Eva Sannum: cuando un escote y una copa de balón arruinaron una relación amorosa
Con los ojos de hoy, la relación de Eva y Felipe podría haber tenido un final diferente, si un escote y una copa de balón con brandy no se hubieran interpuesto en sus vidas
La boda de Haakon y Mette-Marit de Noruega el 25 de agosto 2001 tuvo una deriva importante que afectó de una manera definitiva la vida sentimental del entonces Príncipe de Asturias. Hace 23 años, Felipe VI y Eva Sannum vivían una historia de amor profunda y semiclandestina en el sentido de que nunca habían aparecido juntos. En el enlace del heredero noruego se daba por bueno que asistiría Eva, gran amiga de los novios. La presencia del Principe español también estaba confirmada.
Por lo tanto, había una pequeñísima posibilidad de que se les pudiera fotografiar juntos. Zarzuela, como siempre que un tema afecta a los asuntos privados de la familia, no dio ninguna pista. Así estaban las cosas ese mes de agosto. Los paparazzi no habían conseguido ninguna imagen de la pareja, que había pasado parte de las vacaciones en paradero secreto.
Con los ojos de hoy, la relación de Eva y Felipe podría haber tenido un final diferente, si un escote y una copa de balón con brandy no se hubieran interpuesto en sus vidas. La modelo noruega sería hoy la reina consorte de España de no haber surgido un debate público precisamente por esa aparición en la boda real noruega. Ya se la cuestionaba por ser modelo, por hacer publicidad de lencería y ropa de baño y también por su pasado sentimental, que consistía en haber tenido un novio en su currículum.
El 25 de agosto apareció la modelo en la iglesia donde se iba a celebrar la boda. Como acompañante, un amigo suyo y no el caballero Felipe de Borbón. Fue después en la fiesta posterior cuando Eva Sannum se jugó su reinado. Al menos contribuyó a que meses después, el 14 de diciembre de ese mismo año, el príncipe Felipe anunciara a los periodistas que cubrían la información real en el palacio de la Zarzuela que lo suyo y de Eva se había acabado. Como dato curioso señalar que, como nunca se había oficializado ese noviazgo, la ruptura era una especie de poltergeist.
Volvamos a ese 25 de agosto. El diario 'El Mundo' publicaba la famosa foto de la espectacular futurible, su escote y su copa junto a un feliz heredero. La imagen se convirtió en motivo de debate en tertulias ajenas al mundo rosa, en programas de televisión y radio. Columnistas y opinadores se posicionaron. Como siempre, las dos Españas. Unos con Eva, su escote y su brandy, y otros en contra. Quizá la prensa social fue la más objetiva y sensata a diferencia de los cronistas políticos que imponían su verdad aduciendo razones totalmente inadecuadas que hoy se catalogarían de machistas.
No hubo piedad y las críticas fueron terribles. A partir de ese momento, la cuenta atrás para la ruptura fue un hecho. Al príncipe le obligaron a sacrificar su relación, que tuvo sus consecuencias en el terreno familiar y en el organigrama de Zarzuela. El heredero estuvo tiempo sin hablarse con su padre salvo en actos institucionales donde no había más remedio. El Príncipe de Asturias exigió la salida de Fernando Almansa, jefe de la Casa, a cambio de su ruptura.
Así acababa una historia de amor que comenzó en la primavera de 1997 cuando el destino hizo que se encontraran en una cena informal organizada por Carlos Mundy, dueño de la agencia de modelos Magic, donde trabajaba Eva al llegar a Madrid. Tenía 18 años y un año sabático para disfrutar de la vida en España y ganarse un dinero extra como modelo ocasional. Llegó con su amiga Katerina Knudsen y, como no tenían casa, Carlos Mundy las alojó en la suya. Un piso de doscientos metros cuadrados en el barrio de los Jerónimos donde también tenía la oficina, además de lugar de encuentro de la gente joven y guapa de Madrid.
El plan de Eva era volver a su país y retomar sus estudios superiores. El destino cambió su agenda vital y pasó más tiempo del previsto. Se matriculó en un curso de español para extranjeros en la Complutense. Trabajó, estudió y, sobre todo, disfrutó de la diversión en un Madrid donde las fiestas y reuniones sociales eran el pan de cada día. Carlos Mundy fue el 'celestino', sin saberlo, de ese primer encuentro entre el heredero y la modelo, cuyo romance, de no haber sucumbido a las presiones, podría haber cambiado la historia de España.
El entonces príncipe Felipe tenía amistad con Mundy, que a su vez formaba parte del círculo hípico de la infanta Elena. El empresario y jinete presumía de tener en Magic a las modelos más guapas y exóticas. Y así era. En el mismo grupo de jóvenes estaban los hermanos Fuster, Pepe Barroso, López Madrid o Miguel Goizueta. Este último salía con Katerina, la amiga de Eva y la que la convenció para que una noche la acompañara a cenar con el grupo de amigos de su novio. La cita era en el restaurante mexicano El Cuchi, un local en la calle Lagasca que estaba de moda entre la gente joven.
El príncipe y Eva compartieron mesa en el primer piso del local con el resto de los amigos. A partir de ese día volvieron a verse, se enamoraron y Felipe le ofreció un futuro compartido que nunca se materializó.
La boda de Haakon y Mette-Marit de Noruega el 25 de agosto 2001 tuvo una deriva importante que afectó de una manera definitiva la vida sentimental del entonces Príncipe de Asturias. Hace 23 años, Felipe VI y Eva Sannum vivían una historia de amor profunda y semiclandestina en el sentido de que nunca habían aparecido juntos. En el enlace del heredero noruego se daba por bueno que asistiría Eva, gran amiga de los novios. La presencia del Principe español también estaba confirmada.