Visitamos la milla de oro del Rioja para descubrir los vinos de un gran visionario
Todo gran vino precisa de tres ingredientes innegociables: respeto a la tradición, la mejor tecnología y alguien especialmente inspirado —léase con un don— capaz de obrar el milagro
Finalizada la vendimia 2022 en La Rioja —oficialmente clausurada la pasada semana por la Denominación de Origen Calificada (DOCa) Rioja—, la naturaleza da paso al soberbio espectáculo de las hojas de los mil tonos rojos a ambos lados del Ebro. Tras una primavera y un verano produciendo azúcar para enriquecer los racimos, llega el momento de que el excedente acumulado —almidón del que se apoderan el tronco y las ramas — se convierta en la reserva con la que la vid plantará orgullosa cara al invierno. Viajamos a la Rioja Alta activando nuestro modo ‘enoviajero’ —la expresión 'enoturista' no va con nosotros— para dejarnos sorprender por la fertilidad y la paz de los pagos que conforman la milla de oro del vino de Rioja, muy probablemente el área con mayor concentración de bodegas centenarias del mundo.
Localidades como Briones, Haro, Ábalos o San Vicente de la Sonsierra son visita obligada para entender el carácter austero, esforzado e imaginativo de sus gentes. Centros urbanos conformados por hermosas casonas de piedra rojiza y escudo, iglesias sorprendentes que, por dimensiones y belleza, más merecen el calificativo de catedrales, y un buen número de templos del buen comer nos hablan de un pasado orgulloso y de un futuro brillante y cada vez más sofisticado para esta tierra de nobles vinos.
Es hora de visitar una bodega y unos viñedos con mucha historia y significado, atendiendo a la invitación de Carlos Moro, un ingeniero agrónomo transformado por las alas de la pasión en viticultor, enólogo y bodeguero que —antes de recalar en 2014 en La Rioja— ha sabido implantar con éxito su sello en otras denominaciones de origen igualmente exigentes, como las de Ribera del Duero —con las bodegas Matarromera, Rento y Emina—, Toro (Cyan), Cigales (Valdelosfrailes), Rueda (Emina) y Ribeiro (Casar de Vide). En otras palabras: tres décadas de dedicación absoluta.
Un mago llegó a La Rioja
Inaugurada oficialmente este septiembre, Bodega Carlos Moro tuvo —como todos— que lidiar con una pandemia que retrasó su presentación en sociedad, no así su producción. “Tras las inversiones llegó la pandemia y no habíamos tenido oportunidad de inaugurar este proyecto tan personal que es fruto del deseo de elaborar con tempranillo de esta tierra y resultado de nuestra constante búsqueda de la excelencia”, comenta este hijo, nieto y bisnieto de apasionados por las viñas. Pero en Carlos Moro hay algo más complejo de explicar, hay magia para crear vinos como muchísima personalidad, en esta denominación de origen o en cualquiera de las otras en las que está presente.
Las claves de sus propuestas se encuentran en el respeto a los modos y saberes tradicionales y en métodos de elaboración de alta tecnología que obran el milagro en la bodega situada en San Vicente de la Sonsierra, un singular edificio centenario —similar a una gran muralla sobre la que descansan cinco estratos de viñedos— con un calado subterráneo de 1.200 metros cuadrados que precisó una reforma total para convertirse en el pulcrísimo y avanzado laboratorio de grandes vinos que es hoy.
La bodega cuenta con más de 20 hectáreas de viñedo propio diseminadas en parcelas localizadas en San Vicente de la Sonsierra y en Labastida, en la Rioja Alavesa. De entre todos ellos destaca Viña Garugele, plantado en 1940, distinguido por la DOCa Rioja con ‘viñedo singular’. Las Ginebras, El Acueducto, La Torrera, Cuba Negra, Altabaza, Los Arenales, Senda del Convento o Gallomate son otros de los pagos donde crecen felices las uvas de Moro. La diversidad de sus suelos, las distintas altitudes y orientaciones conjugarán el milagro de unos vinos plenos en matices e intensidad aromática.
