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Ana Diosdado, la mujer que se casó dos veces con Carlos Larrañaga
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FALLECE A LOS 77 AÑOS DE EDAD

Ana Diosdado, la mujer que se casó dos veces con Carlos Larrañaga

Feminista, republicana y amante de los perros y gatos. La actriz hispanoargentina gozaba paseando por la playa de La Concha hasta Ondarreta para terminar tomándose un gin-tonic

Ana Diosdado era muchas cosas a la vez. Escritora, directora teatral, guionista, actriz, directiva de la SGAE, feminista, republicana, solidaria, cocinera especializada en canelones y quiche, amiga de los perros y gatos –de ellos decía que eran mejores compañeros que algunos varones– y también seguidora de algunos toreros como El Juli, aunque pocas veces se la vio en Las Ventas y sí en la plaza de La Malagueta o en San Sebastián, una de las ciudades que adoraba.

“Pasear por la Concha hasta Ondarreta sin rumbo fijo es quizá una de las satisfacciones que me da la vida. Y parar después en un bar donde sirven desde siempre los mejores gin-tonics del mundo”, contaba en una ocasión a un grupo de periodistas que, como ella, habían acudido al Festival de Cine de San Sebastián. Ese día le descubrió ese lugar secreto a la prensa amiga, a medio camino entre una playa y otra. Se guardó quién se lo recomendó, pero alguien que la conocía bien aseguró que fue Carlos Larrañaga, su marido durante 20 años.

Con Larrañaga se casó dos veces. Una en Lourdes y otra en Toledo, porque hay penitencias dobles, comentaba cuando la preguntaban por su historia de amor con el don juan hispano, del que decía: “Nunca haré ningún comentario negativo. Era un hombre con un gran sentido del humor, que te encandilaba, aunque no fuera sincero. Conmigo no lo fue, pero me hizo feliz”. Así respondía cuando acudía a la televisión y hablaba de él. “Me regaló unos hijos putativos fantásticos”. Se refería a Kako, Carlos, Pedro y Amparo, hijos del actor, y en el caso de los tres últimos también de María Luisa Merlo.

Con Amparo mantuvo siempre una conexión especial. Compartían ideas, maneras de afrontar la vida y hasta joyas, como un medallón que encargó en una joyería y del que pidió dos iguales, uno para ella y otro para la niña, que ambas han lucido en muchas ocasiones.

Ahijada de Margarita Xirgu, ha sido una de las personas con mejor biografía y currículo profesional. Fue la primera en poner en valor las series televisivas, como 'Anillos de oro', convertida en clásica y de total actualidad. Sería un buen momento para reponer una historia donde la tensión sexual entre los protagonistas (Imano Arias y ella) fue uno de los grandes atractivos. Decía que echaba en falta que se escribieran más historias que tuvieran personajes con muchas aristas. Era especialmente tímida y lo pasaba mal cuando se convertía en el centro de atención en algún sitio que no fuera un escenario. No le gustaba que hablaran de ella.

Acudió a programas de televisión que no estaban bien vistos por amigos intelectuales y a ella le daba igual: “Hay cosas que no me gustan, pero entretienen. Y si me llaman y me apetece, voy. Es cierto que cuestan mucho más baratos que hacer ficción, pero esa responsabilidad habrá que exigirla a las televisiones públicas”. Y hacía referencia a la popular frase con la que respondió María Antonieta a uno de sus ministros cuando le informaba de que sus súbditos en la Francia del siglo XVI no tenían pan: “Si no tienen pan, que coman croissants”.

Cuando llegó la enfermedad, lo contó públicamente. Primero una leucemia, después un derrame cerebral… pero siguió haciendo su vida hasta que la muerte la pilló con las botas puestas, en la SGAE, en una reunión de la junta directiva.

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Ana Diosdado era muchas cosas a la vez. Escritora, directora teatral, guionista, actriz, directiva de la SGAE, feminista, republicana, solidaria, cocinera especializada en canelones y quiche, amiga de los perros y gatos –de ellos decía que eran mejores compañeros que algunos varones– y también seguidora de algunos toreros como El Juli, aunque pocas veces se la vio en Las Ventas y sí en la plaza de La Malagueta o en San Sebastián, una de las ciudades que adoraba.

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