Las 'tretas' de Fran Rivera para conseguir la nulidad matrimonial se vuelven ahora en su contra

Dentro de unos días, Eugenia Martínez de Irujo y Francisco Rivera recibirán la sentencia a la demanda que interpuso el torero para solicitar la custodia de su hija Cayetana. En el juicio celebrado el pasado 14 de enero en el juzgado de familia de Madrid, las posturas de ambos padres resultaron irreconciliables a la hora presentar pruebas para demostrar cada uno su idoneidad para ejercer la custodia no compartida de la niña de trece años.

El torero mantuvo en la vista lo mismo que ha manifestado en varias ocasiones públicamente: “Mi hija quiere vivir conmigo en Sevilla y yo estoy capacitado para cuidar de ella igual o mejor que Eugenia. Tengo el mismo derecho que la madre y por supuesto en mi demanda no descalifico a nadie”. Eugenia, por su parte, ha mantenido un mutismo total desde que se hizo pública la petición legal e incluso durante todo este tiempo ha aparentado un perfil muy bajo respecto a su anterior vida social y afectiva. No se la ha fotografiado con ningún acompañante masculino que aparentemente pudiera convertirse en algo más. La discreción ha sido su seña de identidad, para que la otra parte no tuviera material que pudiera utilizarse en su contra.

Las declaraciones de ambos ante el juez fueron duras. Fran ha dicho que Eugenia es inestable y que tiene fuertes cambios de carácter. La duquesa de Montoro, por su parte, no ha tenido que esmerarse demasiado en desacreditar a su exmarido, porque fue el propio torero el que en su día se descalificó a sí mismo cuando solicitó la nulidad matrimonial en el Tribunal del la Rota. Una decisión a la que no se opuso nunca Eugenia, pero sí a admitir ninguna aportación personal en su contra, por lo que Fran se vio obligado a presentarse como un hombre poco dado a la familia.

El caso es que las propias declaraciones del torero ante el tribunal eclesiástico han servido de prueba a la parte contraria en el juicio por la custodia. Entre otras cosas, Fran confesaba: “Soy un conquistador insaciable, incapaz de cumplir con mis obligaciones en la pareja. Me casé por Eugenia y por la presión mediática”. Afirmaba también que tuvo una infancia desestructurada, que no creía en el matrimonio y que era un viva la vida. Estas palabras, que en su día no tuvieron mayor trascendencia para Eugenia, ya que las consideraba como necesarias para que la Iglesia diera por nulo su matrimonio, podrían resultar definitivas ahora para que no hubiera cambio de custodia.