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'Queridísima mamá' cumple 40: Joan Crawford, maltrato infantil e icono travesti
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ANIVERSARIO

'Queridísima mamá' cumple 40: Joan Crawford, maltrato infantil e icono travesti

La película 'camp' por excelencia destrozó por completo la imagen de Crawford y se convirtió en una comedia involuntaria con millones de fans en el colectivo LGTBI

Foto: Faye Dunaway y Mara Hobel, en 'Queridísima mamá'. (CP)
Faye Dunaway y Mara Hobel, en 'Queridísima mamá'. (CP)

"Creo que la película llevó mi carrera hacia una dirección en la que la gente irremediablemente tendría una impresión equivocada de mí". La frase de Faye Dunaway sobre ‘Queridísima mamá’, expuesta en una de las pocas ocasiones en las que la actriz ha querido hablar de ella, lo dice todo. La protagonista de ‘Bonnie & Clyde’ nunca se sintió demasiado orgullosa de la 'impersonation' de Joan Crawford que hizo en la película de Frank Perry, que estos días cumple 40 años. La cinta adaptó el libro de Christina, hija adoptiva de la Crawford que confesó, una vez fallecida su madre en 1977, los supuestos maltratos a los que la había sometido (a ella y a su hermano) la legendaria estrella. Un calvario que deja a la altura del betún cualquier otro relato sobre famosos maltratadores que ha marcado para siempre la imagen de la actriz.

Las penurias comienzan ya en las primeras páginas, cuando la archienemiga de Bette Davis adopta a dos niños. Según el relato, Crawford obligaba a sus hijos a fregar los suelos en plena noche o los despertaba al grito de '¡no quiero más perchas de alambre!' cuando habían dejado sus minúsculos abrigos sobre ellas. Al menos, esa es la versión de Christina, que también rememoraba el afán de juventud de su madre o cómo sufrió lo indecible cuando fue despedida sin miramientos del que había sido su hogar, la Metro Goldwyn Mayer. Las consecuencias de ese despido suponen, de hecho, uno de los momentos más truculentos de la versión cinematográfica de la novela. En una escena rayana en lo grotesco, Dunaway-Crawford ahoga la pena cortando unos rosales, arañada, furiosa y enloquecida, en el jardín de su mansión.

placeholder Joan Crawford y su hija Christina. (Notorious Ediciones)
Joan Crawford y su hija Christina. (Notorious Ediciones)

Otros momentazos del icono ‘camp’ son aquellos en los que Crawford llama a la prensa para hacer que los niños abran los regalos de Navidad delante de los reporteros gráficos. Alguna periodista recordaba que aquello era “la cosa menos espontánea” que había visto en su vida. No es ningún secreto que el calificativo de maniática le venía que ni pintado a la estrella, que exigía rodar sus primeros planos con una luz elegida por ella misma y era exigente hasta el paroxismo con los directores. Con algunos, de hecho, llegaba a acostarse, demostrando (y demostrándose a sí misma para vencer sus innumerables complejos tras su ego gigante) que nadie podía con ella.

El espíritu de Joan Crawford

Partiendo del anecdotario real de Crawford, ‘Queridísima mamá’ fue un proyecto de luces (sobre todo para Paramount) que acabó envuelto en sombras. El rodaje fue tan extenuante que el resultado se acaba reflejando en pantalla, en el aire granguiñolesco de la película. El espíritu iracundo de Joan Crawford parecía haberse instalado en la propia Faye Dunaway, que traía de cabeza a todo el equipo. Una de las más damnificadas fue la diseñadora de vestuario, la legendaria Irene Sharaff. Las exigencias diarias sobre las hombreras y los vestidos casi acaban con su salud.

