Por qué es importante hablar de moda en política
Analizamos las razones por las que la moda desempeña un papel esencial en la política
Sería absurdo negar una obviedad: la moda se utiliza para juzgar con alevosía a las políticas, del mismo modo que se emplea para criticar a doctoras, amas de casa o bailarinas profesionales. Sin embargo, tampoco podemos negar otra cosa: la moda sirve para mandar mensajes, y negarlo es igualmente sexista. Cuando Kamala Harris dio su discurso enfundada en un traje blanco con el que rendir homenaje a las mujeres sufragistas, quería que el significado de su look fuera contado, y haberlo silenciado habría resultado un error imperdonable.
La estética de Margaret Thatcher siempre ha sido analizada, pero al ser ella plentamente consciente de ello, se encargó de que sus looks mandaran los mensajes que quería sin necesidad de abrir la boca. Con su estrategía de power dressing consistente en trajes compuestos por faldas midi y chaquetas quería demostrar estar en el poder, y sus camisas con lazada otorgaban una feminidad a un armario que no fue especialmente aplaudido por sus compañeros conservadores. Sin embargo, las ahora omnipresentes blusas pussy bow se convirtieron en su seña de identidad y en una forma de diferenciarse de los hombres. Ni siquiera su collar de perlas era arbitrario. Se trataba de un collar que le regaló su marido justo antes de ser madre, recordándole al mundo que detrás de la Dama de Hierro había una familia. Aunque estamos acostumbrados a analizar con esmero el armario de las mujeres, los hombres políticos llevan años creando de forma minuciosa uniformes con los que mandar mensajes mediante los colores (la colorimetría es una ciencia esencial en la política), los accesorios empleados (¿acaso el pendiente de Pablo Iglesias fue casualidad?) o la ausencia de los mismos (tampoco es fruto del azar que el vicepresidente segundo no utilice corbatas). El que sus armarios no sean apenas examinados les ha servido para mandar mensajes de forma más sutil, y por ello, más escurridiza e imperceptible.
La moda ha vuelto a convertirse en el tema de conversación estrella del panorama político a causa de Cori Bush, la representante del estado de Missouri en el Congreso. Cori subió a sus redes sociales un desfile de moda virtual improvisado en el que lucía los looks obtenidos en tiendas de segunda mano con los que poder desempeñar su nuevo papel político. “La mayoría de las personas que forman parte del Congreso no pertenecen a la clase trabajadora. Cuando una persona normal como yo entra en este mundo, es difícil asumir lo mucho que cuesta tener los looks necesarios para desempeñar este trabajo”, explicaba en sus redes, aclarando que por ello, se iba a elegir looks a tiendas de segunda mano. Alexandria Ocasio-Cortez fue una de las que aplaudió su tuit y compartió sus trucos para comprar y las ventajas que la segunda mano tiene para el medioambiente.
Se ofreció a acompañar a Cori, de profesión enfermera, en sus sesiones de compras y comentó que la representante de Massachusetts, Ayanna Pressley, la demócrata Pam Keith y la vicepresidenta de políticas públicas de Planned Parenthood Southeast, Nikema Williams, son otras de las políticas que apuestan por la moda de segunda mano. Si alguien pensaba que esta revelación es un discurso de moda banal, se equivoca. Cori Bush ha señalado que cuando alguien es elegido para formar parte del Congreso, no cobra su salario hasta finales del mes de enero, por lo que hablamos de una laguna financiera de tres meses. “Has de encontrar la forma de sobrevivir meses sin cobrar. Tenemos que lograr que el Congreso sea más accesible para la gente de la calle”, aseguraba. Su discurso fue más allá. “Esto también hace alusión al impuesto rosa. La ropa que llevo puede ocupar titulares, pero los hombres no han de preocuparse de esto. Tenemos que invertir más en nuestros looks”, explica.
Este discurso demuestra que las mujeres son juzgadas con mayor severidad, pero también que la moda puede servir para exponer problemas esenciales. ¿Por qué no tomar el sexismo del sistema para recalcar a su vez el papel que la moda puede desempeñar como altavoz? "Cuando una elección de moda parece ser el símbolo de un cambio generacional, ignorar lo que alguien lleva precisamente por ser mujer es caer en el mismo estereotipo. La moda es parte de la política y se emplea para comunicar posturas y personalidades”, asegura el medio ‘The New York Times’. Cuando Alexandria Ocasio-Cortez fue portada de ‘Vanity Fair’, la comentadora política Sunanda Vashisht criticó que su look costara más de 13.000 euros, olvidando por ello no solo que en las revistas de moda los outfits son cedidos por las marcas para la sesión de fotos (no pasan, por ello, a formar parte del armario de quien con ellos posa) y el vital significado del traje blanco que la política lucía.
En definitiva, hablar sobre el precio de los looks de las políticas ha de servir para dos cosas. Para señalar las dificultades económicas que ha revelado Cori Bush y para ahondar en la importancia de apostar por la moda de segunda mano, esa que desde Hollywood promueven actrices como Cate Blanchett, la que las royals recalcan al repetir sus looks y la que por fin ahora ha encontrado en la política su mejor escenario de debate. Si reconocemos la importancia que en realidad la moda tiene en la política, lograremos normalizarla, por lo que por fin nos acercaremos a una realidad en la que la moda no pueda ser empleada ni para criticar ni para mermar el poder. Por eso, es esencial hablar de la importancia de la moda en la política: porque la tiene.
Sería absurdo negar una obviedad: la moda se utiliza para juzgar con alevosía a las políticas, del mismo modo que se emplea para criticar a doctoras, amas de casa o bailarinas profesionales. Sin embargo, tampoco podemos negar otra cosa: la moda sirve para mandar mensajes, y negarlo es igualmente sexista. Cuando Kamala Harris dio su discurso enfundada en un traje blanco con el que rendir homenaje a las mujeres sufragistas, quería que el significado de su look fuera contado, y haberlo silenciado habría resultado un error imperdonable.
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