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La nueva vida de Ira de Fürstenberg, la mujer que vendió un frutero a Corinna
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retiro en el cortijo 'las monjas'

La nueva vida de Ira de Fürstenberg, la mujer que vendió un frutero a Corinna

La fundadora de la célebre ‘jet-set’ marbellí, y ex de Alfonso de Hohenlohe, lo ha tenido todo. Ahora ha encontrado su ‘Arcadia sureña’ en un retiro dorado en el Cortijo de ‘Las Monjas’ de Ronda

Foto: Ira de Furstenberg durante la boda de Alberto y Charlene (Gtres)
Ira de Furstenberg durante la boda de Alberto y Charlene (Gtres)

Hija del príncipe Tassio von Furstenberg y de Clara Agnelli, Ira de Fürstenbergnació, rica, bella y con título nobiliario. La fundadora de la célebre ‘jet-set’ marbellí, y ex de Alfonso de Hohenlohe, lo ha tenido todo. Ahora ha encontrado su ‘Arcadia sureña’ en un retiro dorado en el Cortijo de ‘Las Monjas’ de Ronda, el lugar elegido para asentar su longevidad. Eso sí, sin dejar ese “de acá para allá” que la define por su vitalidad. “Mientras tenga fuerza y siga sintiendo curiosidad por las cosas, no dejaré de moverme”, asegura.

Y ahí está, saltando de Roma a Ronda con sus idas y venidas por el mundo para mostrar su ultima exposición, Objetos Únicos, una colección muy cool en homenaje a los animales de África. La vida de Ira de Furstenberg parece un cuento de hadas. Exponente de esa nobleza caduca que ha tenido que sobrevivir a un siglo sin prebendas para los títulos no abandona, ni a sus setenta y cinco años el ‘mantra fetiche’ que le inculcó su madre: “Lo único que importa es la elegancia. Hay que buscar siempre la elegancia”, le decía.

Familiares de la aristócrata cuentan a Vanitatis que la princesa pasa cada vez más temporadas en Ronda al lado de su hijo Hubertus, en este reducto que fue el ultimo legado del príncipe Alfonso de Hohenlohe, y por el cual hubo problemas en el reparto de la polémica herencia. Ahora la vida folletinesca de Ira se ha ido edulcorando entre los viñedos del que fue, sin duda, el amor de su vida: con él se casó a los 15 años, con él tuvo sus dos hijos, Hubertus y Kiko (fallecido en extrañas circunstancias en Tailandia) y con él en definitiva, “hizo de su locura el sueño de toda una vida”.

Entre la calma y el arte

La aristócrata respira sosiego en ‘Las Monjas’ y solo se mueve de allí para promover alguna muestra de su obra como la que hizo hace un año en El Mata, una exclusiva mansión de Gstaad. Esta exposición en Suiza fue una de las más sonadas ya que entre baronesas, príncipes, princesas y millonarios de todo el mundo, estaba Corinna zu Sayn Wittgenstein, la amiga del Rey Juan Carlos. Pocos días después de esta exposición aparecía en la mesa del monarca un frutero con el trébol de cuatro hojas de Jade que Ira diseñó y que Corinna había comprado en Gstaad por tres mil euros.

Siempre discreta, Ira habla de su “frutero” y afirma que cuando lo vio en la mesa del monarca en ese momento histórico que dio la vuelta al mundo, “fue un honor ver mi pieza. Cuando lo compraron me dijeron que se lo iban a regalar al Rey de España, pero pensé que sería una broma”. Pese a todo, la aristócrata ha evadido en todo momento revelar que fue Corinna quien se lo compró. El polémico frutero de Don Juan Carlos quedó inmortalizado para la eternidad el día que se anunció la abdicación en favor de su hijo.

Por todos es sabido que la amistad entre la amiga ‘entrañable’ del Rey Juan Carlos y la familia de Ira data de aquella época dorada en la que Corinna Larsen se paseaba descalza, siendo casi una chiquilla, por Santa Margarita, la casa que Max Hohenlohe construyó cuando llegó en 1946 a Marbella. El padre de la alemana, director europeo de una conocida aerolínea brasileña, intentó rodearse de personas influyentes y para ello frecuentó Marbella. Allí llevo a Corinna, que pronto se aficionó a la compañía de personajes ricos y famosos. Y lo “más” por entonces era ser amigo de los Hohenlohe, también conocidos coloquialmente como los “Ole Ole”, encargados de dar el pistoletazo de salida al veraneo con posados veraniegos y fiestas de “charity”.

A las fiestas entonces sólo se podía acudir si Alfonso te invitaba. El Marbella Club era el referente. Es precisamente en este club de la aristocracia en el que Ira expone sus colecciones de vez en cuando. Este año, su obra ‘viajará’ por ciudades como Milán, París y Hong Kong, y por último África, donde se presentará por primera vez la exposición de arte de Abiyán, en la que las creaciones de la princesa cobran vida y forma a través de su fértil imaginación y un sutil sentido de la estética.

Según dice, sus materias favoritas son el cuarzo, el cristal de roca, el pórfido, la malaquita, el jade, el coral, el oro, la plata y el bronce dorado. La princesa tiene en su haber más de 2.000 obras. “Quiero hablar de lo sagrado y lo profano a través de rosarios de cristal filipino, calaveras con piedras preciosas”.

Cine, amigos y libertad

Además de su labor solidaria con las donaciones de sus exposiciones, cuyos beneficios serán donados a los niños de la Fundación África, Ira de Fürstenberg recibe cada verano a amigos de la aristocracia europea en Ronda. Ella fue la encargada de presentar al fallecido Mark Shand Mark Shand, hermano de Camilla Parker Bowles, y a Tatiana Fürstenberg en el cortijo 'Las Monjas’. Ahora, la aristócrata tiene tiempo incluso para ver películas, entre las que se encuentran las que ha rodado ella misma en su pequeña carrera cinematográfica.

En su ecléctica filmografía pasó de actuar bajo las órdenes de Zefirelli a compartir cartel con Alfredo Landa en No desearás al vecino del quinto. “Cada rodaje era una aventura diferente para mí. No si eran buenas o malas películas. Yo estudiaba los guiones, conocía magníficos actores... De Franco Nero a Alfredo Landa. Y Landa era, sí o sí, un caballero”. Gracias al cine, se fue buscando otra vida de cuento sin abandonar su filosofía de la vida: "Hay que ser libre, independiente y feliz. Hacer lo que a una le dé la gana".

Hija del príncipe Tassio von Furstenberg y de Clara Agnelli, Ira de Fürstenbergnació, rica, bella y con título nobiliario. La fundadora de la célebre ‘jet-set’ marbellí, y ex de Alfonso de Hohenlohe, lo ha tenido todo. Ahora ha encontrado su ‘Arcadia sureña’ en un retiro dorado en el Cortijo de ‘Las Monjas’ de Ronda, el lugar elegido para asentar su longevidad. Eso sí, sin dejar ese “de acá para allá” que la define por su vitalidad. “Mientras tenga fuerza y siga sintiendo curiosidad por las cosas, no dejaré de moverme”, asegura.

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