La curiosa estrategia para salvar de la ruina el palacio de Soestdijk, la residencia que perteneció a los reyes de Holanda
Los intentos por sanear las cuentas de esta antigua propiedad real han ido desde la celebración de bodas hasta la organización de exposiciones, pero la última estrategia es la más curiosa
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Aunque actualmente pertenece a una empresa privada, entre el abultado patrimonio de los reyes de Holanda se encontraba el palacio de Soestdijk, que fue una de las residencias oficiales. Es una propiedad que, por no acoger ya actos institucionales, está bastante olvidada mediáticamente. Pero estos días ha vuelto a los titulares de la prensa del país por la curiosa estrategia que se está empleando para intentar salvarlo de la ruina.
Podría resultar antagónico el hecho de que fuera en su momento una de las residencias oficiales de la familia real y que actualmente esté prácticamente en la ruina. Pero no ha sido algo que haya pasado de la noche a la mañana, sino que el declive de este palacio ha ido aumentando conforme han pasado los años, al mismo ritmo que las diferentes ideas que han aplicado para intentar sanear sus cuentas.
Atrás quedó el esplendor que vivió hace unas décadas, cuando la familia real pudo volver de su exilio durante la ocupación nazi y fue el lugar elegido por la reina Juliana para vivir después de asumir el trono, en 1948. Pero, aunque la abuela del actual monarca vivió allí hasta su muerte, en 2004, en 1971 pasó a ser de propiedad estatal. Años después, en 2017, pasó a manos privadas, ya que se vendió al grupo MeyerBergman Heritage Group por 1,7 millones de euros.
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Pero en estos casi 20 años, desde la muerte de la reina Juliana hasta nuestros días, el palacio ha ido experimentando una cierta sensación de abandono, que se puede ver cuando se recorren sus diferentes estancias. Y es que, precisamente una de las formas en las que se han intentado sanear las cuentas de esta propiedad, primero por parte del Gobierno holandés y ahora de esa empresa privada que lo compró, fue su apertura como museo.
Aunque, tal y como hemos podido leer en diferentes reportajes publicados desde entonces, no es un edificio en el que se pueda sentir que fue una residencia real. Los Orange recogieron todas las pertenencias de Juliana y Bernardo que un día inundaron sus habitaciones y no fueron devueltas para su apertura, por lo que no hay ningún objeto personal que muestre cómo vivían los abuelos del actual monarca holandés.
Desde entonces no han sido pocas las iniciativas con las que se ha intentado sacar provecho de este palacio real. Son frecuentes las exposiciones que allí se organizan. Una de las últimas, con algunas de las joyas más importantes de la Corona holandesa. También el invernadero que hay anexo al palacio se ha convertido en escenario de bodas, poniendo como reclamo publicitario las vistas a Soestdijk.
Además, también son muchas las actividades programadas a diario para sus visitantes, tanto para los que compran la entrada para el interior -que ya cuesta unos 18 euros- como para los que optan solo por los jardines.
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Y la última iniciativa que se ha llevado a cabo está relacionada, precisamente, con estos jardines. Una iniciativa que además da una idea de lo difícil que está siendo hacer números para conseguir mantener este palacio y que su aspecto sea lo más decente posible. Hay que tener en cuenta que cada entrada a este espacio al aire libre cuesta 15 euros, pero está claro que la afluencia no es lo suficiente como para no tener que recurrir a otras técnicas.
Aunque en este caso, no es una iniciativa para que entre dinero, sino para que no salga. Porque desde palacio se están pidiendo voluntarios para cuidar el jardín. Se hace a través de un correo electrónico y no se ofrece un sueldo, sino formación para hacer el trabajo en condiciones, con lecciones que van desde usar una cortadora de césped hasta cuidar los diferentes tipos de planta que llenan el terreno.
Una estrategia curiosa, desde luego, y que no concuerda mucho con la mentalidad de los holandeses, tan práctica en lo monetario. Aunque no es del todo novedosa, ya que otras casas reales, como la británica, también piden de cuando en cuando voluntarios para ciertos trabajos en los palacios reales, con bastante éxito. También una forma, entre otras muchas aprobadas por Carlos III, para intentar sanar las cuentas de los Windsor.
Sea como sean, son muchos años ya los que, primero en manos del Gobierno y después de la citada empresa privada, se llevan aplicando diferentes iniciativas para salvar el palacio, aunque no es fácil que recupere el esplendor de los tiempos reales del que ahora gozan las otras residencias de Guillermo y Máxima de Holanda.
Aunque actualmente pertenece a una empresa privada, entre el abultado patrimonio de los reyes de Holanda se encontraba el palacio de Soestdijk, que fue una de las residencias oficiales. Es una propiedad que, por no acoger ya actos institucionales, está bastante olvidada mediáticamente. Pero estos días ha vuelto a los titulares de la prensa del país por la curiosa estrategia que se está empleando para intentar salvarlo de la ruina.