Alba Abiega: de jefaza en Tesla a Olmedillo de Roa, Burgos, para crear un gran vino de Ribera
Dejó su cargo en la empresa de Elon Musk para volver a España y recalar en un pueblo de 179 habitantes. Allí impulsa una bodega familiar y lanza su primer vino, Desde Zero, un proyecto que habla de autenticidad, raíces y familia
Alba Abiega o el arte de reinventarse con éxito a los cuarenta. Su perrina, Pixie, da fe. (Cortesía)
Alba Abiega (Logroño, 1985) era una niña muy alegre, muy espontánea y con muchísima energía. En vacaciones, las señoras del pueblo la llamaban ‘el torbellino’ porque no paraba quieta. Quiso ser muchas cosas: primero, veterinaria —como tantos niños a los que les encantan los animales—, más tarde pensó en el periodismo —“me atraía mucho el contacto con la gente y la información”—, pero, finalmente, se decantó por Económicas y Empresariales.
Tras un periplo vital y profesional de primer nivel, un buen día, cerca de los 40, decidió romper con todo —con el éxito y con el estrés— para volver a lo que de verdad le importa de este mundo: la familia y la tierra.
Profundamente arraigada al universo del vino —su padre, Enrique Abiega, es una figura clave en el desarrollo de muchas bodegas, tanto en Rioja como en Ribera del Duero y otras denominaciones de origen— volvió a casa para cambiar el destino de los viñedos familiares en Olmedillo de Roa, Burgos. Se acabó lo de vender sus excelentes uvas a los grandes viticultores; la hora de fundar su propia bodega, Alba en Ribera, había llegado.
Hoy, a pocos días del lanzamiento de su primer vino, Desde Zero, hablamos con Alba de lo divino y lo humano, de valor y autenticidad, y de ese milagro llamado vid, que cuanto más difícil se lo ponen, más se crece para dar lo mejor de sí misma.
Alba Abiega es el alma de la bodega Alba en Ribera. (Cortesía)
PREGUNTA. Estudias Económicas y Empresariales en la Universidad de Deusto, en Bilbao, y tienes un máster en administración de empresas por la prestigiosa escuela de negocios Otto Beisheim de Vallendar, Alemania. ¿Cómo se manifiesta la empresaria que habitaba en ti?, ¿o fue la típica decisión que los padres toman por los hijos?
RESPUESTA. Sí, tuvieron algo que ver. Mi padre había estudiado Económicas en Deusto y yo también acabé allí. Como no tenía una vocación muy definida, periodismo me gustaba, pero no lo veía del todo claro, decidimos que era mejor una formación más generalista, que luego me permitiera especializarme cuando lo tuviera más claro.
P. En tu trayectoria profesional has pasado por startups rompedoras y grandes multinacionales, lo que te ha llevado a vivir en Llodio, Madrid, Múnich, Londres y Ámsterdam. ¿Cómo llegas a Tesla?
R. Tesla fue la culminación de una carrera que empezó al acabar mi doble licenciatura entre Bilbao y Alemania. Desde pequeños, mis padres nos insistieron a mi hermano y a mí en la importancia de aprender idiomas. Hablamos inglés, francés y alemán. Eso me permitió quedarme en Alemania, donde empecé a trabajar en una startup americana dedicada a la publicidad.
“Me especialicé en el mercado de vehículos eléctricos de ocasión y Tesla contactó conmigo”
Esa experiencia me permitió generar buenos contactos y dar el salto a la automoción gracias a la recomendación de un compañero. Me especialicé en el mercado de vehículos eléctricos de ocasión y fue cuando Tesla contactó conmigo.
P. En Tesla, en Ámsterdam, donde trabajaste más de tres años, dirigías el área de coches de ocasión para Europa, Oriente Medio y África. Brevemente, ¿en qué consistía tu trabajo y qué le has aportado tú a la compañía de Elon Musk?
