nuestros derechos.

Las personas trans no estamos enfermas, no tenemos ningún trastorno ni patología, no necesitamos la tutela de nadie y no hemos nacido en un cuerpo equivocado. Hemos nacido en una sociedad que no nos deja ser quienes somos con libertad.

Debatir sobre cómo garantizar los derechos humanos de las personas trans de la mejor manera posible con personas que no aceptan que somos ni más ni menos que quienes decimos ser es como debatir sobre cómo alcanzar la igualdad entre mujeres y hombres con personas que no creen que las mujeres y los hombres sean iguales. Es inútil y frustrante. Y la frecuencia con la que nos encontramos en estas situaciones demuestra lo necesaria que es la formación en diversidad de toda la sociedad.

Estamos en un momento importantísimo en el que no podemos permitirnos dar ni un paso atrás en la consecución de nuestro derecho a ser quienes somos sin estigma, sin miedo, sin tutela y sin permiso, y con salud física y mental. Necesitamos una ley integral trans que, por fin, nos reconozca ese derecho a todos los efectos y que no deje atrás a ninguna persona trans, sea cual sea su edad, origen o identidad.

En las pasadas elecciones madrileñas del 4 de mayo concurrí en la lista de Más Madrid, encabezada por Mónica García, y fui la primera persona trans que pudo hacerlo con su nombre real sin tener todavía rectificado el nombre del DNI. Fue gracias a una ley trans madrileña por la que el colectivo trans peleó duramente y que hoy corre el riesgo real de ser total o parcialmente derogada.

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