De ser una joyera de éxito a viajar a Madrid con lo puesto: esta es la historia de Paula López Espinosa

Maltrato psicológico y físico por parte de su madre, violencia de género, infidelidades continuas, traiciones de sus hermanos y una salud endeble. Esta ha sido la vida de Paula López Espinosa, una reputada joyera que lo dejó todo en su país, Colombia, para embarcarse en una nueva vida en España lejos del dolor. Lo que aprendió en el viaje lo comparte en su nuevo libro, ‘La joya de tu alma’.

López Espinosa es hija de una exsenadora y un empresario cuya compañía de helicópteros trabajaba con el ejército que dedicó su vida a ser joyera. Su infancia está marcada por una madre ausente y en algunos puntos violenta, y su adolescencia por un novio que la maltrataba. Terminó de crecer en un internado en Suiza, lejos de sus padres, que nunca la llamaban. La salud tampoco la ha acompañado. Su primera intervención quirúrgica fue a los tres meses y desde entonces sus problemas de estómago no le permiten ni disfrutar de una cena. Sus hermanos no la han apoyado; de hecho, tuvo que batallar con ellos por la herencia de su padre. Por todo esto, metió todas sus cosas en una maleta y viajó a España. Pero tampoco fue la solución: una llamada la despertó de su cuento de hadas. Su marido le había sido infiel en un sinfín de ocasiones. Ha aprendido que “vivimos solos y morimos solos” y desde ese fango renació.

Ahora la exjoyera se dedica a dar talleres y conferencias por todo el mundo. Ha ayudado a más de 12.000 personas, desde excombatientes de la guerrilla colombiana hasta mujeres que, como ella, han sufrido violencia de género. El sentido de su vida, que logró encontrar en Madrid, es ser “camillera de almas”, o lo que es lo mismo, auxiliar a los demás desde su experiencia. Para ella, el fin último del ser humano tiene que ser encontrar aquello que da lógica a la existencia de cada uno.

¿Tiene sentido la vida de alguien que no ha encontrado el sentido de la suya?

Todos los días encuentro personas que dicen que su vida no tiene sentido, pero no lo encuentran porque no se lo han preguntado. El psiquiatra Viktor Frankl, que estuvo encerrado en un campo de concentración nazi, interpelaba siempre a sus pacientes: “Si tu vida no tiene sentido, ¿entonces por qué no te suicidas?”. Es una pregunta que te invade y te hace recordar que vives por algo, por tus padres, por un sueño, por tus hijos… Él entendió que el suyo era encontrar a su familia entre los presos y yo supe que era camillera de almas.

¿Cómo encontró ese camino?

A través del empoderamiento. No importa lo que te pasa en la vida, lo fundamental es lo que haces con ese sufrimiento. Yo entendí que a partir de lo que había vivido, podía escribir un libro y contar que si yo había podido trascender el dolor, ellos también podrían. Y así fue como me reconstruí, al ayudar a otras personas.

¿Es su obra un manual de autoayuda?

A la editorial le costó mucho clasificar el libro, pero mi editor lo definió como “alquimia pura” porque su fin último es transformar a las personas.

Entonces, ¿pueden ser amigas la ciencia y la espiritualidad?

Nos apoyamos mutuamente. Hago constantemente interconsultas con psiquiatras y psicólogos porque, aunque tengo formación científica como por ejemplo la logoterapia, el método debe ser una fusión de todo, pese a que el centro sea la espiritualidad.

"Te pueden tener prisionero en la selva, pero no pueden secuestrar tu alma"

Es creyente. ¿Qué papel juega Dios en todo esto?

El más trascendental, incluso para los ateos. A Dios no le importa que tú creas en él, porque él cree en ti. Somos seres espirituales eternos con una experiencia humana finita, aunque a veces se nos olvida. Cuando morimos, nos fundimos con el espíritu divino y ahí es cuando nuestra vida adquiere el sentido total.

Y el suyo, en la Tierra, es ayudar a los demás. ¿Qué se aprende de trabajar con personas con vivencias tan traumáticas como son los excombatientes?

La poderosa fortaleza que tenemos los humanos. Todos somos seres frágiles, pero cuando el dolor nos embriaga sacamos una fuerza que a veces desconocemos y que no entendemos. Hace poco hablaba con un excanciller de mi país que estuvo siete años secuestrado en un hueco. Me decía que aprendió justo lo mismo que yo de Frankl: te pueden tener prisionero en la selva o incluso en una relación que te atormenta, pero no pueden secuestrar tu alma. Ahí reside la fuerza del empoderamiento.

Muchas de las personas con las que tratas han pasado por situaciones parecidas a las tuyas, como mujeres que sufren violencia de género. ¿No se te reabren viejas heridas?

Todo el tiempo. ‘La bailarina de Auschwitz’, de Edith Eger, es el libro que inspiró mi historia. Ella cuenta que muchas veces lloraba y abrazaba a sus pacientes y son esos momentos en los que tenemos la empatía a flor de piel cuando reconectamos con esa herida. Pero yo recomiendo que busquemos a un profesional que nos trate desde la experiencia, no desde la cátedra.

