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Iñigo Onieva: sin novia pero con gorra (del revés)
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OPINIÓN

Iñigo Onieva: sin novia pero con gorra (del revés)

Cómo no va a molarse este muchacho, si ha estado a punto de emparentar con una de las sagas que vertebran este país, si le faltaban meses para convertirse en empresario de verdad, pero de sí mismo

Foto: Iñigo Onieva. (Jate)
Iñigo Onieva. (Jate)

La palabra 'empresario' aparece escrita doce veces en el texto de ‘¡Hola!’ sobre la ruptura entre Tamara Falcó e Iñigo Onieva. Como si decirlo muchas veces hiciera sus sueños (los de Onieva y los de la revista) realidad. Es un insulto al empresariado español en su conjunto, creo yo, si tenemos en cuenta que hablamos de un tipo que a sus treinta y pico años lleva la gorra del revés, una camiseta con publicidad de uno de sus trabajos y lo hemos visto acudir a una fiesta con americana de lentejuelas.

Le estamos haciendo el caso justo a este personaje, que lleva de segundo apellido Molas y eso ya tiene un hilo del que tirar. Porque cómo no va a molarse este muchacho, si ha estado a punto de emparentar con una de las sagas que vertebran este país, si le faltaban meses para convertirse en empresario de verdad, pero de sí mismo. Un joven que ya no lo es tanto, con un currículum plagado de anglicismos. Nos lo han vendido como diseñador de coches, como relaciones públicas, un conseguidor despeinado y con barba de tres días. Me mola Molas, pero de lejos.

placeholder Tamara Falcó e Iñigo Onieva, en su última fotografía juntos. (Gtres)
Tamara Falcó e Iñigo Onieva, en su última fotografía juntos. (Gtres)

El ex de Tamara Tercera (porque en mi corazón están primero la de los boleros y luego la que se llamó Yurena) acude con frecuencia a una discoteca en la Gran Vía madrileña de la que nos han dicho que es dueño total, luego socio y ahora relaciones públicas. A este paso, en la campaña de descrédito que ciñe sobre su persona, nos dirán que reparte flyers por Plaza de España.

También nos han contado que trabaja para Mabel Hospitality, que es el pimpante nombre de una empresa de los Matute que gestiona restaurantes de esos en los que abusaron primero del aguacate, luego de las gyozas y ahora es un no parar de ceviches. No sabemos su cargo, solo que se encarga de desarrollar cosas. Yo, que soy malpensada y de barrio, no sé por qué me lo imagino siendo el que les lleva el vaso de Starbucks a sus jefes y a estos respondiéndole “gracias, crack” o también “bro”. Los canallitas de Barbour son así.

En el CV de Onieva dice que ha estudiado en Londres, Milán y Madrid. Habla con fluidez español, inglés e italiano, tiene un par de premios y conoce muchísimos programas informáticos que incluyen la palabra Design.

Todo esto me alegra porque uno nunca debe dejar de formarse aunque ya haga tiempo que dejó de ser mocito. Pero claro, después de que se haya morreado con medio Madrid y parte de Nevada, vete tú a saber si no tiene más que un cursillo a medio hacer y, eso sí, muchísimos contactos.

placeholder Iñigo Onieva, en una imagen reciente. (Gtres)
Iñigo Onieva, en una imagen reciente. (Gtres)

Porque Onieva es chulángano y simpaticón, un guaperas al que le falta un poco de altura. De la moral y de la de verdad, porque si en algo hemos avanzado como sociedad en España es en estatura. Y más en sitios como La Moraleja, donde se comen buenas carnes rojas y nunca falta de nada en la nevera.

Los caminos del Señor son incomprensibles a veces. Onieva Molas lo tenía todo para convertirse en el típico ídolo capilar con agenda, que habría hecho muy feliz a Tamara y a su madre con una buena oposición a registrador de la propiedad. Pero de vez en cuando, en las buenas familias de toda la vida les sale el espabilao, el que dice que estudiar lo justo, que trabajar ni digamos. Que se dice a sí mismo que es un emprendedor, un buscavidas, un llanero solitario en moto. Su familia, para no llamarlo oveja negra, lo define siempre como “todo un personaje”. Y ahí es cuando se convierte en irresistible. Y dice 'engagement' no por fardar, sino porque es así como hablan los de su entorno. Que rasga un poquito la voz como si estuviera haciendo un casting para la serie ‘Élite’. Y además, pardiez, es que estos malotes son mucho más divertidos cuando no son opositores.

placeholder Portada de la revista '¡Hola!'.
Portada de la revista '¡Hola!'.

En ‘¡Hola!’ nos cuentan cosas fascinantes, como que Tamara Tercera perdona como cristiana pero no como mujer. Que es algo que me planteo utilizar a partir de ahora en cualquier tipo de discusión a la que me enfrente. También que Molas estuvo un tiempo en una aplicación para buscar pareja, que es algo que para una mujer cristiana y Acuario como yo no tendría un pase.

Pero hay un detalle que inquieta y que chirría en este relato que prácticamente canoniza a la hija de "la reina de corazones". Está en un párrafo al que le acompaña una imagen de Falcó vestida de urbanita de finde en casa rural. Vaqueros, camiseta blanca, rebeca de lana, maquillaje de no llamar la atención, mirada al futuro con esperanza. Es ahí cuando el texto afirma que "la aristócrata" conocía la contraseña para acceder al teléfono móvil de su pareja. Y esto, querida marquesa, tampoco tiene un pase. De la que os habéis librado.

La palabra 'empresario' aparece escrita doce veces en el texto de ‘¡Hola!’ sobre la ruptura entre Tamara Falcó e Iñigo Onieva. Como si decirlo muchas veces hiciera sus sueños (los de Onieva y los de la revista) realidad. Es un insulto al empresariado español en su conjunto, creo yo, si tenemos en cuenta que hablamos de un tipo que a sus treinta y pico años lleva la gorra del revés, una camiseta con publicidad de uno de sus trabajos y lo hemos visto acudir a una fiesta con americana de lentejuelas.

Tamara Falcó
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