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Verónica Durán, la colombiana que más sabe de mantones de Manila de España
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Verónica Durán, la colombiana que más sabe de mantones de Manila de España

Vivía cómodamente en Colombia hasta que con el cambio de siglo emigró a Madrid, donde ha cumplido dos sueños: visibilizar el talento latino y convertirse en una experta en mantones de Manila

Foto: Verónica Durán posa para Vanitatis. (Foto: Daniel Alea)
Verónica Durán posa para Vanitatis. (Foto: Daniel Alea)

"Esta niña va a ser periodista", profetizó la bisabuela de Verónica Durán (Colombia, 50 años) cuando veía a la pequeña preguntar incansablemente. Y así fue. Esta mujer se dedicó a lo que más le gusta -"conocer gente y hacer preguntas"-, aunque también ha sido editora, diseñadora, inmigrante, empresaria y, sobre todo, una de las mayores expertas y coleccionista de mantones de Manila de España.

Y eso que Durán nació en Colombia, el país donde creció en una familia acomodada. Por vía paterna, su bisabuelo, Alfonso López Pumarejo, fue dos veces presidente de Colombia; por vía materna, su familia es dueña de la Quinta de San Pedro Alejandrino, la antigua hacienda -hoy convertida en museo- donde falleció Simón Bolívar, muy amigo de Joaquín de Mier, marqués de Santa Coa y antepasado de Verónica.

placeholder Verónica Durán posa para Vanitatis. (D. A.)
Verónica Durán posa para Vanitatis. (D. A.)

"Fue una figura histórica muy importante. El árbol genealógico de la familia forma parte de la visita", asegura mientras se acomoda en el patio de su casa, un oasis verde lleno de plantas en medio de la ciudad gris llena de edificios. Y estalla en una sonora carcajada. Su risa, fresca y franca, es uno de los rasgos de carácter de esta mujer tozuda y valiente que un día decidió dejar su apacible vida de burguesa en Colombia y cambiarla por una de inmigrante inquieta en el Madrid de principios del siglo XXI. "Llegué aquí en el año 2000. Metí todo en una maleta, convencí a un novio que tenía y nos vinimos sin nada. Ni trabajo ni Visa ni MBA. Quería empezar de cero. Yo pensaba: 'Tengo una carrera periodística alucinante, la van a valorar en España, voy a conseguir un puestazo'".

Por supuesto, nada de eso ocurrió y terminó trabajando de dependienta y secretaria. Y eso que efectivamente Durán tenía un currículum alucinante. Estudió Ciencias Políticas y Literatura en la Universidad de los Andes, una de las más prestigiosas de su país, y desde los 18 años empezó a trabajar en uno de los periódicos de referencia de Colombia, 'El Tiempo', bajo la amenaza de su padre: "'Si quieres dinero para salir, tienes que trabajar'. Mi ‘papá’ ha sido muy duro, cosa que le agradezco infinito".

Empezó de becaria recortando teletipos y terminó en la sección de Internacional, donde cubrió la guerra de Yugoslavia. Pero ella quería más. Trabajó en equipos de prensa de concejales y ministros, se curtió en la televisión y acabó como directora de comunicación de Ardilla Lülle, propiedad del empresario Carlos Ardilla Lülle, el segundo grupo empresarial más importante de Colombia, por detrás del grupo Santo Domingo. Tenía 24 años. "Tenía coche, despacho y secretaria, pero me aburría muchísimo. Comunicar en grandes grupos es complicado porque en realidad no quieren comunicar. Nunca he vuelto a ganar tanto dinero", asegura antes de llenar de nuevo el espacio con su risa.

Sus largos días de hastío fueron el origen de una idea genial: entrevistar a los grandes líderes mundiales para que contaran sus experiencias sobre la guerra y la paz, y poder así contribuir a la paz en una Colombia que entre 1984 y 1993 vivió sus años más duros a manos de Pablo Escobar. El resultado sería un programa de televisión que vendería a la cadena RCN, propiedad del grupo para el que trabajaba. "Me comunicaba con la gente por fax, a través de las embajadas o buscando teléfonos en las páginas amarillas", recuerda Durán, aún sorprendida de su arrojo.

Aquellos métodos que hoy parecen tan primitivos dieron resultado y Durán llegó a entrevistar a algunos de los personajes más importantes del siglo pasado. “Mihail Gorbachov, Gerry Adams en Irlanda del Norte, el Dalai Lama, el rey Hussein de Jordania, Yassir Arafat varias veces y Fidel Castro, un hombre muy seductor, muy alto, que me miraba el escote”, y resuena fuerte su risa. Aunque de todos el más inverosímil e inalcanzable fue Muamar el Gadafi.

placeholder Un momento de la charla con Verónica Durán. (D. A.)
Un momento de la charla con Verónica Durán. (D. A.)

