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Cien años de Deborah Kerr: su retiro dorado en Marbella, en palabras de José Luis Garci
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PROTAGONISTA DE 'DE AQUÍ A LA ETERNIDAD'

Cien años de Deborah Kerr: su retiro dorado en Marbella, en palabras de José Luis Garci

La actriz de 'Quo Vadis' vivió en la Costa del Sol durante varios años al lado de su marido, el prestigioso Peter Viertel. Ambos se convirtieron en vecinos muy queridos

Foto: La estrella,, en 1959. (Cordon Press)
La estrella,, en 1959. (Cordon Press)

Este jueves, 30 de septiembre, el mundo volverá a preguntarse cómo una jovencita que leía cuentos en Bristol se acabó convirtiendo en una de las estrellas mayores de la galaxia cinematográfica del siglo XX. Deborah Kerr, a menudo pelirroja indómita, a veces rubia gélida de volcánica mirada, habría cumplido 100 años si no fuera porque el 16 de octubre de 2007 nos la quitó para siempre. La actriz escocesa, que primero conquistó el cine británico con personajes como la monja atormentada de ‘Narciso Negro’ y más tarde voló a Hollywood para enamorar a varias generaciones con ‘De aquí a la eternidad’ o ‘Tú y yo’, es un personaje imposible de acotar en unas cuantas líneas.

Casada en segundas nupcias con el guionista (e hijo de la mítica Salka) Peter Viertel, Deborah Kerr también es una persona especial para los españoles. La estrella vivió un retiro dorado y discreto en Marbella durante varias décadas. Mientras personajes y más personajes de la Costa del Sol llenaban las revistas del corazón con sus fiestas y sus amoríos, una de las grandes damas del cine disfrutaba de la luz malagueña de manera distinta, en la intimidad de su chalé de Río Real.

placeholder Deborah Kerr y Peter Viertel, en 1964. (CP)
Deborah Kerr y Peter Viertel, en 1964. (CP)

Así, rodeada de recuerdos, recibió un día a José Luis Garci, amigo de su marido, para repasar su carrera y, en mayor o menor medida, su propia vida. El resultado de aquellas palabras es recuperado, en forma de libro, por la editorial Notorious en ‘Deborah’. Se trata de un repaso concienzudo a las hazañas de una mujer bellísima a la que Hollywood solo le pudo negar el Oscar, premio que consiguió, de manera honorífica, al final de su carrera y cuando ya no tenía que demostrarle nada a nadie.

En las páginas del libro, Garci recordaba la sensación de visitarla a ella y a Viertel en su paraíso marbellí: “La primera vez que estuve con Deborah Kerr, en su casa de Marbella, junto con Cobos, Marías –aquí hay que especificar, pues la dinastía es grande e ilustre: Miguel, Miguel Marías–, Tébar y Torres-Dulce, al despedirme de la chica escocesa de ojos azul Costa Azul, sentí el impulso de besarla. ‘¿Puedo?’, pregunté. Deborah sonrió y me dio vía libre. Le di dos besos, a la manera española. Sus mejillas estaban templadas, tenían la misma temperatura que el aire de esa mañana de junio. Tuve la sensación de haberla besado antes, muchos años atrás, en un transatlántico anclado en la pequeña bahía de Villefranche-sur-Mer”. La referencia a ‘Tú y yo’, con aquel amor en alta mar entre Kerr y Cary Grant que acaba con una cita fallida (por culpa de un maldito atropello) en el Empire State Building, será bien reconocible para todos sus admiradores.

placeholder Portada de 'Deborah'. (Notorious Ediciones)
Portada de 'Deborah'. (Notorious Ediciones)

La segunda vez que el director de ‘Volver a empezar’ la visitó fue para elaborar la larga entrevista que se ha convertido en un testimonio de primera mano para conocerla mejor. Como actriz y como mujer. “El segundo encuentro con Deborah fue distinto. Sin mediar palabra alguna, nos besamos nada más vernos, mientras Peter (Viertel) intentaba arreglar una bombilla del jardín. Era el primer día de agosto y hacía mucho calor, pero las mejillas de la princesa Flavia estaban frescas y olían a biznaga, un jazmín que sólo crece en Málaga”, rememoraba Garci.

