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Tita, Borja y el Pacto de San Feliú
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Tita, Borja y el Pacto de San Feliú

Existió el Pacto de la Moncloa, el de Toledo, el del Tinell y también el de San Feliú, aunque este último no es tan conocido como

Foto: Tita, Borja y el Pacto de San Feliú
Tita, Borja y el Pacto de San Feliú

Existió el Pacto de la Moncloa, el de Toledo, el del Tinell y también el de San Feliú, aunque este último no es tan conocido como los otros. Mientras que los protagonistas de los anteriores acuerdos fueron públicos y notorios, en el caso de este pacto concreto los interesados se mueven entre las luces y las sombras de los líos familiares. En esta ocasión, los “firmantes” virtuales serían la baronesa Thyssen y su hijo Borja, más un elemento subsidiario en forma de Blanca Cuesta que aunque su voto no es decisivo sí es determinante.

 

Como es natural, Borja mira por los ojos de su mujer en vez de por los designios de su madre, que nunca le gustó demasiado la influencia de la esposa. Pero es lo que tiene ser madre, que al final siempre se cede ante los desvaríos de los hijos. Llegó un momento en que era mejor pasar de los desplantes y pactar un acuerdo familiar para que el culebrón Thyssen/Cuesta no se convirtiera en miniserie televisiva.

 

No habría hecho falta guionistas avispados porque los propios protagonistas con sus actuaciones creaban su sitcom doméstica con unos ingredientes realmente apetecibles. Una madre que no acude a la boda del hijo; un hijo que se debate entre el amor de su vida y el cariño filial; guardaespaldas traidores; teléfonos extraviados con fotografías comprometidas; chantajes, exigencias de ADN… En fin, una sucesión de elementos perturbadores que en la ficción convierten en éxito una serie. En este caso, la cuestión era que las aventuras y desventuras formaban parte del desarrollo vital de los últimos años de los Thyssen, rama española.

 

Llegó un momento en que Tita Cervera ofreció una tregua. Mejor dicho, que acabara la guerra mediática que tuvo su guinda con la búsqueda del ADN perdido del nieto Sacha. Y fue cuando se pactó una serie de condiciones y recondiciones. Para empezar, los trapos se lavarían en casa y no a través de exclusivas. Si decidían hacer algún reportaje debería ser del tipo azúcar y miel, como fue el cumpleaños de Sacha (Ver ‘Tita Cervera sí acudió al cumpleaños de Sacha’). Y quizá lo más importante una serie de acuerdos de tipo económico y personal que tendría que ver con la exigencia a Borja para que se implicara laboralmente en la Fundación. Una orden parece que asumida por el primogénito.

 

Pero para dedicarse profesionalmente a ciertos temas hace falta una preparación. Y como Borja no la tiene ha hecho falta planificar el aprendizaje. Un profesor de la Universidad Autónoma está dando clases particulares de Arte y de Historia del Arte a Borja. El lugar elegido es la sala de juntas del Museo que preside un enorme cuadro del barón Thyssen en plan “Ojo que todo lo ve”. En la gran mesa de caoba se instala el hereu y su maestro un par de veces por semana. Para cumplir con este menester era necesario que la pareja se trasladara a Madrid. Por el momento, viven en una casa alquilada a la espera de poder adquirir la mansión que les gusta, muy cerca del casoplón de Tita.

 

Si no hay contratiempos y los implicados continúan cumpliendo los acuerdos de San Feliú, muy pronto las mellicitas formarán parte del entorno familiar de los Thyssen/Cuesta. Dejarán su pinkhouse de ‘Mas Mañanas’ para disfrutar de la burbuja azul y amarilla que mamá baronesa ha montado en sus predios de La Moraleja. Por cierto, no estaría mal que Borja se acercara a un par de galerías para ver obra nueva como la de Juan Luque ‘Un paseo por la Luz’ en la galería Ansorena de la calle Alcalá o viajara con Blanca hasta las bodegas Tavera en Arcicollar (Toledo) donde el pintor Juan José Segovia muestra su excelente y último trabajos. Tanto Luque como Segovia cotizan al alza, con lo cual invertir en su pintura es un seguro de vida.

Existió el Pacto de la Moncloa, el de Toledo, el del Tinell y también el de San Feliú, aunque este último no es tan conocido como los otros. Mientras que los protagonistas de los anteriores acuerdos fueron públicos y notorios, en el caso de este pacto concreto los interesados se mueven entre las luces y las sombras de los líos familiares. En esta ocasión, los “firmantes” virtuales serían la baronesa Thyssen y su hijo Borja, más un elemento subsidiario en forma de Blanca Cuesta que aunque su voto no es decisivo sí es determinante.