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Vivien Leigh y España: crisis amorosa en Torremolinos, doncella de La Rioja y una amiga en Barcelona
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110 aniversario

Vivien Leigh y España: crisis amorosa en Torremolinos, doncella de La Rioja y una amiga en Barcelona

La actriz británica, que alcanzó el éxito y la fama mundial con el personaje de Escarlata O'Hara, tiene más conexiones de las previstas con nuestro país. Las recordamos cuando habría cumplido 110 años

Foto: La estrella en 'Lo que el viento se llevó'. (CP)
La estrella en 'Lo que el viento se llevó'. (CP)

La dimensión trágica de Vivien Leigh, su imagen como heroína romántica, no tiene fin. Hace apenas unos días supimos, de boca del actor Patrick Stewart, que la actriz había llorado lo suyo durante una reposición de su cinta más famosa, 'Lo que el viento se llevó'. Hasta el punto de tener que salir del cine. La historia es otra muesca de la larga hilera de anécdotas que acentúan su dimensión melancólica.

Este domingo, esta británica nacida en la India, de ojos imposiblemente verdes, habría cumplido 110 años. Muchos de nuestros compatriotas no sospechan que su relación con España va mucho más allá del estreno de 'Lo que el viento se llevó' en el Madrid de los años 50, cuando se pudo ver muchos años después de su llegada a las salas en Estados Unidos. ¿La razón? La "lascivia contumaz" que la censura franquista vio en el personaje de Escarlata O'Hara.

Vivien Leigh viajó en varias ocasiones a nuestro país, tuvo una doncella riojana, Domitila Martínez, y se carteó con Elvira Bonet, una catalana que atesora valiosos objetos personales de la estrella. Leigh fue eso, una estrella, pero a su pesar. Siempre prefirió los aplausos del público en el teatro al oropel de Hollywood. De ahí su escasa filmografía.

placeholder Vivien Leigh, en su madurez. (CP)
Vivien Leigh, en su madurez. (CP)

El amor por las tablas lo adquirió a raíz de su matrimonio de dos décadas con Laurence Olivier. Fue durante una crisis matrimonial cuando la pareja viajó a Torremolinos, en 1957. La prensa captó aquellas vacaciones, para disgusto del matrimonio, que se casó en 1940 tras cometer ambos adulterio y vivir un amor prohibido. En 1957, cuando llegaron a Málaga, las cosas ya no eran tan idílicas. La llama del romance a hurtadillas se había convertido en achaque y desidia con el paso de los años.

En aquel Torremolinos de posguerra, Olivier y Leigh cogieron un taxi para ir a Marbella, Ronda, Málaga, Mijas o Churriana. En el hotel jugaron a las cartas y discutieron como fieras. Como contaría, tiempo después, el propio Laurence Olivier en su autobiografía, las discusiones con su mujer convirtieron el viaje en “miserable” para el matrimonio Seiddman, que les acompañaba. El director y protagonista de 'Hamlet' padeció gota y tuvo que pasar el día de Navidad, que también formó parte de aquellas vacaciones, en la cama.

En uno de sus días de hotel, la pareja atendió a los medios gráficos. Dos de los medios presentes, 'Primer Plano' o 'Sábado Gráfico', se fijaron más en la belleza de Escarlata O'Hara que en la tensa cordialidad que existía entre ella y su pareja. Cuando algún plumilla le preguntó cuál era su director favorito, la intérprete lo tenía claro. "Mi marido, ¡por supuesto!”. Ninguno de los dos se pronunció, por cierto, sobre la situación política de la España de la época. Ese era un melón que no quisieron abrir.

placeholder Laurence Olivier y Vivien Leigh, en una imagen de sus años jóvenes. (CP)
Laurence Olivier y Vivien Leigh, en una imagen de sus años jóvenes. (CP)

Elvira, la amiga catalana

Otro de los puntos de conexión de la estrella con nuestro país es Elvira Clara Bonet, una fan española que, a día de hoy, sigue manteniendo contacto con los nietos de Leigh. En su casa del barrio de Horta de Barcelona, Bonet sigue conservando objetos que los familiares de la actriz han ido dándole, generosamente, a lo largo de los años, lo cual ha configurado un pequeño museo casero. ¿Cómo llegó a conseguir ese catálogo de pertenencias de Vivien una sencilla mujer de Barcelona?

