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Enrique y María Teresa: 40 años de matrimonio, amor y escándalos
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GRAN DUCADO DE LUXEMBURGO

Enrique y María Teresa: 40 años de matrimonio, amor y escándalos

La pareja ducal de Luxemburgo cumple 40 años de matrimonio en un palacio rodeado de dramas, escándalos y chismes en la relación entre suegra y nuera

Foto: Enrique y María Teresa de Luxemburgo. (Getty)
Enrique y María Teresa de Luxemburgo. (Getty)

Su imagen ante el pueblo de Luxemburgo no pasa por su mejor momento, pero el romanticismo no deja de acompañar a la leyenda que viaja al gran duque Enrique y su esposa María Teresa desde hace décadas. Se dieron el sí quiero el 14 de febrero de 1981, día de San Valentín, motivo doble para celebrar su amor. Comparten ya 40 años de matrimonio, en el que crecieron cuatro hijos y una hija, entre ellos Guillermo, el más mayor y el gran duque heredero que sucederá a su padre Enrique como símbolo de Luxemburgo.

María Teresa, de origen cubano, y Enrique se conocieron en 1975 en Ginebra, donde ambos estudiaban sus carreras de ciencias políticas y compartían taburete durante las conferencias universitarias. El amor nació entre dos estudiantes, mientras hincaban los codos en los libros para sacarse su licenciatura y volver con orgullo a sus casas. Pero su encuentro cambió su destino: cuatro años después de graduarse, anunciaron oficialmente su compromiso. Era noviembre de 1980, poco más de tres meses después, lucieron sus mejores atuendos para comprometerse ante toda Luxemburgo a compartir el resto de sus vidas.

Foto: Los grandes duques de Luxemburgo. (Court Gran Ducal)

La unión entre el gran duque Enrique, de 65 años, y María Teresa Mestre Batista, de 64 años, no estuvo exenta de controversias. Ella, una joven nacida el 22 de marzo de 1956 que estaba de paso por Europa, desconocía incluso la existencia del Gran Ducado de Luxemburgo, el futuro escrito de su pareja, por lo que tampoco sabía que él era el heredero al trono. Antes de llegar a la Universidad de Ginebra, vivía con sus padres fuera de Europa. A los tres años, huyó de La Habana, en su Cuba natal, junto a sus progenitores, justo antes del fin de la revolución cubana.

placeholder Los Grandes Duques de Luxemburgo, Enrique y María Teresa, en una imagen de archivo. (EFE)
Los Grandes Duques de Luxemburgo, Enrique y María Teresa, en una imagen de archivo. (EFE)

Las expropiaciones, nacionalizaciones, confiscaciones de bienes, resumidas en las ambiciones políticas de Fidel Castro, aterrorizaron a los padres de la futura gran duquesa, lo que hizo que se marcharan a Nueva York durante varios años, hasta que decidieron mudarse a Suiza, donde la pareja estudiantil se vio por primera vez. El amor de ambos fue un secreto durante años, hasta que, en 1980, Enrique se la presentó a sus padres, el gran duque Juan y la gran duquesa Josefina Carlota. La noticia se les atragantó a los duques, sobre todo por los orígenes de María Teresa: una joven cubana de clase media, sin grandes riquezas, sin padres de renombre ni títulos nobiliarios.

Los planes de los entonces duques eran casar a su hijo con alguien conocido en la alta sociedad, como hicieron las hermanas de Enrique. María Astrid se casó con su primo segundo, el archiduque Carlos Cristian de Austria, y Margarita es una princesa tras casarse con el príncipe Nicolás de Liechtenstein. Pero Enrique no estaba dispuesto a renunciar al amor de su vida, por mucho que no tuviera títulos. Se negó a romper su relación a pesar de las insistencias de sus padres, especialmente de Josefina Carlota. Al final, los grandes duques tuvieron que verlos desfilar por la Catedral de Nuestra Señora de Luxemburgo, donde contrajeron matrimonio.

UNA JOVEN QUE ENAMORÓ A LUXEMBURGO

María Teresa no decepcionó entonces a sus suegros. Logró ganarse a sus plebeyos luxemburgueses, trabajando para diferentes organizaciones benéficas, como firme defensora de los derechos de las mujeres o promoviendo en público las microfinanzas y la reducción de la pobreza, en una lucha por un mundo más igualitario. Todo esto, mientras veía crecer a sus pequeños. Guillermo nació poco después de la boda, en 1981, después llegó Felix (1984), Luis (1986), Alexandra (1991) y Sebastián (1992). María Teresa y Enrique tienen ya varios nietos, haciendo de vez en cuando tareas de abuelos en su palacio de Luxemburgo.

placeholder María Teresa de Luxemburgo, en una imagen de archivo. (Getty)
María Teresa de Luxemburgo, en una imagen de archivo. (Getty)

La pareja tuvo a sus pequeños cuando aún ejercían como herederos. En el año 2000, el entonces gran duque Juan entregó el poder a su hijo Enrique, y Josefina Carlota cedió el título de gran duquesa a María Teresa, aunque el hacha no estaba enterrada todavía. La propia joven cubana se desahogó y se quejó ante los periodistas del trato que recibía de su suegra, aseguró que esta había difundido rumores e historias falsas sobre su persona, como, por ejemplo, sobre sus supuestos planes de dejar Luxemburgo para volverse a su Cuba natal.

La relación entre los actuales y los anteriores grandes duques nunca llegó a cuajar. Para Josefina Carlota, su nuera tiene un temperamento incontrolable e incompatible con la nobleza, y su falta de títulos es algo que siempre le ha reprochado. Son muchos los rumores que circulan sobre el trato que da a María Teresa: desde las críticas a su peso durante su embarazo, hasta su negativa a prestarle joyas o inventarse relaciones secretas de Enrique para provocar una separación. La pareja sigue junta 40 años después, y los rumores sobre las tensiones entre suegra y nuera no hacen más que multiplicarse cada día.

