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Abby Johnson, la inversora más influyente del mundo que (también) gana con los Leopard
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Abby Johnson, la inversora más influyente del mundo que (también) gana con los Leopard

Es la mujer más poderosa de las finanzas, pero odia la notoriedad. Procedente de una rica familia de Boston, dirige Fidelity Investments, una de las accionistas de Rheinmetall, la fabricante alemana de los tanques

Foto: Abby Johnson, en una imagen de archivo. (Reuters)
Abby Johnson, en una imagen de archivo. (Reuters)

Dejando a un lado las apreciaciones morales, a veces el juego de las altas finanzas ofrece momentos sublimes. Esta semana hemos asistido al roneo de Alemania y Estados Unidos a propósito de permitir el envío de los tanques Leopard a Ucrania, a lo que finalmente dieron luz verde. Como consecuencia, la fabricante alemana de los Leopard, Rheinmetall, subió el jueves en bolsa un 3%, sumando otro dato histórico al 150% que ya ha escalado desde el comienzo de la guerra. En un soleado despacho de un edificio no demasiado ostentoso de Boston, una mujer de 61 años, media melena oscura sin pulir y gafas, una mujer de la que usted nunca ha oído hablar, esboza una sonrisa. Es Abigail -Abby- Johnson, la gran dama de las altas finanzas y una de las mujeres más poderosas del mundo.

Johnson lidera Fidelity Investments, uno de los fondos de inversión norteamericanos que controlan Rheinmetall. Su paquete, de 2,99%, es significativo (aunque no es el mayor), y nos sirve de excusa para abordar la figura de esta misteriosa familia, pieza importante en el ajedrez financiero mundial a pesar de seguir a rajatabla la máxima de los aristócratas económicos: la discreción por encima de todo. “Ned Johnson es un yanqui de Boston a la vieja usanza que piensa que uno actúa de manera indecorosa si su nombre aparece en el periódico”, se lee en el obituario que publicó el 'New York Times' cuando murió el padre de Abigail, el legendario Ned Johnson, hace justo un año. “Cuando sus asesores le dijeron una vez que Fidelity tendría que hablar con la prensa, su respuesta fue 'bien, mientras no sea yo”.

Abby es la siguiente generación de una familia que empezó a construir su imperio hace varias generaciones. El abuelo de Abby, el segundo Edward C. Johnson, nunca quiso trabajar en los grandes almacenes que su padre tenía en la ciudad, CF Hovey. Prefería invertir y administrar las fortunas de otras personas. Así, fundó Fidelity Management & Research Company en 1946, con la idea de cuidar y hacer crecer el dinero de sus clientes, aunque algo avergonzado de beneficiarse de ello. “Una empresa como la nuestra”, dijo una vez, “nunca debería ganar tanto dinero”. El tercer Edward, Ned, tenía menos complejos.

placeholder Abby Johnson (derecha), en una conferencia económica en Idaho. (Reuters)
Abby Johnson (derecha), en una conferencia económica en Idaho. (Reuters)

El padre de Abby Johnson mostró desde el principio de su carrera su propia visión de Fidelity. Después de graduarse en Harvard, pasó dos años en el ejército y trabajó un breve periodo en State Street antes de unirse a Fidelity en 1957 como analista. Capitalista nato, demostró tener un olfato privilegiado para los negocios. Se hizo cargo de la compañía en 1972 convirtiéndola en un auténtico gigante financiero. Fue pionero en apostar por la innovación y en ciertas prácticas, mientras en su vida privada se convertía en uno de los mayores filántropos de Nueva Inglaterra. Su colección de arte estaba valorada en más de 40 millones de dólares.

A pesar de todo, el estilo de vida familiar nunca fue ostentoso. Ned Johnson vivía en un chalé adosado de tres plantas en el vecindario de Beacon Hill que hoy no costaría más de un millón de euros, con un jardín compartido. Tuvo tres hijos, Abby y sus hermanos pequeños, Elizabeth (Beth) y Edward IV. Abby mostró desde que era niña un interés genuino por el negocio familiar. “Recuerdo ir a la sala de operaciones”, dijo una vez, “y quedar cautivada por la energía, la emoción”. Su hermana Beth no está en las empresas familiares, y el cuarto Edward es presidente de Pembroke Real Estate, filial de Fidelity.