R. Todo fabricante de automóviles necesita gestionar los coches de ocasión. Por un lado, cuando alguien compra un coche eléctrico nuevo, suele entregar el suyo para ahorrar costes y la marca debe darle una salida rápida y rentable. Por otro, están los vehículos de ocasión propios de Tesla: no todo el mundo puede estrenar un Tesla, pero sí uno usado. Mi labor era organizar esa segunda vida de los coches: desde la valoración hasta la venta, pasando por el reacondicionamiento y la fijación de precios.
“Después de tantos años sacando adelante proyectos para otros, necesitaba bajar el ritmo y reconectar con lo que realmente me hacía feliz”
P. Y de repente decides cerrar esa etapa, dejar atrás reuniones, videoconferencias, aeropuertos y jet lag. ¿Qué pasó?
R. Nos habíamos mudado a Holanda con nuestros tres hijos por Tesla. Llegó un momento en el que, por decisión personal, Luis (su marido) y yo quisimos volver a España. Tesla me permitió seguir desde aquí, pero yo ya llevaba tiempo con la inquietud de emprender algo propio. Después de tantos años sacando adelante proyectos para otros, necesitaba bajar el ritmo y reconectar con lo que realmente me hacía feliz.
He tenido una vida profesional muy intensa, siempre entre aeropuertos y reuniones. Pero mis recuerdos de infancia son de estar con mi padre en la bodega del caserío de mis abuelos en Álava, bebiendo mosto, o recogiendo judías en la huerta de mis abuelos asturianos y colgarlas a secar en el hórreo. Siempre he tenido una conexión con la tierra y los productos naturales, y necesitaba recuperar esa calma y esa autenticidad.
En septiembre llega Desde Zero, “un vino elegante, por dentro y por fuera, con el que nunca te vas a equivocar”, en palabras de su creadora. (Cortesía)
P. ¿Llegaste a conocer personalmente a Elon Musk?
R. No, personalmente no.
P. ¿Qué opinión te merece como empresario?
R. Me parece transgresor. Ha conseguido transformar por completo una industria: nadie creía que los vehículos eléctricos pudieran sustituir a los de combustión y ahora ocupan una parte importante del mercado; nadie pensaba que se pudiera comprar un coche online y Tesla lo ha hecho tan fácil como comprar un iPhone; nadie confiaba en la conducción autónoma y ya es una realidad en Estados Unidos.
Para ser tan disruptivo, quizá, haya que ser más impermeable a la opinión de los demás.
“Tesla es una empresa muy americana: no se castiga el error, se anima a tomar decisiones sin pedir permiso”
Tesla es una empresa muy americana: se valora la acción, no se castiga el error, se anima a tomar decisiones sin pedir permiso. No se castigan los errores porque de todo se aprende. Eso me marcó mucho, porque fomenta el espíritu emprendedor. Por supuesto, también hay cosas con las que no estoy de acuerdo, pero prefiero quedarme con lo positivo.
Eligiendo la imagen de Alba en Ribera - Desde Zero. (Cortesía)
P. Hablemos de Enrique Abiega (Oquendo, Álava, 1955), tu padre y socio, una figura clave en el desarrollo de la industria vinícola de España. Licenciado en Económicas en la Universidad de Deusto, empezó en los departamentos comerciales y de exportación de bodegas como Palacio-Seagrams, Grupo Faustino, Marqués de Cáceres, para acabar siendo, durante 22 años, el director general de Bodegas Lan-Santiago Ruiz.
A finales de los 90, tu padre decide convertirse en viticultor en Olmedillo de Roa, uno de los enclaves más exclusivos de toda la Ribera de Duero. ¿Qué le llevó a dar este paso?
R. Mi padre siempre ha tenido una fuerte conexión con el campo: en su casa cultivaban unas pocas viñas para hacer su propio txakolí. Siempre le han interesado la naturaleza y el monte. En su anterior etapa exploraba las diferentes denominaciones de origen, y en aquella época Ribera del Duero era relativamente joven, se había creado en 1985.