En 2008, el gran duque Enrique causó un gran revuelo en su país, con una crisis política incluida, al negarse al gesto simbólico que le corresponde de firmar una ley sobre la eutanasia alegando “motivos de conciencia”. El primer ministro Jean Claude Juncker recurrió a una enmienda constitucional para eliminar el artículo que exigía la aprobación del gran duque para introducir una nueva ley en el país. A partir de entonces, la función del gran duque es principalmente acudir a ceremonias y recibir visitas en el castillo de Berg como la cara de Luxemburgo.

placeholder El Gran Duque de Luxemburgo, Enrique de Nassau-Weilburg. (EFE)
El Gran Duque de Luxemburgo, Enrique de Nassau-Weilburg. (EFE)


EL ESCÁNDALO QUE HIZO HUIR A LOS EMPLEADOS

Los escándalos y las intrigas han sido la tónica constante en la vida de esta pareja. El jefe de Estado y su esposa han copado las portadas de los medios locales por la política de personal que aplican en el castillo de Berg, donde reside la familia. El mariscal de la Corte, el primer consejero, el secretario general, el jefe del Servicio de Comunicación... y así hasta 51 de los 110 empleados que trabajaban para ellos entre 2014 y 2019 marcharon por la puerta grande espantados por los humos de la gran duquesa, una fuga de personal que hizo saltar todas las alarmas en la sociedad y en el gobierno luxemburgués.

El Ejecutivo de Luxemburgo contrató a una psicosociología francesa, Chantal Selva, para modernizar la Corte, pero justo cuando iban a condecorarla por su trabajo poniendo las cosas en orden, salió a la luz que había ocultado un delito que ocurrió en casa de los duques. Su despido fue fulminante y el gobierno convocó una reunión inmediata con los propietarios del palacio para expresarles su preocupación y pedirles tomar cartas en el asunto sobre lo que estaba ocurriendo con el personal que tenían a su servicio. Esa reunión no marchó nada bien. María Teresa se marchó del encuentro, hizo las maletas, dejó tirado al presidente rumano que iba de visita oficial y se dirigió a Suiza con los suyos.

Alegó “circunstancias familiares graves”, pero pocos se creyeron ese argumento. Algunos por los rumores que habían corrido por el país durante años: la gran duquesa siempre quiso huir de Luxemburgo y dejar atrás la presión de sus labores. El rebote de María Teresa no atemorizó al Gobierno de Luxemburgo. Al final, acabó encargando a Jeannot Waringo, un exalto funcionario del Ministerio de Finanzas, que pasara unos días en palacio y analizara cada detalle de lo que estaba ocurriendo.

placeholder El duque Enrique y la duquesa María Teresa de Luxemburgo en 2011. (EFE)
El duque Enrique y la duquesa María Teresa de Luxemburgo en 2011. (EFE)

Un informe de 44 páginas, que publicó Waringo el 31 de enero de 2020, confirmó los temores de todos. “Hay una cierta cultura de miedo entre el personal”, reconoció el investigador. Se encontró con desorganización, del trabajo y de las cuentas, y señaló a la gran duquesa como la persona que tuvo la última palabra o la que tomó las decisiones más importantes sobre el personal. Fue ella la que contrataba y despedía a su aire, y la comunicación dentro del palacio brillaba por su ausencia, mientras la “vida cotidiana estaba dominada por los rumores”, incluso hay quien hablaba de violencia física, dijo.

Entre sus recomendaciones, pedía “como un gesto de gran importancia”, modernizar radicalmente a la monarquía y apostar por la transparencia, una “gran necesidad” en tiempos donde las familias reales están sometidas a constante escrutinio, sobre todo por sus gestos y por lo que gastan. Los flujos de dinero y la gestión financiera deben estar en manos de un experto independiente, añadió. Hay quien hace un balance positivo y cree que durante el último año hubo cambios a mejor porque la gran duquesa ya no tiene iniciativa en la gestión de personal, ni siquiera puede opinar sobre el nuevo organigrama. Otros creen que hace falta más.

Mientras el gobierno trata de calmar las aguas, los grandes duques siguen causando revuelos. Las pasadas navidades, se marcharon juntos de vacaciones a un nuevo apartamento que habían comprado en Biarritz, en el sur de Francia, un capricho con el que se hicieron el pasado verano. Las redes sociales y la prensa de Luxemburgo ardieron en críticas por el egoísmo de la pareja, que marchó fuera del país en medio de las restricciones por la pandemia. Aunque no estuviera estrictamente prohibido, no fue un ejemplo de empatía, decían. Un escenario similar que le pasó factura a los reyes de Países Bajos, Guillermo Alejandro y Máxima. Para evitar nuevos sobresaltos, la familia Gran Ducal tendrá este fin de semana que celebrar en la intimidad y sin invitados el 40 aniversario de su boda.

Su imagen ante el pueblo de Luxemburgo no pasa por su mejor momento, pero el romanticismo no deja de acompañar a la leyenda que viaja al gran duque Enrique y su esposa María Teresa desde hace décadas. Se dieron el sí quiero el 14 de febrero de 1981, día de San Valentín, motivo doble para celebrar su amor. Comparten ya 40 años de matrimonio, en el que crecieron cuatro hijos y una hija, entre ellos Guillermo, el más mayor y el gran duque heredero que sucederá a su padre Enrique como símbolo de Luxemburgo.

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