Temporada de vinos blancos y meses para descubrir perfiles diferentes
Tan obvio como desterrar la idea del consumo estacional de los vinos es el hecho de que el tiempo en el que nos encontramos es 'temporada alta' para el blanco
Igual que los tintos se pueden tomar en verano, los blancos son perfectamente recomendables en invierno. Hecha la afirmación –obviedad me atrevo a decir–, en estos meses de verano son rosados y blancos los que marcan la pauta en lo que a vinos se refiere. Una realidad comprobable a la par que estupenda porque hay tiempo para descubrir, probar y disfrutar con las grandes elaboraciones blancas que se vienen haciendo en este país. Las hay de sobra conocidas aunque no sean las más reseñables, si bien es cierto que su éxito de ventas entre los consumidores no admite un pero.
En todo caso, tenemos la suerte de que es inabarcable la oferta más que recomendable entre los cientos de etiquetas existentes. Imposible conocerlas todas y por esa razón un motivo para referir hoy esta selección de vinos blancos que no se cuentan entre los más habituales (ni en la oferta ni en la demanda) y que responden a perfiles distintos porque el gusto también lo es. Además, con procedencias diferentes porque eso también los distingue, al igual que el sistema de elaboración o las variedades que los conforman. En resumen, merecedores de ser tenidos en cuenta y con una horquilla de precios ‘manejable’ en comparación con lo que sucede en nuestro vecino galo. Los reunidos, junto a frescura y potencia aromática, suman volumen, complejidad, estructura, carnosidad.
Una nueva elaboración que se corresponde con la etapa de renovación que vive Raimat. Bodega de la DO Costers del Segre, propiedad del grupo Raventós Codorníu, y que apuesta por la expresión de los terruños de sus fincas, trabajadas totalmente en ecológico. Bajo esta filosofía nace Raimat Turons de la Pleta 2020 (16,95 €), un monovarietal de chardonnay con 12 meses de crianza en fudre de roble francés. La gama Turons (este blanco y el tinto Turons de Vallcorba) procede de viñas seleccionadas de una parcela situada en uno de los 'turons' de la bodega (una elevación del terreno que, por lo general, no supera los cien metros desde la base hasta la cima), influidos por el viento del Cierzo y con suelos calizos con guijarros en superficie, lo que favorece la insolación de las uvas y su maduración. El resultado, un vino expresivo, amable, intenso en aromas, con notas de frutas blancas y de hueso. Con cuerpo, untuosidad y frescura frutal en el paso de boca.
Desde Rioja Alavesa, donde se localiza Bodegas Amaren (hermana de Bodegas Luis Cañas y bodega que nacía en homenaje a Ángeles, la madre de Juan Luis Cañas y esposa del fundador, Luis Cañas), un agradable 'coupage' de variedades blancas riojanas, Amaren Blanco Fermentado en Barrica 2019 (19,30 €). Con la viura como mayoritaria, cuenta con el acompañamiento de malvasía y tempranillo blanco, de viñedos de más de 60 años sobre suelos pobres y calizos de las zonas más altas. Un vino de producción limitada, con una crianza de 10 meses en barrica y huevo de hormigón con sus lías, que previamente fermenta en barricas de roble francés de distintos tamaños y una pequeña parte también en ese hormigón. Un vino elegante, aromático, con notas cítricas, tropicales y de frutas de hueso, recuerdos de panadería y toque mineral. Cremoso, con una fresca acidez y sensación salina en el paso. Persistente y con estructura para seguir creciendo en botella.
