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El final feliz de Magdalena de Suecia: su boda con Christopher O'Neill
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El final feliz de Magdalena de Suecia: su boda con Christopher O'Neill

A las 16:05, y como manda la tradición de hacer esperar al novio, Magdalena de Suecia entró en la Capilla del Palacio Real de Estocolomo. Dentro,

A las 16:05, y como manda la tradición de hacer esperar al novio, Magdalena de Suecia entró en la Capilla del Palacio Real de Estocolomo. Dentro, el financiero estadounidense Christopher O’Neill le esperaba visiblemente emocionado. Desde su inauguración en 1754, en este lugar se han celebrado cinco enlaces reales, siendo la última el de la princesa Cristina, tía de la hija pequeña de los reyes Carlos Gustavo y Sofía de Suecia hace ya casi cuatro décadas. La última vez que se utilizó fue en el bautizo de la princesa Stelle, hija de Victoria y Daniel Westling, en 2011. El enlace ha supuesto un final de cuento de hadas para el tortuoso camino de la princesa, que sufrió los vaivenes de su relación con Jonas Bergström, con el que estuvo ocho años que finalizaron cuando ella se enteró de sus infidelidades. 

A pesar de que ya se conocían muchos detalles de cómo iba a ser la boda, el secreto mejor guardado ha sido, como ocurre en todas estas celebraciones, el vestido de la novia. Magdalena de Suecia  se ha decantado por un Valentino a pesar de que durante las últimas semanas sonaron otros nombres como el del diseñador patrio Pär Engsheden -quie confeccionó el vestido de Victoria en su boda hace ya tres años- y las agujas internacionales Elie Saab y Vera Wang, que poco a poco han ido perdiendo fuelle.

El vestido del diseñador italiano fue elaborado en seda plisada con encaje de Chantilly en tono marfil, manga corta y cuello en forma de barco. El toque original y romántico del vestido fue el escote de la espalda, también en encaje. Pequeños pliegues en la parte inferior abrían la falda para ceñirse a la cintura y dar mayor volumen al vestido. La cola, de cuatro metros, quedó cubierta por el velo, elaborado con organza de seda y delicados encajes, los mismos que llevaban los zapatos de la princesa Magdalena.

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En cuanto a la tiara, Magdalena no se decantó por la histórica diadema de siete camafeos elaborada con oro amarillo y perla, que perteneció a la emperatriz Josefina y que se utilizó por primera vez en 1910. Así, prefirió dejar a un lado la tradición e hizo un guiño a sus padres, portando la tiara del rey Gustavo, un regalo de su padre a la reina Silvia por su décimo aniversario de boda en 1986. Además, y en recuerdo de su tía la princesa Lilian, que falleció en el mes de marzo, Magdalena lució su brazalete preferido.

Una vez finalizada la ceremonia religiosa, en sueco y en inglés, para que el novio y su familia pudieran ser partícipes de este día tan especial, y que ha sido oficiada por Lars-Göran Lönnermark, obispo emérito de Estocolmo y Michael Bjekhagen, predicador de la corte sueca -que profesa la religión luterana-, los recién casados abandonaron la Capillla Real. Acompañados 21 salvas disparadas desde las instalaciones militares de Skeppsholmen, se dirigieron al exterior del Palacio Real, donde, tras saludar a la multitud, se dieron tres románticos besos. 

Minutos después, y visiblemente nerviosos, Madgalena de Suecia y Chris O'Neill se subieron a la misma carroza real que utilizaron los reyes y los príncipes herederos. El carruaje, llamado el de las lámparas de plata y tirado por cuatro caballos, recorrió las calles de Suecia escoltados por cuatro miembros de las caballerizas reales. Al final del trayecto, en la plaza de Evert Taube y fieles a la tradición, embarcaron, junto a sus invitados, en uno de los botes reales hasta el palacio de Drottningholm, donde tuvo lugar el banquete, en el que los reyes fueron los anfitriones. Este pequeño Versalles sueco es la residencia oficial de la Familia Real y Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, escenario en el que los invitados disfrutaron de una cena servida por el cocinero sueco Stefano Catenacci, estrella Michelin, el mismo que elaboró el banquete de boda de Victoria de Suecia y Daniel Westling.

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Con una expectación en el país nórdico que recuerda a la que provocó en su día la de su hermana, las celebraciones previas a la ceremonia ya han tenido lugar. Este jueves, Día Nacional de Suecia, la princesa y su futuro marido acudieron a los actos oficiales programados, siendo ésta la primera vez en la que el financiero pasaba a formar parte de los retratos oficiales de la Familia Real sueca.

El viernes, horas antes del gran día, el rey Carlos Gustavo ofreció una cena privada a los 400 invitados en el Grand Hôtel de Estocolmo, cuyo restaurante posee dos estrellas Michelin y está dirigido por Mathias Dahlgren, uno de los cocineros más aclamados del país. El príncipe Carlos y su novia, Sofia Hellqvist, fueron loas invitados que más llamaron la atención a un público que vio desfilar no sólo a miembros de la Familia Real sueca, sino también el español Luis Medina, gran amigo de la novia, y Charlene de Mónaco. La princesa Magdalena aligió para una ocasión tan especial un vestido entallado en color champán del diseñador libanés Elie Saab -el mismo que eligió su hermana en su cena de gala hace tres años-, que combinó con unas sandalias doradas, largos pendientes y un brazalete de brillantes.

A las 16:05, y como manda la tradición de hacer esperar al novio, Magdalena de Suecia entró en la Capilla del Palacio Real de Estocolomo. Dentro, el financiero estadounidense Christopher O’Neill le esperaba visiblemente emocionado. Desde su inauguración en 1754, en este lugar se han celebrado cinco enlaces reales, siendo la última el de la princesa Cristina, tía de la hija pequeña de los reyes Carlos Gustavo y Sofía de Suecia hace ya casi cuatro décadas. La última vez que se utilizó fue en el bautizo de la princesa Stelle, hija de Victoria y Daniel Westling, en 2011. El enlace ha supuesto un final de cuento de hadas para el tortuoso camino de la princesa, que sufrió los vaivenes de su relación con Jonas Bergström, con el que estuvo ocho años que finalizaron cuando ella se enteró de sus infidelidades.