Letizia, en la salud y en la enfermedad: el gran compromiso de la Reina

Máxima de Holanda por una infección en el riñón, Matilde de Bélgica por un accidente de esquí, Mary de Dinamarca por una gripe o Alberto de Mónaco por fatiga.... La mayoría de miembros de la realeza han cancelado alguna vez su agenda por motivos de salud. Mette-Marit merece una mención aparte, pues viene arrastrando problemas desde hace años; sus continuas ausencias, muy criticadas, se justificaron cuando el pasado mes de octubre se anunció que sufre fibrosis pulmonar crónica, lo que la va apartar por largos periodos de los quehaceres reales.

Sin embargo, hay una persona que no puede incluirse en esta larga lista de reyes, reinas, príncipes y princesas. Ella es doña Letizia. Y es que desde que en mayo de 2004 se casó con el entonces príncipe Felipe, la ahora Reina nunca ha cancelado un acto por estar enferma, y eso que este mismo miércoles la hemos visto tosiendo y algo acatarrada en su reunión con Unicef.

Tirando de hemeroteca, solo existen dos actos en los que doña Letizia ha causado baja. El primero fue en septiembre de 2006 cuando se acababa de anunciar su segundo embarazo. Letizia no asistió a la cena de gala que don Juan Carlos y doña Sofía ofrecieron en honor al presidente portugués, Aníbal Cavaco Silva, por "las molestias propias de los primeros meses de embarazo", lo que no se puede considerar estar enferma, sino más bien no encontrarse del todo bien.

La segunda y última vez (de momento) que Letizia canceló un acto fue ya siendo reina, en julio de 2015. La esposa de Felipe VI no asistió al acto de entrega de los Premios Nacionales de la Moda, que iba presidir en el Museo del Traje de Madrid, porque su abuelo materno, Francisco Rocasolano, de 98 años, permanecía ingresado en el Hospital Clínico de Salamanca. Finalmente, Francisco falleció a los pocos días.

Sí es cierto que en ocasiones se ha comentado que no se encontraba del todo bien, como fue el día de su boda. Según se dijo, la Reina tenía unas décimas de fiebre y amigdalitis, pero, claro está, no podía faltar a uno de los actos más importantes de su vida. Además, casi nadie lo notó. Ese mismo año, en octubre de 2004, durante la entrega de los Premios Príncipe de Asturias, se vio a una Letizia muy seria y al borde de las lágrimas. Algunos dijeron que se trataba de la emoción por vivir esos premios por primera vez como princesa, ya que antes lo había hecho como periodista; otros aseguran que tenía fiebre y de ahí su rostro compungido.