Pablo Urdangarin y su gran jugada: ficha por el Granollers y se asegura su vida en Barcelona

Era un runrún en los pasillos del Barça de balonmano. Pablo Urdangarin terminaba contrato con el segundo equipo este verano y, pese a tener continuidad, él buscaba algo más. Algo que lo llevara a jugar en la Asobal, la liga española, y convertir su equipo en un escaparate para poder tener opciones de entrar en la selección. Si encima podía quedarse en Barcelona y mantener su vida en la ciudad, con su pareja, sus amigos y su familia, la jugada se antojaba perfecta.

Y así ha sido. Tal como ha podido confirmar Vanitatis, el hijo de la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin ha fichado por el Granollers, un histórico del balonmano español, uno de los mejores equipos, en especial en las tres últimas temporadas. Así que se queda en casa, Barcelona, donde podrá seguir su relación con su novia, y además pasa a primera división.

El Granollers llevaba algunos días tratando de fichar a Pablo, según informó el 'Mundo Deportivo', y finalmente han logrado convencerle. Formar parte del primer equipo y poder jugar en la Asobal es un añadido que en el Barça, por el momento, no tenía garantizado. Pablo ha participado en muchos partidos y se había ganado un puesto en el club en el que siempre jugó su padre, pero el contrato, a estas alturas de temporada, seguía siendo para el segundo equipo, el llamado Barça Atlètic.

"Está encantado"

Así que ha decidido dar el salto y, según nos cuentan quienes le conocen bien, "está encantado, muy feliz". Porque además, como decíamos, no tiene que mudarse de Barcelona, donde hace unos meses encontró el amor en una amiga de la infancia. Con su nueva pareja hace vida y comparte casi todo, así que poderse quedar en la Ciudad Condal supone una ventaja también personal.

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El sobrino de Felipe VI llegó a Barcelona hace ya cuatro años y desde entonces se ha centrado en entrenar para dar su mejor versión. Porque su intención, en un futuro, es jugar con la Roja, en este caso, con los Hispanos, y pasar a primera era fundamental. Por este motivo ha dado este paso. Además, tal como contábamos hace unos días en Vanitatis, son unos cuantos los hijos de estrellas del pasado que ahora batallan por entrar en la selección. Y es algo que es "muy difícil”, nos dice un técnico relacionado con el equipo. Todo, porque los Hispanos "es una de las mejores selecciones del mundo y a Pablo le queda tiempo para lograrlo, si es que lo logra”.

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Las ventajas de Pablo como jugador son su altura y su potencia. En mejorar lo segundo es en lo que está enfocado ahora. Porque, como nos comentan quienes lo conocen en el Barça, “es un jugador muy distinto a Iñaki, es zurdo [como su padre], tiene una izquierda muy potente, es más alto que Iñaki y, si sigue así, podría ser incluso mejor. Pero necesita mucho tiempo todavía para alcanzar ese sueño".

Y si Urdangarin sénior era lateral, Urdangarin júnior juega en otra posición: extremo derecho. Con sus 1,96 metros, Iñaki era un ‘torpedo’. "No es atléticamente como el padre, pero está trabajando el físico mucho y pronto se va a notar", dijo Iker Romero cuando presentó al chico en su etapa francesa en el Nantes, a quien definió como "un muchacho muy tranquilo, listo y trabajador".

Muy querido

Como persona, también tienen buenas palabras para él, puesto que se ha convertido en un personaje muy querido en los vestuarios: "Te puedo asegurar además que está feliz en Barcelona; es un chaval muy noble, muy majo, ya vistéis cómo se comportó cuando sus padres se separaron, y así es en todos los ámbitos, todos le quieren”, nos asegura la misma fuente.

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Es cierto que a Pablo se le ve todavía delgado y frágil en comparación con los buenos tiempos de Iñaki Urdangarin, un jugador que destacó desde su época en la escuela, en los Jesuitas de Caspe de Barcelona. El Barça de Valero Rivera lo fichó rápido, porque sabía que con esos 1,96 metros musculados y potentes llegaría lejos. Aunque nunca pensó que tanto…

Urdangarin cumplió sus sueños y algunos se tornaron pesadillas. Su hijo ha aprendido de él, tanto de las aciertos como de los errores, y trata de fraguarse un futuro por sus propios méritos. Por ahora, parece que lo está consiguiendo. ¡Felicidades, Pablo!