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Olatz Rodríguez, una carrera truncada por la anorexia: "La culpabilidad lo impregnaba todo"
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Olatz Rodríguez, una carrera truncada por la anorexia: "La culpabilidad lo impregnaba todo"

Adelantamos en exclusiva un fragmento de 'Vivir del aire', el libro en el que una de las grandes promesas de la gimnasia rítmica española relata su experiencia con la enfermedad que la llevó a retirarse con 17 años

Foto: La gimnasta Olatz Rodríguez. (Club Ritmo)
La gimnasta Olatz Rodríguez. (Club Ritmo)

La leonesa Olatz Rodríguez era una de las grandes promesas de la gimnasia rítmica en España, pero en marzo de 2020 se vio obligada a dejar el deporte de elite. La decisión fue tomada, según ella misma explicó en sus redes sociales, tras serle diagnosticada una anorexia nerviosa restrictiva. Ahora ha querido compartir su experiencia a través del libro 'Vivir del aire' (Planeta), que se publica el próximo 9 de marzo. En sus páginas se lee el testimonio arrollador de esta gimnasta de élite sobre la inseguridad, el miedo y la presión que suponen los trastornos alimenticios. Vanitatis adelanta el siguiente extracto:

"Unas semanas después, hacia finales de agosto, acudimos durante seis días al Campus, un campamento que organizaba el Club Ritmo en unas cabañas en mitad del bosque. Siempre era una ocasión para pasarlo muy bien, para volver a reunirnos todas las alumnas y fraternizar. Durante la mañana entrenábamos y durante la tarde hacíamos juegos y actividades al aire libre.

Mis padres nunca antes me habían dejado ir. Siempre deseé vivir aquellas experiencias que había escuchado contar a mis amigas a principios de septiembre, lo bien que lo habían pasado, lo mucho que se habían divertido. Además, me quedaba un poco fuera de juego durante esas primeras semanas en las que ellas compartían una experiencia a la que volvían una y otra vez en sus conversaciones, en las que yo no podía participar. A mis entrenadoras, por su parte, tampoco les agradaba nada que una de sus gimnastas no fuera, parecía que les sentaba mal, pero yo no podía hacer nada. En defensa de mis padres diré que el coste del campamento se encontraba fuera de lo normal, o al menos de lo que en nuestra familia se consideraba económicamente posible.

placeholder Portada del libro en el que Olatz Rodríguez cuenta su historia. (Planeta)
Portada del libro en el que Olatz Rodríguez cuenta su historia. (Planeta)

Ese año, sin embargo, el club subvencionó mi asistencia al campamento (creo que no solo la mía), lo que hizo que mis padres accedieran, así que, por fin, por primera vez, pude ir. No obstante, cuando volví de Fuerteventura, mi madre me recibió algo alarmada, porque notaba que había adelgazado. Lo atribuyó al ejercicio y la diversión de esos días y no sospechó que se tratara de algo más serio. Me pidió que le hiciera el favor de comer todo lo bien que pudiera esas semanas en casa antes del Campus, porque si las cosas iban igual durante los seis días que duraría el campamento y adelgazaba más, iba a entrar en un peso peligroso. Le dije que lo haría, pero en secreto mantuve mi dieta todo lo restringida que pude sin alarmar más a mi madre.

Medio vaso de cereales

En el Campus, las entrenadoras también empezaron a notar algo raro en mí. Recuerdo que una mañana me atreví a desayunar cereales, sin culpabilidad, porque nos íbamos a mover tanto por el campamento que sabía que no subiría de peso. Mientras mis compañeras desayunaban tres vasos, yo como mucho me ponía medio o uno.

A la hora de comer, las entrenadoras pasaban por la mesa de las chicas de la selección para comprobar qué estábamos comiendo. Si un día teníamos una comida un poco más excesiva a nivel calórico (recuerdo, por ejemplo, un día de sanjacobos y pasta, prácticamente todo hidratos), las entrenadoras se aseguraban de que a alguna chica que tuviera que controlar un poco más el peso, porque estuviera quizá un kilo o dos por encima de lo deseado, en lugar del sanjacobo se le pusiera un filete de pavo con algo de ensalada.