Rías Baixas es una de las ‘triunfadoras’ en tiempo estival por los vinos que allí se elaboran, si bien es cierto que en la zona empiezan a ‘pelear’ en pro de los vinos con tiempo en botella (periodo en el que ganan en complejidad), intentando alejarse del hábito extendido de que los suyos son vinos para consumir en el año. Y es que la acidez que les es propia facilita ese interesante recorrido y crecimiento durante el tiempo que reposa en la botella. ¡Todo esto sin tener contacto con madera!! Un buen ejemplo de los muchísimos existentes es este Martín Códax Arousa 2019 (19 €) que elaboran en la emblemática Martín Códax. La particularidad de esta etiqueta es que procede de viñas de albariño situadas a pie de mar en Cambados (Pontevedra), en la zona de San Tomé. Son viñedos que crecen en la desembocadura del Umia, bajo la influencia de la ría de Arousa y en un suelo granítico. Condicionantes que le proporciona un claro carácter salino, yodado, marino. Tras 18 meses en depósito de acero inoxidable (¡¡nada de madera, insisto!!), resulta un vino balsámico, con aromas cítricos, de fruta de hueso, yodados y recuerdos de algas marinas. Gran viveza en la boca, con una jugosa acidez cítrica y un final en el que la nota salina incita a seguir bebiendo. Un albariño diferente.
Con un perfil completamente distinto se presenta El Tomillo y el Viento Bailan Viognier 2020 (11,95 €), de las albacetenses Bodegas Carrascas (bajo indicación geográfica VT Castilla) y con unos nombres, ciertamente, tan originales como difíciles de recordar. En su caso es un monovarietal de viognier con seis meses de crianza sobre lías en acero inoxidable y del que sólo salen 4.700 botellas. En su caso aparecen sensaciones tostadas (de pipas), de frutas carnosas de hueso, más maduras, flores, toques anisados y un recuerdo a mina de lápiz. A esa riqueza aromática le sigue una boca con madurez frutal, fresca y amable, con una nota amarga en el postgusto que se agradece y apetece. Importante, un vino más rico con un poco de frío de más... pues una vez abierto se ajustará.
En el pueblo madrileño de Villamanta se encuentra Valquejigoso, una bodega con un viñedo envidiable, entre árboles y hierbas silvestres, en una finca espectacular (coto de caza incluido), y que tiene entre sus elaboraciones este blanco, Mirlo Blanco 2016 (43,50 €), un vino sorprendente que evoluciona muy bien en botella. Su artífice, el joven enólogo Aurelio García quien descubrió en la parte más alta de la finca una serie de uvas blancas sobre un suelo arenoso y profundo. Este Mirlo es el resultado, elaborado con 65% de albillo real, 20% de sauvignon blanc y 15% de viognier. Tres variedades que elabora por separado permaneciendo ocho meses en barrica. A partir de aquí, elige las proporciones de la mezcla y lo mete en un huevo de hormigón donde están un año con sus lías para luego embotellarlo. Al final salen en torno a 2.200 botellas de un vino con complejidad, elegante, con aromas de fruta madura, notas tostadas y especiadas, fondo floral y balsámico. Estructurado, graso, con buena acidez, equilibrado y con longitud.
La última propuesta es de Abadía Retuerta, una de las firmas destacadas de la milla de oro ribereña pero fuera de la DO Ribera del Duero. Su blanco, Abadía Retuerta Le Domaine 2020 (36 €), que está cumpliendo diez años desde que apareció por primera vez, es un 'coupage' de sauvignon blanc con un 30% de verdejo. Décima añada de un vino que, tras siete meses y medio en barricas de roble francés (entre fermentación y crianza), se presenta intenso y complejo en nariz, con y notas cítricas (pomelo), aromas de fruta blanca, flores, hinojo y toques almibarados. Un blanco con cuerpo, untuoso, bien de acidez y con recuerdos cítricos y ahumados en el paso. Vino con recorrido y fresco y largo final.
Igual que los tintos se pueden tomar en verano, los blancos son perfectamente recomendables en invierno. Hecha la afirmación –obviedad me atrevo a decir–, en estos meses de verano son rosados y blancos los que marcan la pauta en lo que a vinos se refiere. Una realidad comprobable a la par que estupenda porque hay tiempo para descubrir, probar y disfrutar con las grandes elaboraciones blancas que se vienen haciendo en este país. Las hay de sobra conocidas aunque no sean las más reseñables, si bien es cierto que su éxito de ventas entre los consumidores no admite un pero.