Lo que dijo Sánchez Dragó sobre su funeral: "Que todas mis mujeres estén delante de mi tumba"
El escritor ya tenía claro cómo quería que fuera su último adiós, incluso ya tenía comprado el ataúd y su nombre colocado en la lápida, tal y como confesó hace unos meses
Fernando Sánchez Dragó ya había preparado todo para el día que llegara su muerte. El literato tenía muy claro cómo quería que fueran sus exequias. Así lo contó a Vanitatis en el Foro de Encuentros con la Cultura celebrado en Marbella en 2021, en el que suscribió lo asumido que tenía su fallecimiento, del que nos enterábamos este lunes: "Son 85 años, amigos míos, como Antonio Escohotado o Luis Eduardo Aute, que se han ido hace nada. Todo esto de morir entra en la normalidad. Hace tiempo me compre el ataúd (uno baratito) y tengo pensados varios epitafios, pero no sé por cuál definirme. Uno de los que me gusta, haciendo un guiño a Groucho Marx, es 'perdonen que no se me levante", contaba bromeando.
Y tenía muy claro qué papel quería que tuvieran en su último adiós las que han sido las mujeres de su vida: "Pero hay un soneto de Cervantes que me encanta: 'Fuese y no hubo nada'. También me gusta este epitafio porque tengo buenos recuerdos de todas mis mujeres, de todas menos de la primera, que no se portó muy bien. Por eso me gusta también ese epitafio. En mi último libro estuvieron cuatro de mis mujeres, así que espero que todas mis mujeres estén también delante de mi tumba, como en las películas de Truffaut".
En el ataúd, el premio Planeta
El escritor también nos habló de su casa soriana de Castilfrío de la Sierra, el lugar donde fallecía este lunes y donde ya tenía guardado su ataúd junto a sus últimas voluntades: “En el cementerio que está al lado de mi casa compré también un terrenito para que me entierren ahí", nos contaba. "Compré mi tumba en Castilfrío al arzobispo de Burgo de Osma y me costó 15 mil 'pelas', baratita". También tenía muy claro que no quería que lo incinerasen: “De incinerarme nada. Yo quiero tocar la tierra. Un día un amigo me dijo: 'Túmbate bajo el cielo y allí donde veas crecer una mata en los campos de Castilla es que hay un muerto enterrado'. Así que yo quiero que mi cuerpo toque tierra. Las cenizas son muy frías, debajo de ellas no crece nada".
Por eso, un día en uno de esos paseos que daba por los pueblos sorianos encontró un ataúd y se lo llevó a casa: "Aquí lo tengo. Con todos los premios y estatuillas dentro para el día que muera. Hasta el premio Planeta lo tengo dentro del ataúd. Polvo es el polvo. En mi funeral todo quiero que sea sencillo. Me llevarán a hombros de casa al cementerio -hay veinte metros-; los gatitos, por supuesto, detrás; y solo tendrán que empujar la lápida, abrirla y para dentro. Sin más". El escritor, que hasta el final de sus días ha puesto en redes a sus gatitos, realmente los amaba. "La gatoterapia existe", nos decía. "Los gatos curan y está verificado. Ahora que no estoy muy bien, me tomo la tensión 20 veces al día. La tengo alta, pero me pongo a mi gato encima y me baja la tensión con su ronroneo y su poder sanador inmediatamente".
El gato Nano me da los buenos días. Él sabe que en la cabeza está el secreto de casi todo. pic.twitter.com/n0ZsbENS55
— Fernando Sánchez Dragó (@F_Sanchez_Drago) April 10, 2023
Dragó murió donde quería, en la localidad de Castilfrío, en la que montó su 'granja filosófica', en la que se ha encargado de dejar "una huella y una simiente y que se conozca este rincón de Castilla como espacio donde la gente se retire a meditar", escribía de este pueblo soriano. Y en sus últimas palabras nos decía: “Me vanaglorio de que me voy a morir sin haber hecho ninguna putada a nadie".
Fernando Sánchez Dragó ya había preparado todo para el día que llegara su muerte. El literato tenía muy claro cómo quería que fueran sus exequias. Así lo contó a Vanitatis en el Foro de Encuentros con la Cultura celebrado en Marbella en 2021, en el que suscribió lo asumido que tenía su fallecimiento, del que nos enterábamos este lunes: "Son 85 años, amigos míos, como Antonio Escohotado o Luis Eduardo Aute, que se han ido hace nada. Todo esto de morir entra en la normalidad. Hace tiempo me compre el ataúd (uno baratito) y tengo pensados varios epitafios, pero no sé por cuál definirme. Uno de los que me gusta, haciendo un guiño a Groucho Marx, es 'perdonen que no se me levante", contaba bromeando.