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Gracita Morales: la cara amarga de la cómica más emblemática del cine español
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falleció hace veinte años

Gracita Morales: la cara amarga de la cómica más emblemática del cine español

“Era muy déspota”. Esta declaración, tajante y clara, pertenece a uno de los compañeros de profesión de la actriz

Foto: Varios fotogramas, entre ellos uno de 'Sor Citroen', de Gracita Morales
Varios fotogramas, entre ellos uno de 'Sor Citroen', de Gracita Morales

“Era muy déspota”. Esta declaración, tajante y clara, pertenece a uno de los compañeros de profesión de Gracita Morales, que fallecía en abril de 1995, hace ahora veinte años, con tan sólo 66. Una vida llena de infelicidad, depresiones y fármacos para aliviar la soledad fueron minando poco a poco la vida de la que es una de las cómicas más reconocidas del cine español. Y sin embargo, todos aquellos espectadores que crecieron viéndola gritar aquello de “¡Señorito!” jamás imaginarían que la actriz de ojos claros y apariencia tan inofensiva como la Sor Citroen que encarnó en pantalla pudiese ser tachada de “déspota, algo envidiosa y muy loca”, por personas que compartieron rodaje con ella.

Dos décadas después de su fallecimiento, una amiga narra a este portal que “pasó los últimos años de su vida con pastillas, totalmente ida y hasta sus apariciones en televisión daban algo de pena”, refiriéndose a una intervención de la antaño ‘chacha’ del cine en el programa La ruleta de la fortuna que por aquel entonces (primeros años 90) presentaba Fernando Esteso.

Duro final para alguien que protagonizó éxitos taquilleros y que, en un principio, iba destinada a ser una bailarina de éxito. Hija de un empresario del teatro Calderón antes de la Guerra Civil, su meta era “ser bailarina, pero los médicos le aconsejaron que no lo hiciera por un tema de sus piernas”, declara uno de sus amigos. Luego llegaría a su vida el teatro, pero sería el cine el que la catapultó al éxito con títulos como Atraco a las tres o la citada Sor Citroen. En esos años en los que rodaba películas como churros ya empezaban las manías que relataron en su momento compañeros de profesión como José Luis López Vázquez, con el que formaba un tándem a lo Laurel y Hardy, o Alfredo Landa.

La historia de amor que la dejó marcada

“El problema de sus desequilibrios mentales vino después de tener un matrimonio fallido, que le duró apenas ocho años. Eso la dejó tocada para siempre”, asegura una compañera de profesión. Gracita se casó en junio de 1960 con Martín Zerolo, un pintor canario con el que no tuvo demasiada fortuna ni tampoco descendencia. “Esa fue la verdadera razón de sus crisis depresivas”, añade la actriz. Limpiar obsesivamente las roulottes en las que se alojaba durante los rodajes, gritar al director de turno o quejarse de las compañeras más jóvenes, a las que parecía envidiar, eran algunos de los comportamientos que forjaban un carácter difícil, irascible e incomprensible para el resto de las personas con las que compartía rodaje.

“En una ocasión llegó a tirarle un cenicero a otra actriz en plena filmación. Era de cristal y casi le da en la cabeza”, cuenta su compañera. Al parecer, el tenso momento tuvo lugar durante Operación bi-ki-ni, otra de esas llamadas ‘españoladas’ que triunfaron aquí y allá y se convertirían, con los años, en carne de programación televisiva de relleno. Contaba el fallecido José Luis López Vázquez que la actriz llegaba tarde día sí y día también a los rodajes. Su amigo lo confirma a Vanitatis: “Tenía una necesidad imperiosa de llamar la atención, lo que en el fondo me parece que evidencia una tremenda falta de afecto”.

Eso fue lo que hizo que se fuese alejando progresivamente de otros actores, que llegaban a huir de sus continuados ataques de cólera, de su mal humor y de su comportamiento errático, que la hacía ser “bastante despótica”. En sus horas más bajas, cuando la Transición y los nuevos aires en nuestro cine la dejaron sin trabajo, se llegó a rumorear un intento de suicidio. La alegría del payaso se había tornado eterna tristeza, que se transmutó incluso en las parodias de su propio arquetipo. Un ejemplo: en una película de Eloy de la Iglesia llegaba a parodiar su sempiterno papel de ‘chacha’ y lo convertía en triste sombra de lo que fue.

A duras penas pudo participar en un capítulo de la mítica ficción televisiva Los ladrones van a la oficina y, desde ese momento, toda su existencia fue cuesta abajo y sin frenos en una amalgama de pastillas que la mantenían sedada, drogas y un sinfín de abandonos personales que la habían llevado a vivir completamente sola. El 3 de abril de 1995, entre el ostracismo y el delirio, se iba para siempre la mujer que más hizo reír al público español de una época en la que España necesitaba ‘chachas’ y comediantes que le pusiesen una sonrisa en la boca. Aunque esta fuese postiza.

“Era muy déspota”. Esta declaración, tajante y clara, pertenece a uno de los compañeros de profesión de Gracita Morales, que fallecía en abril de 1995, hace ahora veinte años, con tan sólo 66. Una vida llena de infelicidad, depresiones y fármacos para aliviar la soledad fueron minando poco a poco la vida de la que es una de las cómicas más reconocidas del cine español. Y sin embargo, todos aquellos espectadores que crecieron viéndola gritar aquello de “¡Señorito!” jamás imaginarían que la actriz de ojos claros y apariencia tan inofensiva como la Sor Citroen que encarnó en pantalla pudiese ser tachada de “déspota, algo envidiosa y muy loca”, por personas que compartieron rodaje con ella.

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