Es noticia
Menú
La masía 'encantada' donde veranean los Conde en Mallorca
  1. Noticias
NOTICIAS

La masía 'encantada' donde veranean los Conde en Mallorca

“En aquellos veranos en los que estuve encerrado, que no fueron pocos, existía un pequeño orificio de entrada de aire y luz en un almacén en el

Foto: La masía 'encantada' donde veranean los Conde en Mallorca
La masía 'encantada' donde veranean los Conde en Mallorca

“En aquellos veranos en los que estuve encerrado, que no fueron pocos, existía un pequeño orificio de entrada de aire y luz en un almacén en el que trabajaba para los presos. Allí me sentaba y soñaba. Soñaba con Mallorca”.  Mario Conde tenía 25 años cuando pisó por primera vez la isla, esa que más tarde evocaría desde su celda de Alcalá Meco. Es joven y acaba de casarse con Lourdes Arroyo, que le arrastra con la fuerza de los 20 a ese recurrente paraíso insular, un enclave que el Rey, que más tarde se convertiría en buen amigo, transformaba cada verano en centro político del Estado. Se enamoró de Mallorca, de la luz de Pollença, de la Serra de Tramuntana….

Desde entonces, la mayor parte de los asuetos familiares han transcurrido en la residencia que su familia política compró en Pollença, de gran riqueza botánica y gastronómica, y que más tarde, en 1982, hace casi treinta años, él mismo adquiriría. A pesar de que, hasta su muerte, la verdadera dueña y señora de Can Poleta siempre fue su mujer, que amaba el porche, testigo de los momentos claves de su vida. “Es una preciosa tafona, rodeada de olivos milenarios, con una calefacción de las que se alimentaban con cáscara de almendra y que yo mismo compraba en una cooperativa cercana”, decía en 2009 el expresidente de Banesto durante el pregón de la localidad de Caimari.Can Poleta quiere decir “casa del napolitano”, porque, en efecto, allí vivió un señor napolitano, al que el exbanquero no conoció, pero por el que guarda esa especie de respeto que infunde la leyenda.

El mismo respeto que le tiene a Oliver, el fantasma inglés que campa a sus anchas por la masía y con el que los Conde, también los hijos y los nietos, han aprendido a convivir sin problemas. “Recuerdo que cuando era presidente del banco, los encargados de mi seguridad, que dormían en la torre de Can Poleta, decían que oían ruidos raros por la noche. Yo les expliqué que era Oliver, el fantasma. Y a pesar de que se dedicaban a la seguridad, tenían miedo y no querían subir a dormir allí”. Desde 2007, Can Poleta, ubicada muy cerca del campo de golf del pueblo, ya no es lo que era. Lourdes pasó allí su último verano. Era lo que ella quería, porque aunque no era mallorquina de nacimiento, también se enamoró de la isla, como su marido. Aunque ella lo hizo mucho antes. Cuestiones de la edad.

En ese mismo porche en el que disfrutaba de las noches que no acaban conoció la noticia de su enfermedad. Y allí también abordó las “asignaturas pendientes” con su marido tras los envites de la vida. “Desgranábamos planes ilusionados de viajes al Norte y al Sur, a los Nortes y los Sures de una vida que se nos antojaba tranquila”. Ahora, con su mujer en la memoria, Conde pasa más veranos en un pazo de cuatro hectáreas del que disfruta en Chaguazoso (Orense) con su nueva esposa, María Pérez-Ugena Corominas, con la que se casó en 2010. En cambio, son sus hijos, Alejandra y Mario Junior, que comercializan el aceite Los Carrizos,  los que siguen llenando de alegría la masía familiar.  Y también los hijos de ella y los hijos de la novia de él, Laura Ponte.

La modelo, que tras separarse de Beltrán Gómez Acebo, sobrino de Su Majestad, eligió Calviá para relajarse en un primer momento, también ha caído rendida a los encantos de la residencia estival de los Conde en Pollença, dicen que una de las zonas más hermosas de la orografía balear. Llámese amor, designios del destino o influencias de un fantasma inglés de nombre Oliver, Laura Ponte y Mario Conde no recurren al fulgor de Saint Tropez o Cerdeña y prefieren descansar en una villa encantada en pleno mar Mediterráneo.

Noticias relacionadas

- La segunda juventud de Mario Conde

- Laura Ponte, cumpleaños íntimo con Mario Conde Jr

“En aquellos veranos en los que estuve encerrado, que no fueron pocos, existía un pequeño orificio de entrada de aire y luz en un almacén en el que trabajaba para los presos. Allí me sentaba y soñaba. Soñaba con Mallorca”.  Mario Conde tenía 25 años cuando pisó por primera vez la isla, esa que más tarde evocaría desde su celda de Alcalá Meco. Es joven y acaba de casarse con Lourdes Arroyo, que le arrastra con la fuerza de los 20 a ese recurrente paraíso insular, un enclave que el Rey, que más tarde se convertiría en buen amigo, transformaba cada verano en centro político del Estado. Se enamoró de Mallorca, de la luz de Pollença, de la Serra de Tramuntana….