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Genoveva Casanova: días de descafeinados y noches de zorros rojos
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OPINIÓN

Genoveva Casanova: días de descafeinados y noches de zorros rojos

Es un personaje fascinante. Tiene solo 46 años, pero se empeña en darnos a entender que lleva toda la vida entre descafeinados y tostadas con mantequilla y mermelada

Foto: Genoveva Casanova. (Ilustración: Jate)
Genoveva Casanova. (Ilustración: Jate)

“Durante la velada, el empresario regaló a Genoveva cariñosos besos en la mejilla”. “Genoveva también dedicó a su amigo gestos de afecto”. “José Manuel acarició con delicadeza el cuello de la mexicana”. “Genoveva posó afectuosamente su cabeza sobre el hombro del empresario andaluz mientras este la abrazaba”. En verdad os digo que si alguna vez soy digna de salir en las revistas, quiero pies de fotos como estos.

Y eso que una no es de barrio fino. O a lo mejor por eso. Que viene de escenarios en los que el amor romántico transcurría en chándal y aros grandes y solo unos cuantos llevaban Levi’s 501. Donde las Vanes convivimos mascando chicle, aspirando a perfume caro, a divertirnos pero con cabeza, y donde tras un nuevo novio nadie decía que había “rehecho su vida”.

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Genoveva Casanova es un personaje fascinante. Tiene solo 46 años, pero se empeña en darnos a entender que lleva toda la vida entre descafeinados y tostadas con mantequilla y mermelada. Es un referente viejoven, justo todo lo contrario que Agatha Ruiz de la Prada, portada de ‘¡Hola!’ esta semana, que siempre parece mocita feliz. De Genoveva desconocemos trabajo alguno, pero sabemos mucho de sus amores. Con cada pareja ha tenido sus etapas, un poco como Picasso, un poco a lo Whitney Houston. She’s every woman.

Casanova es rubia y mexicana y hace años, durante un viaje a España, conoció a un duque. De nombre Cayetano Martínez de Irujo, de profesión jinete y famoso, hijo de Cayetana de Alba, tantos títulos que aquí no caben. Pero las carnes aristocráticas también son débiles y Cayetano embarazó de mellizos a Genoveva. Le hizo un doble baulito, que diría mi madre. Y se casaron tiempo después. Ella con una cara a medio hacer de lo joven que era. Con una mezcla de sonrisa y miedo ante lo que le quedaba por venir.

placeholder Cayetano Martínez de Irujo y Genoveva Casanova, en una imagen de archivo. (Getty)
Cayetano Martínez de Irujo y Genoveva Casanova, en una imagen de archivo. (Getty)


Esa boda se recuerda en casas como la mía porque él iba vestido con uno de esos trajes de gala que las inexpertas de protocolo no sabemos interpretar y solo alcanzamos a decir: “¿Por qué va vestido de domador de circo?”. Desde aquí un saludo a Cayetano, por cierto, la persona con la que he mantenido la conversación más surrealista de mi vida en la sala de espera de una televisión. Se rio con un par de comentarios que hice, y yo necesito poco más para que me ganen.

El caso es que ese matrimonio se rompió, pero es de esos que “mantienen una relación cordial por el bien de sus hijos”. El tiempo que duró aquello fue suficiente para que Genoveva hiciera amistades de esas que gustan en muchos sitios y a otros nos producen cierta pereza. De hecho, se dice que al grupo de amigas las llaman ‘las Pereza’ y de las que no me atrevo a reproducir sus nombres no vaya a ser que coincida con ellas en cualquier otra sala de espera de la tele.

De Llosa a Luis Miguel

Casanova pasó de los títulos nobiliarios a los literarios y juntóse con Álvaro Vargas Llosa. Ahí la imagino como estaríamos todas: viendo, oyendo y callando. Una etapa que a mí me produciría cierta angustia a no ser que los muy intelectuales culturetas tengan también una vena hedonista y ligera. Una época de la que solo recuerdo una cosa. Pero qué cosa.

Como si fuera ahora, la veo con un vestido gris en Estocolmo. Caminando con muletas y un chaquetón de pieles rojo de Miguel Marinero, cinturón y guantes del mismo color. Acompañando a su entonces suegro a recibir el premio Nobel de Literatura. Demostrando que de séquito nada, que ella es una mujer que también tiene cosas que decir. Que ese día, aunque solo fuera ese, quería los focos a su persona.

Aquella relación también terminó e imagino que con frases como “hemos quedado como amigos y siempre será una persona especial en mi vida”. Me ponen muy nerviosa estos finales porque yo le deseé la calvicie a mi ex y no me arrepiento.

placeholder Genoveva Casanova, en una imagen de sus redes sociales. (Instagram/@genoveva_casanova_oficial)
Genoveva Casanova, en una imagen de sus redes sociales. (Instagram/@genoveva_casanova_oficial)

Genoveva siguió viendo crecer a sus hijos, diciendo lo mejor de todas sus familias políticas y continuó creyendo en el amor. Que es algo que suele decirse de esas mujeres que van de ligue en ligue, pero no entran en la categoría de 'frescales'. Con personas tan diferentes como Luis Miguel y José María Michavila. El primero nunca se confirmó, aunque sí el segundo. Fue un novio oficial, de los de toda la vida. De los de todas las Genovevas.

Ahora ella vive una de las muchas oportunidades que da la vida. Su etapa ‘maduro ganadero sevillano’. Con el que va a celebrar su cumpleaños, le regala arrumacos y sobre todo, lo más importante a estas alturas de su vida, “ante la mirada complacida y aprobatoria de los hijos de la mexicana”. Demostrando que “no está cerrada al amor si este surge en algún momento”.

Yo la prefería con aquellos zorros rojos. E intuyo que, por mucho que disimule, ella no ha vuelto a verse mejor que aquella noche tan fría en Estocolmo.

“Durante la velada, el empresario regaló a Genoveva cariñosos besos en la mejilla”. “Genoveva también dedicó a su amigo gestos de afecto”. “José Manuel acarició con delicadeza el cuello de la mexicana”. “Genoveva posó afectuosamente su cabeza sobre el hombro del empresario andaluz mientras este la abrazaba”. En verdad os digo que si alguna vez soy digna de salir en las revistas, quiero pies de fotos como estos.

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