Qué es el refuerzo intermitente y por qué deberíamos huir de las personas que lo ponen en práctica, según los expertos
La sensación de incertidumbre constante que acompaña a este comportamiento es muy negativa para nuestra salud mental y emocional
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En el ámbito de las relaciones personales, existen dinámicas invisibles que, aunque pasan desapercibidas en un primer momento, terminan generando un impacto emocional devastador en nuestra salud mental. Una de las más dañinas, según los expertos en psicología relacional, es el llamado refuerzo intermitente.
Este patrón de comportamiento, profundamente manipulador, es cada vez más común en vínculos afectivos disfuncionales y puede generar una auténtica dependencia emocional si no se identifica a tiempo. El refuerzo intermitente consiste en alternar momentos de afecto, validación o atención con periodos de frialdad, indiferencia o desaprobación.
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Es decir, una persona puede mostrarse encantadora, disponible y afectuosa en determinadas ocasiones para, después, desaparecer emocionalmente o mostrarse distante. Esta alternancia imprevisible genera en la otra persona una sensación de incertidumbre constante, lo que activa mecanismos similares a los que se producen en las adicciones psicológicas.
Esto ocurre debido a que esta forma de comportamiento activa en el cerebro los circuitos dopaminérgicos, responsables del placer y la motivación. De forma parecida a lo que ocurre en los juegos de azar, el hecho de no saber cuándo llegará la próxima “recompensa emocional” mantiene a la víctima en un estado de alerta, deseando constantemente recuperar ese momento de validación que, aunque escaso, resulta altamente adictivo.
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Uno de los indicios más claros de estar ante este patrón es experimentar una sensación de confusión permanente. Frases como “no sé en qué punto estamos”, “parece que le gusto pero luego desaparece”, o “cuando estoy a punto de alejarme, vuelve y es encantador” son señales inequívocas de que el vínculo está marcado por el refuerzo intermitente. Esta ambivalencia emocional provoca ansiedad, baja autoestima y desgaste psicológico.
Los expertos en terapia de pareja insisten en que este comportamiento no es accidental, ya que quienes lo ejercen tienden a mantener el control afectivo creando una dependencia emocional basada en la esperanza de que “todo vuelva a ser como antes”. Sin embargo, esa promesa rara vez se cumple, y lo único que se perpetúa es un círculo vicioso de necesidad y frustración.
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El consejo unánime de los especialistas es claro: huir de este tipo de vínculos es esencial para preservar la salud emocional. Recuperar la claridad, restablecer los propios límites y priorizar relaciones estables y recíprocas son pasos fundamentales para salir de esta trampa emocional. Cabe recordar que las relaciones sanas no generan ansiedad constante ni dudas permanentes.
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