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Esther Cañadas, de objetivo de los paparazzi a personaje ‘de relleno’
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su caché, a la baja en los últimos años

Esther Cañadas, de objetivo de los paparazzi a personaje ‘de relleno’

De estrella perseguida a personaje colateral. Fue una de las modelos más solicitadas en la década de los 90. Las cosas han cambiado desde entonces

Foto: La modelo, en una fotografía reciente
La modelo, en una fotografía reciente

De estrella perseguida a personaje colateral. Esther Cañadas fue una de las modelos más solicitadas en la década de los 90, y también de las que más aparecían en la prensa del corazón. Su matrimonio con Mark Vanderloo e incluso sus operaciones estéticas y sus labios eran tema de portada. Hace apenas unos días, unas fotografías de su presencia en Ibiza han pasado casi desapercibidas, prueba inequívoca de que la época de esplendor de Cañadas ya forma parte de la historia. En 2013, de hecho, aparecía en los juzgados de Barcelona para declarar sobre el presunto fraude a Hacienda de su exmarido, el piloto Sete Gibernau, en 2005 y 2006 y la sorpresa ante su físico, con unos kilos de más, que antaño habría sido noticia de portada, apenas pasó de unos comentarios en unas escuetas columnas.“En su época de mayor auge, las agencias cobraban hasta 18.000 euros por un reportaje suyo”, asegura uno de los paparazzi que le siguió los pasos durante la década de los 90, cuando Cañadas era un casi una marca.

A sus 37 años, la modelo hace tiempo que dejó las ‘vacas gordas’. Nacida en Albacete, a los 14 años se trasladó a Barcelona y fue allí cuando un golpe de suerte la acabó convirtiendo en modelo. Mientras otras chicas de su edad jugaban a ser adolescentes, ella se atrevió a irse a Nueva York para presentarse a Supermodelo. De ahí dio el salto para acabar convirtiéndose en la musa de Donna Karan. Pasados unos años, se convirtió en objetivo de la prensa cuando se casó con el también modelo Mark Vanderloo a los 22 años. Él tenía 31 y se convirtieron en la pareja de moda: eran guapos, estaban de actualidad y ve“Siguió siendo personaje gracias a su boda con Sete Gibernau”; afirma uno de ellos. “Por ejemplo, dos reportajes junto a él, uno en la Costa Brava y otro esquiando en Baqueira, no habrían sido vendidos por menos de 18.000 euros”. Además de sus fotos en compañía, Cañadas era presencia indiscutible en todo tipo de medios: mimada por la revista ¡Hola! en reportajes de postín y habitual en programas del corazón. Las cosas, sin embargo, empezaron a cambiar. “Hace dos años la contrataron para un desfile en el Hotel Vela de Barcelona. Su caché había bajado de forma brutal. Le pagaron 2.000 euros”.

El principio del fin

Su fallido matrimonio con Sete Gibernau coincidió con su retirada mediática. La boda, celebrada en 2007 una masía de Pals, Barcelona, fue todo lo privada que pudo ser teniendo en cuenta quiénes la protagonizaban. Cañadas llevó dos vestidos, uno para la ceremonia civil y otro para el banquete, de la diseñadora Rosa Clará. Llevaban cuatro años juntos en los que ella había sido relacionada con varias personas, entre ellas José Coronado. Pese a la complicidad con el retirado piloto, se volvió a cumplir la maldición del matrimonio que dura solamente un año. Si el de Mark Vanderloo y ella había durado de 1999 a 2000, su unión con Gibernau apenas rebasó los doce meses. El amor se había acabado y con él se acabaron también los contratos. Cañadas entraba en la treintena, una edad perfecta para cualquier mortal excepto para una modelo.

Cuando el trabajo empezó a escasear, se retiró de la vida pública española en 2008 para irse a vivir a México. A medio camino entre ese país y Estados Unidos, su presencia en España fue la justa. Rostros de nuevo cuño nacían para la prensa rosa y nuevas modelos se disputaban el caché de las grandes agencias. Cañadas reapareció en España para acudir a desfilar en The Brandery para Custo Barcelona en 2010. Respecto a su vida personal, su ruptura con el millonario Vikram Chatwall, con el que había anunciado boda, la devolvió a la actualidad en 2013. Sin embargo, y a falta de que reconduzca su profesión, ni esa ni ninguna otra información parece haberle devuelto a las portadas y a las grandes pasarelas. La gran ironía es que ella parece estar encantada con el cambio, tal y como ha confesado en alguna entrevista; prueba de que hasta los símbolos tienen derecho a dejar de serlo.

De estrella perseguida a personaje colateral. Esther Cañadas fue una de las modelos más solicitadas en la década de los 90, y también de las que más aparecían en la prensa del corazón. Su matrimonio con Mark Vanderloo e incluso sus operaciones estéticas y sus labios eran tema de portada. Hace apenas unos días, unas fotografías de su presencia en Ibiza han pasado casi desapercibidas, prueba inequívoca de que la época de esplendor de Cañadas ya forma parte de la historia. En 2013, de hecho, aparecía en los juzgados de Barcelona para declarar sobre el presunto fraude a Hacienda de su exmarido, el piloto Sete Gibernau, en 2005 y 2006 y la sorpresa ante su físico, con unos kilos de más, que antaño habría sido noticia de portada, apenas pasó de unos comentarios en unas escuetas columnas.“En su época de mayor auge, las agencias cobraban hasta 18.000 euros por un reportaje suyo”, asegura uno de los paparazzi que le siguió los pasos durante la década de los 90, cuando Cañadas era un casi una marca.

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