Fue durante esa conversación cuando el director español le preguntó, por ejemplo, qué sintió siendo aquella joven que llegó a Hollywood; la escocesa que, tras protagonizar algunas de las revolucionarias cintas británicas del dúo Powell y Pressburger (no solo ‘Narciso Negro’, también ‘Vida y muerte del coronel Blimp’) se vio en películas con Spencer Tracy, fue la atractiva cristiana de ‘Quo Vadis’ o besó a un fornido Burt Lancaster en la playa de ‘De aquí a la eternidad’. “Trabajar en Hollywood es bastante duro. Si no filmas, te sientes frustrada; y si empalmas película tras película, que fue mi caso durante mucho tiempo, te agotas. Ten en cuenta que entonces trabajábamos seis días a la semana. Te levantabas a las cinco de la mañana. De casa a los Estudios –la Metro estaba en Culver City–, había cerca de una hora en coche. Yo vivía en una preciosa casa en Pacific Palisades. Ya existían atascos en los freeways. A las ocho, te habían maquillado, peinado, vestido y ofrecido varias veces café, y empezabas a filmar. Regresabas a casa a las siete, a veces más tarde, a las diez. Lo único que te apetecía era darte un baño largo y meterte en la cama con el guion”, recordaba la actriz.

Aquel ajetreo, que también la convirtió en una estrella, fue dando paso a la paz cuando se casó con Viertel en 1960. A su carrera profesional aún llegaron personajes mayores (¿quién podría olvidar a la institutriz de ‘Suspense’, la adaptación de ‘Otra vuelta de tuerca’, con la que nos deleitó en 1961?), pero Kerr prefirió una tranquilidad que se acentuó cuando ella y su marido adquirieron un centenario cortijo andaluz en 1967. Marbella fue la llave, el antídoto al ruido y el oropel de Hollywood. Cuentan que en Río Real la actriz podía pasear tranquilamente, como una vecina más, sin miedo a que la persiguiesen los flashes de los fotógrafos o las peticiones de autógrafos de sus fans. "Siempre estaba rodeada de gatos mientras leía los guiones que le enviaban o hacía punto de cruz", contaba a ‘Málaga Hoy’ el abogado Arturo Reque, amigo personal de la pareja.

placeholder Deborah Kerr, en 'Suspense'. (CP)
Deborah Kerr, en 'Suspense'. (CP)

En el mismo reportaje, el letrado rememoraba el especial empeño que la estrella ponía en aprender español. Para ella era muy importante integrarse totalmente en la sociedad en la que vivía, algo que demuestra que Deborah Kerr podía ser reservada, pero jamás distante. Para tal fin, poseía una libreta donde iba apuntando todas las palabras que no comprendía. “En una ocasión tardó más de cuatro días en averiguar qué significaba la expresión ‘culillo de mal asiento’, ya que acudió al diccionario y no encontró el significado”, contaba Reque.

El amor otoñal entre Deborah Kerr y su marido, del que fue testigo la Costa del Sol, fue tan grande que él murió apenas dos semanas después que ella, en octubre de 2007. Parece que, una vez apagada la llama de la legendaria Flavia de ‘Quo Vadis’, el talentoso escritor no quiso mirar ninguna otra luz, ni siquiera la de la Marbella que tan felices les hizo a ambos.

placeholder Junto a Cary Grant en 'Tú y yo'. (Cordon Press)
Junto a Cary Grant en 'Tú y yo'. (Cordon Press)

Representante de una generación de posguerra que alimentó los últimos años de la Edad Dorada de Hollywood, actriz consumada y llena de matices en todos sus personajes, Deborah Kerr permanece como un símbolo eterno al que también define muy bien José Luis Garci: “El azul de los ojos de Deborah es el mismo que el de la Gran Vía madrileña de los 50 cuando anochecía y se encendían las fachadas de los cines”.

Este jueves, 30 de septiembre, el mundo volverá a preguntarse cómo una jovencita que leía cuentos en Bristol se acabó convirtiendo en una de las estrellas mayores de la galaxia cinematográfica del siglo XX. Deborah Kerr, a menudo pelirroja indómita, a veces rubia gélida de volcánica mirada, habría cumplido 100 años si no fuera porque el 16 de octubre de 2007 nos la quitó para siempre. La actriz escocesa, que primero conquistó el cine británico con personajes como la monja atormentada de ‘Narciso Negro’ y más tarde voló a Hollywood para enamorar a varias generaciones con ‘De aquí a la eternidad’ o ‘Tú y yo’, es un personaje imposible de acotar en unas cuantas líneas.

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