“Durante más de 25 años, las mejores bodegas de Ribera del Duero fueron nuestros clientes”
Al ver el potencial de la zona, decidió apostar por un viñedo en el triángulo de oro de Ribera del Duero —el comprendido entre Roa, Olmedillo y La Horra—, donde se producen uvas de gran calidad. Trajo de Rioja lo que había aprendido: cepas de baja producción, uvas pequeñas y concentradas, plantación densa para forzar a las raíces a profundizar y un sistema de vaso elevado. En aquel momento fue muy innovador en Ribera, hasta el punto de que las universidades mandaban a sus alumnos a estudiar nuestra viña.
Arriba: Alba con su padre, Enrique Abiega. Abajo: Alba con su abuelo Enrique en el caserío de Oquendo, Álava. (Cortesía)
P. ¿En qué eres igual a tu padre?
R. Creo que los dos somos muy prudentes. También compartimos una visión positiva de la vida y preferimos evitar la confrontación. Ambos creemos que se llega más lejos confiando en lo positivo y en lo bueno de la gente.
“Mi padre y yo somos de la creencia de que se llega más lejos confiando en lo positivo y en lo bueno de la gente”
P. ¿Y en qué a tu madre?
R. Mi madre, Coti, María José Encina, es absolutamente relevante en esta historia. Es una mujer muy fuerte, una asturiana aguerrida, muy de las cuencas mineras, con carácter de matriarca, valiente y simpática. Creo que de ella he heredado el sentido del humor y la extroversión. Además, ha sido clave en todo esto: fue quien animó siempre a mi padre a cumplir su sueño de ser viticultor y quien me empujó a dar el paso de montar una bodega familiar. Ha tenido un papel decisivo, al igual que mi marido.
P. ¿Tu marido también se ha implicado en este cambio radical?
R. Sí. Él sigue trabajando para una multinacional americana, pero fue el primero en decirme que me lanzase. En esas noches de dudas, me repetía que esta era la mejor inversión que podíamos hacer como familia, que no había mejor proyecto que el mío. Ese apoyo ha sido fundamental. Mi madre y mi marido han sido el motor silencioso que me ha regalado la confianza necesaria.
“Mi madre y mi marido han sido el motor silencioso que me ha regalado la confianza necesaria para montar esta bodega”
P. ¿Y con tu padre, cómo te entiendes en lo laboral? ¿Chocáis o encajáis?
R. Chocamos poco porque no somos de confrontaciones. Claro que no coincidimos siempre, pero nunca hemos sentido la necesidad de pelearnos. Hay mucho respeto: yo no cuestiono sus conocimientos en viticultura y él confía en mis decisiones empresariales. Funcionamos muy bien.
P. Háblanos de tu relación con el vino. ¿Cuándo lo descubriste?
R. Antes que el vino, descubrí el mosto. Nací un 28 de septiembre, en plena vendimia, y siempre he estado rodeada de ese ambiente. El vino siempre ha estado presente en mi vida, sobre todo en la mesa familiar. En casa no celebramos solo las ocasiones especiales, como la Navidad, celebramos lo cotidiano; los días normales en los que estamos todos juntos son siempre una fiesta. Esa es mi relación con el vino, algo cercano y constante.
“Sabemos que lo hemos hecho lo mejor posible. No hemos escatimado en nada”
P. Este septiembre, el mes de tu cumpleaños, lanzas tu primer vino: Desde Zero. ¿Nerviosa?
R. Hay cierta serenidad, porque sabemos que lo hemos hecho lo mejor posible. No hemos escatimado en nada: ni en el cuidado de la viña, ni en las barricas de roble francés, ni en el equipo. Sabemos que el producto es de muy buena calidad. Claro, siempre hay nervios al lanzar una marca nueva, porque necesitas que la gente la conozca y la valore, pero sobre todo sentimos ilusión.
