Leonor, una soldado más entre la tropa: una nueva imagen para una princesa adulta
Los españoles han descubierto a una Leonor joven pero adulta, no ya con bailarinas o tacón, sino pisando tierra con las botas puestas
Es curioso cómo una imagen puede en nuestros días imponerse sobre los más largos discursos o sobre otras imágenes pasadas. Han transcurrido apenas cinco años desde el rifirrafe de la familia real a las puertas de la catedral de Palma y ya nadie se acuerda de aquella niña aparentemente manipulable, confusa y -para los más críticos- hasta maleducada. Toda una impresión que se hizo viral con aquel tenso pulso entre las dos Reinas por la foto con la heredera, y que un trabajo constante, discreto y certero ha logrado borrar con el peso de un lustro.
La soldado Borbón ya no es una niña, ya no es víctima de quién sabe qué situación, ni siquiera es una chica tímida. Su bello y serio perfil de cadete ha llegado al cuché y a las redes con el mejor de los ingredientes de la era internet: la sorpresa. Tantos años de blindaje informativo tenían que tener un sentido, y más allá de sus contadas apariciones en sus idas y venidas de estudiante de alto standing en Gales, los españoles han descubierto a una Leonor joven pero adulta, no ya con bailarinas o tacón, sino pisando tierra con las botas puestas.
La Casa sabía, pese al recelo de políticos de todo signo, que a los españoles les caen bien sus uniformados. Felipe VI no tuvo que vencer, como su padre, la resistencia de Felipe González hacia la formación del Príncipe en las academias militares. El 23-F quedó muy lejos en la Historia, y el Ejército es hoy un exponente profesionalizado, solidario y tecnológicamente avanzado del Estado. Y es verdad que no era estrictamente necesario que la futura jefa de las Fuerzas Armadas aprendiera a cargar un fusil o a arrastrarse por el barro bajo alambres de espino.
Pero, una vez más, la libertad de los padres en la educación de los hijos -también en la familia real- se ha sumado a la conformidad de una heredera que este sábado jura bandera antes incluso de jurar la Constitución.
Sabido es que la jura del 31 de octubre -felizmente señalada el día de su 18 cumpleaños- es una obligación de la propia Carta Magna. En ella la futura regente se comprometerá con la monarquía parlamentaria y con la obediencia a su padre el Rey. En la jura de bandera, sin embargo, hay un plus de voluntariedad. No en vano, todos los años la juran y la besan públicamente cientos de civiles. Así, antes aún de asumir solemnemente su condición de heredera, Leonor será una ciudadana más dispuesta a declarar su lealtad a España y a los españoles.
Y lo será -a diferencia de lo organizado en su día para el Príncipe, su padre- como una soldado más, sin protagonismos, confundida con la tropa; en un gesto con el que ya ha empezado a hilvanar, tal vez, el relato de su futuro reinado: la igualdad.
Es curioso cómo una imagen puede en nuestros días imponerse sobre los más largos discursos o sobre otras imágenes pasadas. Han transcurrido apenas cinco años desde el rifirrafe de la familia real a las puertas de la catedral de Palma y ya nadie se acuerda de aquella niña aparentemente manipulable, confusa y -para los más críticos- hasta maleducada. Toda una impresión que se hizo viral con aquel tenso pulso entre las dos Reinas por la foto con la heredera, y que un trabajo constante, discreto y certero ha logrado borrar con el peso de un lustro.
La soldado Borbón ya no es una niña, ya no es víctima de quién sabe qué situación, ni siquiera es una chica tímida. Su bello y serio perfil de cadete ha llegado al cuché y a las redes con el mejor de los ingredientes de la era internet: la sorpresa. Tantos años de blindaje informativo tenían que tener un sentido, y más allá de sus contadas apariciones en sus idas y venidas de estudiante de alto standing en Gales, los españoles han descubierto a una Leonor joven pero adulta, no ya con bailarinas o tacón, sino pisando tierra con las botas puestas.
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