"Entonces era un hombre absolutamente repudiado. El enemigo número 1 de Estados Unidos. Celebró una cumbre para conmemorar no sé qué aniversario e invitó a un montón de periodistas. Cuando las celebraciones terminaron todos se volvieron a su país menos yo. Quería conseguir mi entrevista. Me tocó esperar dos meses encerrada en un hotel en Libia, por el que subía y bajaba las escaleras para hacer ejercicio. No me dejaban salir ni, por supuesto, hacer turismo. Cuando nos hartamos de comer cuscús nos dejaban cruzar a la pizzería de enfrente. Teníamos un teléfono gratuito para comunicarnos con nuestras familias que yo creo que estaba pinchado. Un día llamé a mi padre llorando: 'No aguanto más, me voy a volver. Esto no tiene ningún sentido’. Y él me contestó: ‘Estás ahí, dijiste que querías la entrevista, no vuelvas sin ella’. Y me colgó”.

El día que por fin lo entrevistó se desplazó cinco horas por el desierto hasta su jaima. "Fue alucinante. Me interesó todo lo que dijo. Aunque con ese tipo de líderes no puedes ser muy impertinente con las preguntas porque desapareces y no se entera nadie. Era un personaje muy kitsch. Vestía túnicas de colores, rosa fosforescente, amarillo pollito…”.

El sueño de Madrid

Tras semejantes aventuras, su aterrizaje en Madrid fue abrupto, salvo por el día en que descubrió el mantón de Manila tras ver "a la señora más elegante de la tierra" lucir este complemento en una boda. Su suerte cambió cuando consiguió una beca de la Fundación Carolina y empezó a trabajar en la agencia EFE. Durán estaba de vuelta en la rueda y fue cuestión de tiempo centrarse en su nuevo cometido: visibilizar el talento latino. "Creo que en eso fui pionera. Empecé a hacer cosas importantes: concursos, premios…".

Fundó una revista, 'Fusión Latina', donde colaboraban escritores como Carmen Posadas y Antonio Caballero, y se asoció con la Casa de América y la Comunidad de Madrid para instaurar los premios '100 latinos Madrid'. "Elegíamos a cien inmigrantes exitosos, les hacíamos fotos y las colgábamos en el Metro y el aeropuerto. Eran retratos preciosos de Ouka Lele o García Alix", rememora.

placeholder Detalles de la vivienda de Verónica Durán. (D. A.)
Detalles de la vivienda de Verónica Durán. (D. A.)

El formato tuvo tanto éxito que lo reprodujo en otras ciudades y países del mundo como Miami, Colombia, Buenos Aires o Ecuador hasta que la crisis de 2012 lo congeló indefinidamente. Aprovechó entonces para estudiar un máster de Inmigración y Cooperación Internacional y otro sobre Periodismo de Investigación y Datos. Hace tres años, la vida hizo su magia y la contactaron desde la Comunidad de Madrid para relanzar la idea. Había nacido 'El Sueño de Madrid', un proyecto que busca visibilizar las aportaciones culturales, sociales, y económicas de los inmigrantes hispanos en la Comunidad de Madrid. "Antes los latinoamericanos éramos un tema de asuntos sociales, ahora somos un asunto de economía. El inmigrante es un emprendedor nato", dice.

Ella y sus mantones son el ejemplo. Desde que lo descubriera en aquella boda de la alta sociedad y se lanzara curiosa sobre aquella elegante señora, su pasión no ha hecho más que crecer. Épocas, estilos, origen, formas… Puede hablar de mantones durante horas (sin aburrirse y sin aburrir) y tiene una colección de 47 piezas que guarda con mimo siguiendo las instrucciones de la experta en textiles Caroline Stone, a quien acudió durante una invasión de polillas: “Arrugados como caigan en una funda de algodón”. Su amor por esta prenda le ha llevado a replicarlos en tamaño pañuelo que comercializa a través de su firma Silkrut, donde recrea sus propios diseños que vende en museos y palacios de toda España, además de en su propia web.

placeholder Verónica Durán nos muestra una de sus piezas. (D. A.)
Verónica Durán nos muestra una de sus piezas. (D. A.)

No es lo único que colecciona. Su casa, donde vive con su exmarido, el artista Mario Aguirre, y el hijo de ambos, Miguel, de 15 años, es una especie de museo que desprende vida que refleja su personalidad. Está llena de cuadros, figuras, espejos, recuerdos, cojines bordados, un biombo de madera de origen asiático, un chaleco con hilos de plata que le regaló Gadafi y unas estanterías llenas de perritos de porcelana Staffordshire. Cualquier rincón es una fiesta, por no mencionar la cocina, llena de enormes jarrones de porcelana. Su casa es su refugio y su motor, donde guarda todos sus recuerdos, y desde la que ha cumplido sus dos sueños.

"Esta niña va a ser periodista", profetizó la bisabuela de Verónica Durán (Colombia, 50 años) cuando veía a la pequeña preguntar incansablemente. Y así fue. Esta mujer se dedicó a lo que más le gusta -"conocer gente y hacer preguntas"-, aunque también ha sido editora, diseñadora, inmigrante, empresaria y, sobre todo, una de las mayores expertas y coleccionista de mantones de Manila de España.

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