Esto es lo que tienes que hacer si quieres adelgazar para siempre
Ya lo decía el oráculo de Delfos: conócete a ti mismo. Y este es precisamente el punto de partida de la alimentación consciente. Ah, y también hay que hacer caso a Juvenal. Mens sana in...
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Cuando nos ponemos a dieta, cambiamos de hábitos alimenticios e ingerimos menos calorías. A la vez, elevamos la actividad con paseos o ejercitándonos en el gimnasio. Sin embargo, solemos descuidar el aspecto psicológico y eso que muchas veces el sobrepeso proviene del hambre emocional. Aunque existen varios tipos más de apetitos (por ejemplo, el de la vista, el de la nariz o el celular), este es el que sentimos en la mente y no en el estómago. Puede ser consecuencia de la ansiedad, la tristeza o cualquier otro estado de ánimo que enmascara un problema. Y utilizamos la comida como factor regulador de esos sentimientos.
Cada vez más dietas refuerzan ese aspecto psicológico con las indicaciones de un coach y la terapia de grupo. Pero cuando este apoyo termina porque el proceso ha culminado, ¿cómo no volver a caer? Debemos aprender a controlarnos de forma individual. Y el mindful eating (alimentación consciente) nos ayuda a lograrlo. Con esta práctica “aprendemos a comer con los cinco sentidos y el hecho de estar plenamente conscientes nos hace darnos cuenta de lo que pensamos y de las emociones que nos genera el alimento que tenemos delante”, explica Teresa Moroño, bioquímica, máster en psicología clínica y experta en mindfulness, fundadora de Be Mindful Spain.
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Con el mindful eating se da un acercamiento de forma consciente al sufrimiento y a la ansiedad, y esto hace que podamos entenderlo y trascenderlo: “Nos exponemos constantemente a las sensaciones, emociones y pensamientos que causan tus patrones de alimentación, para poder romper las conductas, superar la experiencia de sufrimiento, eliminar culpas y crear otra visión del acto de nutrirnos”, afirma Moroño.
Aunque aprender mindful eating no implica el tener que seguir una dieta determinada, en general las personas que comienzan a comer con una mayor atención experimentan una pérdida de peso. Esto se debe a varias razones, como detalla la fundadora de Be Mindful Spain:
1. La estrategia del caracol
Gracias al estado de atención plena que se comienza a aplicar en la alimentación, la velocidad con la que se come se ralentiza. A los 20 minutos aproximadamente del inicio de la ingesta nuestro sistema gastrointestinal comienza a liberar los péptidos y hormonas que mandan la señal de saciedad al hipotálamo. Si en ese tiempo has comido menos, ingieres menos calorías y adelgazas.
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2. Conócete a ti mismo
La segunda razón tiene que ver con el conocimiento de uno mismo, que adquieres con las meditaciones y prácticas introspectivas que se practican y que constituyen las herramientas de mindful eating. La meditación al comer te acerca a los orígenes y a las causas del sufrimiento, realmente comprendes cuándo y cómo se originó el trastorno de ansiedad. Además te enseña a regular las emociones que se generan en el acto de comer y adquieres una mayor amabilidad hacia ti mismo. Aprendes a procurarte lo que necesitas para tu propio bienestar y a sanar esa relación enferma que se tiene con uno mismo cuando existe este tipo de trastorno.
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3. Mens sana in corpore sano
Después de este conocimiento interior, de este proceso de desarrollo personal que implica el mindful eating -y que dura como mínimo 8 semanas realizando las prácticas sugeridas en los cursos de alimentación consciente-, es más que probable que tu alimentación comience a ser más sana, puesto que aprendes a cuidarte desde la consciencia y el conocimiento, entendiendo qué es bueno para ti en cada momento de tu vida. Esta alimentación más sana, ordenada y acorde a tus necesidades, y desde el amor a uno mismo, hace que adelgaces y mantengas la báscula estable una vez logrado el peso ideal. Te quieres, te perdonas, te cuidas por dentro y, como consecuencia, también por fuera.
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Cuando nos ponemos a dieta, cambiamos de hábitos alimenticios e ingerimos menos calorías. A la vez, elevamos la actividad con paseos o ejercitándonos en el gimnasio. Sin embargo, solemos descuidar el aspecto psicológico y eso que muchas veces el sobrepeso proviene del hambre emocional. Aunque existen varios tipos más de apetitos (por ejemplo, el de la vista, el de la nariz o el celular), este es el que sentimos en la mente y no en el estómago. Puede ser consecuencia de la ansiedad, la tristeza o cualquier otro estado de ánimo que enmascara un problema. Y utilizamos la comida como factor regulador de esos sentimientos.