En este ecosistema perfecto para las vides juega un papel protagonista la majestuosa Sierra de Cantabria que —de tiempo en tiempo— recibe nieblas cálidas y húmedas del Cantábrico que ascienden por su ladera norte hasta frenarse en las cumbres; allí, el vapor de agua se enfría y condensa para descender por la ladera sur para beneficio de las vides que allí se encuentran.
Suelos privilegiados
Un entorno especialmente privilegiado para los trabajos vitivinícolas que en San Vicente de la Sonsierra conocen bien. Los romanos fueron los primeros en cultivar allí la vid hace más de 2.000 años, pero fueron los monjes cistercienses, fundadores del monasterio de Santo Domingo de la Calzada, situado a tan 30 kilómetros, quienes iniciaron la forma tradicional de cultivo y parcelación.
Toda la zona se beneficia de la confluencia de dos climas tan opuestos como el atlántico y el mediterráneo, que proporcionan temperaturas suaves y precipitaciones anuales algo superiores a los 400 litros por metro cuadrado, condiciones muy idóneas para el desarrollo de la vid. Los suelos del rioja tienen una estructura equilibrada en arenas, limos y arcillas; son ligeramente alcalinos, pobres en materia orgánica y con moderada disponibilidad hídrica durante el verano. Es decir: son perfectos para una viticultura de calidad. Cabe añadir que la vendimia 2022 puede ya ser considera una de las más atípicas de la historia en la DOCa Rioja por madrugadora. El Consejo Regulador la dio por cerrada oficialmente con más 401 millones de kilos de uva en las bodegas.
Desde su creación, Bodega Carlos Moro apuesta por la sostenibilidad con la incorporación no solo de energías renovables y caldera propia de biomasa, sino al conseguir la certificación de tres normas de gestión ambiental que acreditan el máximo respeto por la naturaleza como, por ejemplo, el uso de tracción animal para mimar el suelo de los viñedos más antiguos.
Tres recomendaciones clave
Mientras planificas tu próxima escapada de fin de semana a la Rioja Alta puedes ir entrando en calor con alguno de estos vinos excepcionales creados por nuestro anfitrión. Empecemos por CM Matarromera: un vino muy especial porque, además de llevar las iniciales de su autor, fue el primero adscrito a la DOCa Rioja —Medalla de Oro en Mundus Vini, Bacchus, Berliner Wine Trohpy y CINVE; y Medalla de Plata 2017 en el Concurso Mundial de Bruselas—. Segunda recomendación, la primera añada de CM Prestigio Matarromera: poseedor de la Medalla de Oro 2018 en el Concurso Mundial de Bruselas, entre otras muchas distinciones. Y por último, CM Matarromera Viña Garugele: un vino elegante y muy personal, de producción limitada, al que la revista especializada ‘Wine Enthusiast’ le otorgó en 2020 un total de 94 puntos sobre 100.
Como dijo Louis Pasteur, pionero de la microbiología moderna: “Hay más filosofía y sabiduría en una botella de vino que en todos los libros”.
Finalizada la vendimia 2022 en La Rioja —oficialmente clausurada la pasada semana por la Denominación de Origen Calificada (DOCa) Rioja—, la naturaleza da paso al soberbio espectáculo de las hojas de los mil tonos rojos a ambos lados del Ebro. Tras una primavera y un verano produciendo azúcar para enriquecer los racimos, llega el momento de que el excedente acumulado —almidón del que se apoderan el tronco y las ramas — se convierta en la reserva con la que la vid plantará orgullosa cara al invierno. Viajamos a la Rioja Alta activando nuestro modo ‘enoviajero’ —la expresión 'enoturista' no va con nosotros— para dejarnos sorprender por la fertilidad y la paz de los pagos que conforman la milla de oro del vino de Rioja, muy probablemente el área con mayor concentración de bodegas centenarias del mundo.