Diversas investigaciones en psicología social han demostrado que el ser humano tiene una serie de comportamientos automáticos cuando se encuentra en presencia de alguien que le interesa. Un estudio publicado en la revista 'Evolutionary Psychology' explica que estos gestos forman parte de lo que se conoce como "señales de cortejo inconscientes". Ajustar la ropa, tocarse el cabello o mejorar la postura son acciones que aumentan nuestra apariencia de orden y atractivo ante la posible pareja.
Colocarse la ropa es una reacción común debida a cuestiones psicológicas. (Pexels/ Sueda Dilli)
Según la teoría del 'display' no verbal, desarrollada por la psicóloga Monica M. Moore, estos gestos pueden indicar interés y disponibilidad. En su investigación, Moore observó que las personas que realizaban más "autoadornos" (como acomodarse la ropa o el cabello) eran percibidas como más atractivas y recibían más respuestas positivas en interacciones sociales.
Otro enfoque clave para entender este fenómeno proviene de la teoría de la presentación social, formulada por Erving Goffman. Este paradigma sugiere que, en cualquier interacción, las personas buscan proyectar una imagen favorable de sí mismas, ajustando su vestimenta y lenguaje corporal para maximizar su atractivo y ser bien recibidas en su entorno.
Arreglarse la ropa cuando vemos a la persona que nos gusta es una acción muy habitual. (Pexels/ Athena Sandrini)
Un estudio de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) encontró que, en un entorno de citas rápidas, los participantes que hacían más ajustes en su apariencia eran percibidos como más seguros y sociables, lo que favorecía su selección por parte de posibles parejas.
Desde una perspectiva evolutiva, estos pequeños ajustes podrían ser vestigios de estrategias de selección natural. La teoría de la evolución sexual de Charles Darwin establece que los individuos que logran proyectar mejores rasgos físicos y de personalidad tienen más posibilidades de atraer una pareja y reproducirse. Arreglar la ropa o mejorar la postura al interactuar con alguien que nos gusta podría ser una manifestación moderna de esta tendencia innata.