Otra de las actrices de la película tampoco tuvo piedad a la hora de describir la actitud de Faye Dunaway. "Joan se salía con la suya como una dama. Faye era despreciada porque era muy grosera con la gente. Ojalá hubiera aprendido de Joan", dijo Rutanya Alda.

placeholder Faye Dunaway, en 'Queridísima mamá'. (CP)
Faye Dunaway, en 'Queridísima mamá'. (CP)

Como mencionábamos al inicio de este artículo, no es ningún secreto lo decepcionada que Dunaway acabó con el resultado final de la película. Ella pensaba que iba a interpretar a Crawford como si fuese Lady Macbeth, profundizando en una personalidad desquiciada y traumatizada. Pronto se dio cuenta de que aquello era más un espectáculo ‘camp’ que una lección del Actor’s Studio. Cada día, los maquilladores se pasaban cuatro horas para emular el look de la protagonista de ‘¿Qué fue de Baby Jane?’, con sus cejas imponentes y sus labios carnosos y desafiantes, pasto de las imitaciones y referencia obligada para muchos espectáculos de travestismo. Aquel ‘makeup’ contribuyó, aún más, a potenciar la película como una comedia involuntaria. El estudio, consciente de lo que tenía entre manos, refrendó el carácter ‘kitsch’ en la publicidad para evitar el desastre. "¡Conoce a la MADRE más grande de todas!", decía el eslogan. El estreno no hizo más que confirmar que ‘Queridísima mamá’ era un producto paródico, más cercano al esperpento de ‘The Rocky Horror Show’ que al voltaje dramático de ‘Mildred Pierce’.

Tras ganar un Razzie por su interpretación, Dunaway se ha pasado décadas sin querer hablar de la película, como si se tratase de un mal sueño del que no acaba de despertarse. A la que, inesperadamente, tampoco le gustó el fenómeno ‘Queridísima mamá’ fue a la mismísima Bette Davis, cuya icónica enemistad con Joan Crawford ha propiado hasta una serie, ‘Feud’. Davis ni siquiera llegó a ver la cinta y ya habló pestes del libro. La obra, según ella, era injusta y despiadada con Crawford. “No leería basura como esa, y creo que fue algo terrible, terrible que una hija hiciera eso. ¡Una abominación! Hacer algo así con alguien que te salvó del orfanato, de hogares de acogida, de quién sabe qué. Si no le gustaba la persona que eligió ser su madre, era ya mayor y podía elegir su propia vida”, declaró.

placeholder Joan Crawford, en una foto de su época en la MGM. (Fotomontaje de Vanitatis)
Joan Crawford, en una foto de su época en la MGM. (Fotomontaje de Vanitatis)

Cuarenta años después de su estreno, la película que retrataba a la Crawford madre es un clásico a contracorriente, una película reivindicada por amantes de lo diferente como John Waters. Programas como 'Rupaul' no se han cansado de reivindicar las bondades de la cinta en sus espectáculos y el colectivo LGTBI la menciona en muchas ocasiones. Hay críticos que, de hecho, la valoran como una delicatesen kitsch. Otros no saben si la concienciación sobre el maltrato infantil ha hecho que la película sea hoy menos graciosa de lo que lo era en 1981. El prestigioso Rogert Ebert dijo en su día que no entendía que “nadie en su sano juicio” quisiera verla.

‘Queridísima mamá’ es también la barroca parodia de un mito, el espejo deforme sobre la crueldad de la fama y la maternidad vista como un escaparate de popularidad. James Boiley, crítico de ‘Flavorwire’, fue quizá el más acertado a la hora de definir las sensaciones que produce: “El personaje se vuelve tan grotesco que sus acciones no se configuran en un arco dramático o incluso en un perfil legible. Simplemente se amontonan, como coches en un accidente de tráfico, y todo lo que podemos hacer es quedarnos boquiabiertos”.

"Creo que la película llevó mi carrera hacia una dirección en la que la gente irremediablemente tendría una impresión equivocada de mí". La frase de Faye Dunaway sobre ‘Queridísima mamá’, expuesta en una de las pocas ocasiones en las que la actriz ha querido hablar de ella, lo dice todo. La protagonista de ‘Bonnie & Clyde’ nunca se sintió demasiado orgullosa de la 'impersonation' de Joan Crawford que hizo en la película de Frank Perry, que estos días cumple 40 años. La cinta adaptó el libro de Christina, hija adoptiva de la Crawford que confesó, una vez fallecida su madre en 1977, los supuestos maltratos a los que la había sometido (a ella y a su hermano) la legendaria estrella. Un calvario que deja a la altura del betún cualquier otro relato sobre famosos maltratadores que ha marcado para siempre la imagen de la actriz.

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