Elvira mantuvo correspondencia con la protagonista de 'Un tranvía llamado deseo' durante años. También logró conocerla en su casa de Londres, a la que acudió en dos ocasiones en la década de los 60, cuando Leigh ya era una mujer madura y se había separado de Laurence Olivier. Elvira llevaba una carta para leerla ante la actriz y se puso algo nerviosa cuando tuvo que recitarla. Leigh fue cordial, nada diva pese a su coquetería: se arreglaba con empeño para cualquier visita y era escrupulosa en su puntualidad británica. Cristina Vives, la amiga que acompañaba a Elvira, le advirtió: "No sabe hablar muy bien inglés". La actriz las dejó tranquilas con su respuesta: "No se preocupen por su inglés. Yo le hablaré muy despacio en mi idioma y así me entenderá".

placeholder Leigh, Olivier y Marilyn Monroe, en una imagen de la presentación de 'El príncipe y la corista'. (CP)
Leigh, Olivier y Marilyn Monroe, en una imagen de la presentación de 'El príncipe y la corista'. (CP)

Unos años después, en 1964, la catalana volvió a visitarla y le regaló un medallón con motivo del 25º aniversario de 'Lo que el viento se llevó'. Una joya cuyo paradero, por cierto, desconoce hoy en día, a sus más de 80 años.

placeholder Elvira Clara Bonet (izda.) junto al nieto y a la hija (Suzanne, ya fallecida) de Vivien Leigh. (Cortesía)
Elvira Clara Bonet (izda.) junto al nieto y a la hija (Suzanne, ya fallecida) de Vivien Leigh. (Cortesía)

Una vida de altibajos

Sin embargo, la española que más cerca estuvo de la protagonista de 'El puente de Waterloo' fue su última doncella, la riojana Domitila Martínez, que estuvo con ella hasta el final de sus días y pudo comprobar, en primera persona, la decadencia de la beldad. Pese a estar enferma de tuberculosis, Vivien Leigh fumaba como un carretero, se pasaba los días tosiendo y aún quedaban en ella secuelas de una bipolaridad mal diagnosticada que le había amargado los mejores años de su vida.
Fue debido a la enfermedad mental por lo que tuvo que renunciar, por ejemplo, al rodaje de 'La senda de los elefantes' a mediados de los 50. Durante algunas secuencias, erraba y recitaba de memoria los diálogos de 'Un tranvía llamado deseo'. El estudio la sustituyó por Elizabeth Taylor.

placeholder Vivien Leigh, en 'Lo que el viento se llevó'. (CP)
Vivien Leigh, en 'Lo que el viento se llevó'. (CP)

En los años 30, cuando estaba casada con el abogado Leigh Holman, al que acabaría engañando con Olivier, la joven Vivien no podía imaginar que se haría famosa en medio planeta. Tampoco que la bipolaridad acabaría minando su salud, su estado de ánimo, y su relación con el hombre de su vida, que como se puede suponer no fue otro que Laurence Olivier.

Batalló como nadie para conseguir el papel de Escarlata O'Hara en 'Lo que el viento se llevó' y una vez ganado el Oscar a la mejor actriz, huyó de los fastos de Hollywood para decantarse por el teatro. Los años la acabaron convirtiendo en esa Blanche DuBois a la que encarnó en el teatro y en el cine (ganó su segundo Oscar por la también emblemática 'Un tranvía llamado deseo') en un personaje de Tennessee Williams: una mujer ajada por el tiempo, prematuramente envejecida e inyectada de nostalgia por un pasado que no puede recuperar, que nunca volverá. Cuando murió, el 8 de julio de 1967 a los 53 años, los teatros de Londres apagaron las luces de sus marquesinas durante una hora en su honor.

placeholder Leigh, en una de las secuencias más famosas de 'Lo que el viento se llevó'. (CP)
Leigh, en una de las secuencias más famosas de 'Lo que el viento se llevó'. (CP)

Muchos años después, en la década de los 80, Laurence Olivier lloró amargamente al ver 'Lady Hamilton', una de las películas que había protagonizado junto a ella en televisión. Compungido, sin despegar su mirada de la pequeña pantalla y con los ojos llenos de lágrimas, le dijo a un amigo: "Esto sí que era amor. Verdadero amor".

*Jose Madrid es el autor de 'Vivien Leigh: la tragedia de Scarlett O'Hara'.

La dimensión trágica de Vivien Leigh, su imagen como heroína romántica, no tiene fin. Hace apenas unos días supimos, de boca del actor Patrick Stewart, que la actriz había llorado lo suyo durante una reposición de su cinta más famosa, 'Lo que el viento se llevó'. Hasta el punto de tener que salir del cine. La historia es otra muesca de la larga hilera de anécdotas que acentúan su dimensión melancólica.

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