En el libro aseguras que la sabiduría no es más que dolor curado. ¿Cuántas de tus heridas has sanado?

Constantemente surgen nuevas. Las personas creen que entienden la vida porque han estudiado mucho y no cuando superas sus obstáculos. Conozco a muchas personas con muchas carreras universitarias que son inmaduras. Yo, como los soldados heridos de una guerra, tuve que alejarme del campo de batalla y refugiarme en una trinchera a sanar. La batalla puede ser una relación o un trabajo, pero a veces hace falta retirarse porque en medio de la lucha no podemos curarnos. Así que aprendo de lo que viene para luego regresar al campo de la vida. Y las cadenas precisamente nacen de eso, de heridas no sanadas que tienes desde la niñez y que no te has detenido a observar.

"En una traición siempre muere el traicionado y el que traiciona"

¿De qué cadenas te deshiciste tú al venir a España?

De las que nosotros mismos nos hacemos presos, es decir, de una existencia que no te satisface. Venir a este país fue un cambio lleno de expectativas, pero también de temor, vértigo e incertidumbre. Es cómodo quedarte en la insatisfacción o la angustia de tu zona de confort porque, aunque no es la vida que quieres, por lo menos es la que conoces. Pero me di cuenta de que cuando llegas a conquistar tu historia personal, entiendes que ese camino era necesario.

¿Cuál es la herida que más le ha dolido?

La traición.

¿Por qué?

Es una de las más grandes que puede sufrir el ser humano y la que sufrió Dios. Cuando tienes que trasegar el camino del dolor, pero tienes a una persona que te acompaña, sientes que puedes hacerlo. Es como la historia del sapo y el escorpión en la que el segundo le pide al primero que le ayude a cruzar el río, pero al final termina picándole y muriendo los dos. Y es que en una traición siempre muere el traicionado y el que traiciona.

¿Se puede perdonar a alguien así?

Se puede disculpar a alguien, pero una vez hayas tomado distancia. En mi caso, yo tuve que hacerlo dos veces. El primero fue para mí, por haber perdonado setenta veces siete. Y a veces malentendemos ese acto. Pensamos que pedir perdón es pasar por encima de nuestra dignidad, pero es solo poner un límite al dolor.

¿Y vivir sin perdonar?

Sí, pero como cuando lo haces con un aguijón dentro. No ganamos nada matando a la avispa. Debes ocuparte del veneno que tienes dentro y aprender a sanarlo.

"Conozco personas con muchas carreras universitarias que son inmaduras"

Después de sufrir violencia de género, abandono por parte de sus padres y un marido infiel, ¿cómo definiría ahora el amor?

Esperamos que el afecto venga de fuera, de personas que nos quieran, pero así nunca vamos a encontrarlo. El amor es ser capaz de trascender la soledad, la enfermedad, la traición o el maltrato y comprender que el verdadero está dentro de nosotros y en Dios.

En contra de las convenciones sociales, decidió que la forma de amar de tu familia no le hacía bien y puso su salud mental por delante de ellos. ¿Le costó mucho ese proceso?

Fue una de las tareas espirituales más difíciles a las que me he sometido. La fe nos dice: “Honrarás a tu padre y a tu madre”. Pero, ¿qué pasa si ellos no lo hacen contigo? No estamos condenados a vivir infelices para siempre, por mucho que nos vendan que nuestra felicidad dependa de una relación perfecta de pareja o con la familia. A veces tenemos que tomar distancia de nuestros afectos más cercanos para encontrar la paz y yo la encontré en mi soledad.

"La juventud se está convirtiendo en legiones de seres heridos"

Su método se apoya en el empoderamiento y la resiliencia, pero choca con una de las reflexiones que hace: “Los humanos nos estamos llevando a la autodestrucción”. ¿Es catastrofista?
Si no vamos a lo profundo del ser, vamos a destruirnos a nosotros mismos. Estamos sobreviviendo más que viviendo porque nos estamos quedando en la superficie. Las personas están cayendo en el vacío, en la soledad, la depresión y el desasosiego porque no ven la profundidad de su vida.

Trabaja con jóvenes, ¿hay esperanza en ellos?
La juventud se está convirtiendo en legiones de seres heridos. Los padres no han sabido enseñarle a sus hijos a cultivarse espiritualmente, sino que el éxito de la vida está en el tener y no en el ser. Además, no les enseñamos que la vida duele, lo que provoca que cuando se encuentran con el dolor no tengan herramientas para enfrentarlo. Las adicciones se están convirtiendo en su forma de enmascararlo.

¿Se ha arrepentido alguna vez de dejar su vida de joyera de éxito y mudarse a un país desconocido?
Cuando me quedé totalmente sola me arrepentí, pero ya no podía volver. Decidí confiar en el camino. Además, me saturé de ese mundo de glamour y materialismo que escondía una sociedad falsa y vulnerable donde las personas viven en una profunda tristeza. Me di cuenta de que había tomado la decisión correcta el día de la presentación del libro, cuando vinieron 250 personas solo por sus ganas de encontrar herramientas para enfrentarse al mundo. Ahora me levanto todos los días y siento que soy capaz de reflejar esa luz que entra y eso me viene de haber encontrado la paz y haber curado el dolor.