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Muere el periodista Jesús Mariñas a los 79 años
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EN PAZ DESCANSE

Muere el periodista Jesús Mariñas a los 79 años

El reconocido periodista luchaba contra un cáncer de vejiga y llevaba unas semanas ingresado

Foto: Jesús Mariñas, en una imagen de archivo. (CP)
Jesús Mariñas, en una imagen de archivo. (CP)

Jesús Mariñas lo ha sido todo en el mundo de la información rosa. Tenía una memoria de elefante. Recordaba hasta el mínimo detalle de los personajes de los que tenía que comentar o escribir. Hasta hace poco seguía enviando desde el hospital sus textos a 'Diez Minutos' y a 'La Razón', donde colaboraba. El amanuense era Elio, su marido, que iba transcribiendo lo que le decía. Nada diferente a cuando se encontraba en perfecto estado de revista y el ordenador no le funcionaba. No se llevaba bien con la tecnología. Eran el agua y el aceite. Y su guerra particular.

El SOS siempre era el mismo cuando los “aparatos”, como llamaba a todo lo que tuviera que ver con dispositivos electrónicos, no le respondían como quería. El grito no variaba: “Eliooooo, que no funciona”, “Elioooo, que se ha borrado todo”, “Eliooooo”... Y daba igual donde estuviera cuando lanzaba su frase de ayuda. Lo mismo podía ser en un aeropuerto que en su casa o en el comedor de Lucio, donde nos reunimos cada mes los periodistas de la Peña Cuarto Poder.

placeholder Periodistas de la Peña Cuarto Poder. (VA)
Periodistas de la Peña Cuarto Poder. (VA)

Él era el presidente y, como tal, actuaba. Daba la palabra y la quitaba al personaje invitado que acudía a estos almuerzos donde se hablaba de todo y se mantenía el 'off the record'. Jesús terminaba el almuerzo con su copa de vodka que los camareros le servían en un recipiente de hielo. Sin que tuviera que pedirlo. Los conocía a todos por su nombre y les preguntaba por la familia.

Tenía don de gentes y resultaba encantador con quien quería. No necesitaba caer bien e incluso hubo personajes que no lo querían ver ni en pintura. Para muchos de ellos era un demonio que aparecía en los lugares donde menos se le esperaba con una libreta que a muchos les hubiera gustado destruir. En esos papeles anotaba con su letra ininteligible detalles, frases y comentarios que le servían para sus crónicas aceradas e irreverentes en 'Época'. Le llamaban 'el diablo', pero incluso con esos comentarios era capaz con el tiempo de pedir disculpas. Su frase “venga, que tampoco era para tanto" lograba que lo perdonasen.

Jesús era Jesús, y Mariñas cuando había que decirle algo que no le gustaba. Los amigos lo comentábamos. O se le mata o se le quiere con sus virtudes y sus defectos. Y le queríamos. Era buen compañero y acudía a los sitios a trabajar, no a figurar. Se reía de algunos de los periodistas de nueva hornada, de los que decía: “Quieren ser más famosos que el famoso”.

placeholder Mariñas, rodeado de amigos. (VA)
Mariñas, rodeado de amigos. (VA)

Una de sus virtudes era la generosidad y cuando volvía de sus viajes de Nueva York venía cargado de cosas, de ropa y hasta juguetes para los hijos. Algunos de estos regalos eran llamativos y a veces con poco recorrido. Sabía la ruta de las compras baratas e imitaciones que daban el pego. A Monserrat Caballé y a Nati Mistral les compraba las telas de brillos cuando acudía a los carnavales de Canarias. Y ellas las lucían en sus espectáculos como si fueran de Dior o Chanel.

A sus amigas también nos llevaba a esos bazares que solo él conocía en cualquier parte del mundo. Lo mismo podía estar esa tienda en Turquía que en Marruecos o en las afueras de Milán, donde las grandes firmas tenían sus 'outlets'. Decía: “Vente que ya verás todo lo que hay”. Con el rey Juan Carlos intercambiaba corbatas y lo visitaba en el palacio de la Zarzuela. El monarca lo llamaba a través de Sabino Fernández Campo y él acudía. De esas visitas nunca contó nada, igual que de otras muchas historias.

Jesús, querido amigo, te echaremos de menos.

Jesús Mariñas lo ha sido todo en el mundo de la información rosa. Tenía una memoria de elefante. Recordaba hasta el mínimo detalle de los personajes de los que tenía que comentar o escribir. Hasta hace poco seguía enviando desde el hospital sus textos a 'Diez Minutos' y a 'La Razón', donde colaboraba. El amanuense era Elio, su marido, que iba transcribiendo lo que le decía. Nada diferente a cuando se encontraba en perfecto estado de revista y el ordenador no le funcionaba. No se llevaba bien con la tecnología. Eran el agua y el aceite. Y su guerra particular.

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