Desde abajo

Tras formarse (también estudió Historia del Arte) en buenas escuelas privadas, Abby comenzó a trabajar como consultora en Booz Allen Hamilton, en Nueva York, donde conoció al que sería su futuro marido, Christopher McKown. Se casaron en junio de 1988, el mismo año en que ella obtuvo un MBA de Harvard y se unió a la empresa familiar, al igual que su padre, como una humilde analista decidida a probarse a sí misma. A pesar de su alergia a la publicidad, anunciaron su boda en el 'New York Times', como es debido.

En un profundo perfil publicado por el 'Boston Magazine', se describe a Abby Johnson como una trabajadora nata que siempre ha intentado compensar con inteligencia y constancia la ausencia de ese olfato natural que tenía su padre. “No quería tener privilegios por ser 'hija de”, revela en el citado artículo un excompañero, "se postulaba para visitar 300 empresas, como el resto de nosotros”.

placeholder Edward 'Ned' Johnson. (Reuters)
Edward 'Ned' Johnson. (Reuters)

Mientras Johnson construía su carrera ladrillo a ladrillo en la empresa familiar, tuvo tiempo de formar una familia. Entre sus prioridades nunca estuvo formar parte de las frivolidades de la sociedad de Boston. Prefería llegar a tiempo de contarles un cuento a sus hijas, Julia y Eliza, que pasar la noche en alguno de los bailes o cenas de la ciudad. Hoy sigue siendo así. Dicen que dedica parte de su tiempo personal al voluntariado social, pero nunca delante de las cámaras.

En la década de los 2010 se produjo su ascenso definitivo a la cúpula de Fidelity, hasta que en 2016 asumió la presidencia. "La primera vez que alguien sin el nombre Edward se ceñía la corona de la compañía", escriben con cierto triunfalismo en el 'Boston Magazine'. En el plano profesional, su carrera se ha caracterizado por la valentía y la innovación (veremos qué factura le pasa su apuesta por las criptomonedas).

¿Feminismo?

Pero si alguna vez alguien tuvo la tentación de convertir a Abby Johnson en una referencia para el feminismo (el #MeToo prendió en 2017), rápidamente chocó de frente con la acusada personalidad de la financiera. Su estilo ha sido más sutil, implementando varias políticas contra el acoso sexual y a favor de la igualdad en la empresa. Las malas lenguas aseguran que no ha sido exclusivamente una cuestión de sensibilidad por el tema, sino para seducir a los nuevos inversores del mercado, mujeres y millennials, especialmente sensibles a estos temas. "Lo que creo que está demostrando Abby es que no es necesario practicar un deporte de contacto para tener éxito en el mundo financiero. Está liderando en lugar de hablar de ello, predicando con el ejemplo", explica en el 'Boston Magazine' su amigo John Fish, presidente y director ejecutivo de Suffolk Construction.

Con un patrimonio personal valorado por 'Forbes' en 22.000 millones de dólares, Abby Johnson, su marido Chris y sus dos hijas siguen siendo, a día de hoy, "patológicamente privados". Simpática y cálida en las distancias cortas, conocerla 'de verdad' es privilegio de unos pocos. La familia sigue viviendo en el barrio de las afueras de Boston donde se establecieron sus antepasados. Como gente normal.

Dejando a un lado las apreciaciones morales, a veces el juego de las altas finanzas ofrece momentos sublimes. Esta semana hemos asistido al roneo de Alemania y Estados Unidos a propósito de permitir el envío de los tanques Leopard a Ucrania, a lo que finalmente dieron luz verde. Como consecuencia, la fabricante alemana de los Leopard, Rheinmetall, subió el jueves en bolsa un 3%, sumando otro dato histórico al 150% que ya ha escalado desde el comienzo de la guerra. En un soleado despacho de un edificio no demasiado ostentoso de Boston, una mujer de 61 años, media melena oscura sin pulir y gafas, una mujer de la que usted nunca ha oído hablar, esboza una sonrisa. Es Abigail -Abby- Johnson, la gran dama de las altas finanzas y una de las mujeres más poderosas del mundo.

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