“Hemos creado un vino elegante, por dentro y por fuera, con el que nunca te vas a equivocar”
P. Ahora o nunca: véndenos tu vino. ¿Por qué es excepcional?
R. Es excepcional por la materia prima: uvas pequeñas, de producción muy limitada y trabajadas de manera manual. Tras la fermentación, lo criamos en barricas de roble francés de primera calidad. El resultado es un vino elegante, afrutado pero con carácter, con la sutileza de la madera bien integrada. Decimos que es un vino elegante, por dentro y por fuer; también por su etiqueta contemporánea. Lo vemos como un fondo de armario: un vino con el que nunca te vas a equivocar.
Alba en Ribera - Desde Zero acaba de nacer. (Cortesía)
P. ¿Hay algo de tu experiencia en Tesla que hayas aplicado en este proyecto?
R. En Tesla aprendí a cuestionar lo establecido, a no dar nada por hecho y a poner siempre al cliente en el centro. Esa experiencia me marcó, y ahora lo aplico en la bodega: creer en nuestro sueño, atrevernos a hacer las cosas de otra manera y cuidar cada detalle para que el vino refleje todo ese esfuerzo y cariño.
P. ¿Echas de menos algo de tu vida anterior?
R. No. No cambiaría nada de lo que hice, porque me trajo hasta aquí y me hizo feliz. Pero ahora la ilusión de este proyecto, la cercanía con mi familia, poder aprender de mi padre y ver cómo todos compartimos este sueño no lo cambiaría por nada.
“El otro día, en una cafetería, mi hijo de 9 años le contaba al camarero que habíamos montado una bodega con mi nombre, que la etiqueta era muy chula y que lo tenía que servir a sus clientes”
P. ¿Cómo se han adaptado tus hijos a este cambio de vida?
R. Están encantados. Fueron felices en Holanda y lo son aquí. Además, se han convertido en pequeños comerciales del proyecto. El otro día, en una cafetería, mi hijo de 9 años le contaba al camarero que habíamos montado una bodega con mi nombre, que la etiqueta era muy chula y que lo tenía que servir a sus clientes. Imagínate.
P. ¿Estás de acuerdo con la frase “no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita”?
R. Cien por cien. Tras haber viajado mucho y vivido experiencias de todo tipo, lo que más feliz me hace ahora es jugar un Trivial con mis hijos, dar un paseo con mis padres, cocinar para muchos o pasear con mi perrina por la mañana. La felicidad está en esas cosas sencillas. Si siempre estás buscando más, nunca llegarás a conocer la satisfacción.
P. ¿Crees que este mundo nuestro tiene arreglo?
R. Vamos demasiado rápido y nos estamos desconectando de lo importante. A mí me ayuda apagar el móvil, dejar el ordenador y dedicar tiempo a lo cercano: conversar con un vecino, con el panadero, mirar a mi alrededor. Lo que más me preocupa es esa falta de tiempo para lo esencial.
P. Al menos siempre nos quedará el vino, ¿no?
R. Exacto. (Risas). Queremos que nuestro primer vino transmita serenidad, desconexión, disfrute. Para mí es eso: cocinar con una copa de vino y escuchar a María Dolores Pradera. Esos momentos de paz.
P. La última: ¿le mandarás una caja de tu vino a Elon Musk?
R. (Risas). No creo, porque no tengo su dirección. Pero si la tuviera, sí. Intento salir siempre bien de las etapas profesionales y Tesla fue una buena etapa. Yo, como mi padre, solo me quedo con lo bueno.
Alba Abiega (Logroño, 1985) era una niña muy alegre, muy espontánea y con muchísima energía. En vacaciones, las señoras del pueblo la llamaban ‘el torbellino’ porque no paraba quieta. Quiso ser muchas cosas: primero, veterinaria —como tantos niños a los que les encantan los animales—, más tarde pensó en el periodismo —“me atraía mucho el contacto con la gente y la información”—, pero, finalmente, se decantó por Económicas y Empresariales.