Foto: Victoria de Suecia, en una imagen de archivo. (Getty)

Yo miraba los platos de esas chicas, que estaban enfadadas por no poder comer lo mismo que las demás, y sentía culpabilidad. Mis entrenadoras percibieron mi incomodidad y me preguntaron si me pasaba algo.

—¿Por qué ellas tienen ese plato y yo no?

—Olatz, porque tú no tienes que hacer dieta, come lo que quieras. ¿Qué te pasa? ¿Cómo es que te quejas de poder comer lo que quieras? Cuando hay enfados, es justo por el motivo contrario.

No lo entendían. Yo quería que me diesen eso a mí también. Quise decirles que, si en lugar de ponerme la pasta y el sanjacobo, me ponían la verdura y el filete de pavo, iba a comer mucho más de lo que estaba comiendo. Dejé la mitad en el plato, triste por no estar sometida al mismo régimen que las compañeras que no estaban todo lo delgadas que las entrenadoras deseaban.

Sufrir con la merienda

En las meriendas del Campus te daban a elegir entre un sándwich con onzas de chocolate y una pieza de fruta. A las chicas a las que les habían dado el filete de pavo, las obligaban a coger la pieza de fruta. Yo, que podía coger lo que quisiera, siempre tomaba fruta.

—Olatz, ¿por qué no cambias un poco y coges el sándwich?

Respondía que no. Me habría sentido fatal escogiendo el chocolate, no solo por mí misma, sino por mis propias compañeras. Me parecía muy mal que ellas no pudieran disfrutar y era incapaz de comer aquello delante de ellas.

Y, de todas formas, para mí esa comida ya no significaba ningún disfrute.

Foto: Lili Collins, en una imagen de archivo. (Getty)

No terminé mis días en el Campus. Antes de que llegara a su fin, se extendió una gastroenteritis entre las participantes que yo también cogí, así que a todas las enfermas nos mandaron para casa. Mis padres fueron a recogerme. Ya en casa, como era de esperar, comprobé que había bajado de peso.

Pasé una noche entera vomitando y con diarrea. Al día siguiente, tomé la dieta típica en estos casos, un poco de arroz blanco y caldo. Dos días así fomentaron que adelgazase todavía más. Yo no elegí esa gastroenteritis…, pero me sentí bien. Pensaba que, gracias a ese par de días, habría adelgazado una barbaridad y tendría cierta libertad para comer un poco más, solo un poquito. Estaba todo calculado. Al día siguiente, gracias a ese virus, podría permitirme algunos frutos secos, incluso algún capricho un poco peor.

Foto: Alanis Morissette fue anoréxica y bulímica

Al menos, ese era el plan, porque cuando llegó el momento de la verdad, el momento de comer esos caprichos animada por el peso que seguramente había perdido tras dos días incapaz de retener nada en el estómago…, seguí sintiéndome igual de culpable. Era inaceptable comer algo así. Era incorrecto.

La culpabilidad ya lo impregnaba todo, con sus brazos oscuros, largos, monstruosos. Cada uno de los aspectos de mi vida. Cada día y cada hora".

La leonesa Olatz Rodríguez era una de las grandes promesas de la gimnasia rítmica en España, pero en marzo de 2020 se vio obligada a dejar el deporte de elite. La decisión fue tomada, según ella misma explicó en sus redes sociales, tras serle diagnosticada una anorexia nerviosa restrictiva. Ahora ha querido compartir su experiencia a través del libro 'Vivir del aire' (Planeta), que se publica el próximo 9 de marzo. En sus páginas se lee el testimonio arrollador de esta gimnasta de élite sobre la inseguridad, el miedo y la presión que suponen los trastornos alimenticios. Vanitatis adelanta el siguiente extracto:

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