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El efecto Yolanda Díaz o la evolución de estilo en busca de la aceptación política
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DE PABLO A YOLANDA

El efecto Yolanda Díaz o la evolución de estilo en busca de la aceptación política

Hablamos con expertos acerca del poder de su imagen a la hora de ser valorada por los votantes

Foto: Yolanda Díaz en un encuentro en Gijón (EFE)
Yolanda Díaz en un encuentro en Gijón (EFE)

Yolanda Díaz, vicepresidenta tercera y ministra de Trabajo, está de moda. Cuando Iglesias dimitió y alegó que la política necesitaba ser feminizada, fue imposible no pensar en Yolanda y en lo que supondría el relevo. Pablo Iglesias se ha caracterizado por transgredir las normas del estilismo en el encorsetado mundo de la política y, por más que nos quieran hacer pensar que lo ha hecho sin darle un mínimo de importancia a la moda, sería ingenuo creerlo.

Al fin y al cabo, una de las primeras cuestiones que salen a la luz cuando nace un nuevo movimiento, partido o incluso religión es bien simple: “¿Qué nos ponemos?”. Como señala Lucía De la Riva, autora del libro 'La indumentaria como herramienta de comunicación política': “la indumentaria como una herramienta de comunicación va más allá de un discurso político, de reglas de protocolo y ceremonial. La indumentaria tiene su propio lenguaje. Es importante dejar de verla solo como moda para pasar a verla como una herramienta de poder y gobierno”.

La moda no es ni un disfraz ni una banalidad, sino un modo de expresión y un poderoso instrumento de comunicación política, y el que Pablo subvirtiera los códigos estéticos le sirvió, especialmente al comienzo de su andadura, para reforzar su mensaje. Marta Pontnou, asesora de imagen, no cree que en realidad su estética tuviera, sin embargo, una finalidad tan concreta. “Pablo no tiene símbolos de rebeldía, sino dejadez. No hace nada y cuando intenta arreglarse, lo hace peor. Estéticamente le dedica cero segundos a arreglarse, y su look no es estudiado”, señala. “Su discurso iba ligado a que los políticos y la casta quedaban representados por el traje, y por ello él vestía diferente. Mantuvo esa idea y creo que la llevó al exceso, hasta casi la caricaturización, pues cuando se ponía el esmoquin, terminaba pareciendo el camarero”, comenta la asesora de imagen Anitta Ruiz. "El problema está en que la gente piensa que vestir bien es de derechas, y es un concepto erróneo. Se vincula una postura política con tener dinero, y el tener dinero con el poder comprar ropa cara, que se asocia a vestir bien, y no es así. Los políticos de izquierdas creen que no pueden vestir bien porque es algo frívolo y vinculado a la derecha, pero no es así: la moda es comunicación y poder", comenta Pontnou.

En un momento en el que no ha sido apoyado, no es extraño encontrar en la estética de Yolanda Díaz no una opción B, sino una opción igualmente válida con la que mandar el mismo mensaje pero haciendo uso de unos códigos estéticos más fácilmente aceptados por la mayoría. Al fin y al cabo, Isabel Díaz Ayuso ha celebró su victoria enfundada en un traje de Zara que tiene en otros dos colores, y su estética, lejos de ser transgresora, resulta cercana y correcta para sus seguidores. Al parecer, en el campo del pop o del cine, admirar a quienes visten diferente funciona, pero, en el campo de la política, la mayoría busca un espejo que no distorsione sino que devuelva su propia imagen. “La gente quiere que sus líderes vayan bien vestidos; quiere verse reflejada en ellos. A un líder lo sigues por varias cosas; por cómo habla y por cómo actúa, pero también por cómo viste, por la estética. Yolanda lo que hace es ser fiel a su estilo y a su cargo, pues es muy consciente del papel que tiene. Sabe que necesita un armario ordenado”, explica Marta Pontnou. Al fin y al cabo, como señala J.A Martín en 'MK. Marketing y ventas para directivos', “la imagen se ha transmutado en uno de los principales factores de valoración política originando que la apariencia, los gestos y los modos de los políticos se hayan convertido en aspectos de notable influencia en las conductas de los electores”.

Yolanda Díaz apuesta siempre por looks carentes de estridencias, perfectos para evocar sofisticación sin exageraciones y sin llevar al extremo el casual, que en exceso, lejos de acercar a la ciudadanía, la aleja. Se decanta por mascarillas estampadas y ha sido una de las primeras en apoyar el uso de mascarillas transparentes, que facilitan una comunicación más accesible a las personas con discapacidad auditiva. Sus looks están llenos de guiños ideológicos pero, al igual que ocurre con las políticas estadounidenses, estos son sutiles y menos evidentes que los de Pablo, que ha apostado en diversas ocasiones por la marca 198, y por supuesto que los de Esperanza Aguirre, a la que hemos visto lucir un pañuelo a modo de chal de la marca Ayusoshop.

Trajes blancos con los que rendir homenaje a las sufragistas, camisas con lazada al cuello como las que luce Kamala Harris e incluso jeans, como los que llevó el 1 de mayo o al defender ante los grupos parlamentarios el real decreto-ley que regula el trabajo a distancia y el real decreto-ley de medidas sociales en defensa del empleo, forman parte de su armario en clave laboral, en el que no faltan vestidos entallados que recuerdan a la estética de Letizia Ortiz e incluso a los de la jueza Ayala. “En España nos hemos dado licencias estéticas que en el mundo anglosajón no se permiten, porque son ultraestrictos en cuestiones de vestimenta. A Pablo le jugó al comienzo una muy buena pasada su look casual, porque mandaba esa idea de que era 'uno de los nuestros', pero creo que se ha quedado estancado en una evolución que considero que no habría podido levantar. Habría tenido una mayor crisis de imagen si hubiera cambiado de estética que cuando se cambió de casa, con todo lo que conllevó”, comenta Anitta Ruiz.

“Nos guste o no, el concepto de impacto visual es algo muy lógico que se desarrolla y cambia con los años. Ahora hemos normalizado ver a alguien en el Congreso con traje y sin corbata, pero aunque las cosas cambian, en realidad no lo hacen tanto. El efecto Yolanda, estéticamente, se va a notar mucho. La estética de las apariciones públicas de Irene Montero desde la llegada de Yolanda ha cambiado. El otro día, sin ir más lejos, fue a votar con zapatos de tacón y gabardina, algo que antes habría sido impensable. Hay decenas de artículos sobre el estilo de Yolanda y nadie ha puesto su capacidad en duda, pero Irene ha aparecido en un par de publicaciones de moda y se le han echado encima, porque en ella resulta impostado. Creo que se ha dado cuenta de la importancia de encajar”, concluye Anitta. La conclusión es muy sencilla: somos mucho menos modernos de lo que pensamos, y Yolanda Díaz bien lo sabe.

Yolanda Díaz, vicepresidenta tercera y ministra de Trabajo, está de moda. Cuando Iglesias dimitió y alegó que la política necesitaba ser feminizada, fue imposible no pensar en Yolanda y en lo que supondría el relevo. Pablo Iglesias se ha caracterizado por transgredir las normas del estilismo en el encorsetado mundo de la política y, por más que nos quieran hacer pensar que lo ha hecho sin darle un mínimo de importancia a la moda, sería ingenuo creerlo.

Yolanda Díaz
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