Batalla de quilates en Noruega: las fastuosas tiaras de Máxima, Sonia, Mette-Marit y Marta Luisa
La de este martes fue una noche en la que las damas reales sacaron la artillería pesada. Una velada llena de quilates con mucha historia detrás
Echábamos de menos las veladas con grandes joyas que el coronavirus hizo desaparecer. Pero poco a poco, mientras la pandemia está cada vez más controlada, van volviendo las cenas con esplendor y boato, como la que se vivió la noche de este martes en el Palacio Real de Oslo. Harald y Sonia de Noruega ofrecieron un banquete en honor a Guillermo Alejandro y Máxima de Holanda, quienes se encuentran realizando una visita de Estado al país escandinavo. Una cita a la que no faltaron Mette-Marit y Marta Luisa. El único que causó baja fue el príncipe Haakon, quien está resfriado y por precaución prefirió quedarse en casa.
La de este martes fue una noche en la que las damas reales sacaron la artillería pesada. Una velada llena de quilates con mucha historia detrás que hoy te contamos al detalle.
La más valiosa
Las dos reinas lucieron las piezas más grandes. En el caso de Máxima se decantó por la tiara de zafiros, que desde que la lució en la investidura de Guillermo Alejandro en abril de 2013 se ha convertido en una de las más icónicas de la realeza europea. Realizada con 31 zafiros cachemira y 655 diamantes de Sudáfrica, su zafiro central, de 44 quilates, formaba anteriormente parte de un broche. Fue diseñada en 1867 por la joyería parisina Mellerio siguiendo la técnica 'pampille en tremblant'. No fue hasta 1881 cuando entró a formar parte del joyero de los Orange, cuando el rey Guillermo III de los Países Bajos la compró como regalo para su esposa, la reina Emma.
Aunque la original estaba montada en oro, en 1928 se cambió la montura por una de platino para hacerla más llevadera. A la tiara se le han ido añadiendo otras piezas de zafiros para formar una parure, que en la actualidad consta de dos brazaletes, un collar, unos pendientes y un broche. Al fallecer, la reina Emma le dejó la joya a su nieta, la reina Juliana, y esta a la otrora reina Beatriz, quien nunca llegó a lucir el juego completo. No es el caso de Máxima, quien la noche de este martes lucía todas las piezas, los brazaletes (que dicen que son muy pesados) incluidos.
Además de la tiara, Máxima llevaba otra pieza especial, uno de los dos broches Swirl, que sujetaba su banda roja de la orden de St. Olav. Por primera vez, la argentina, quien es una experta en jugar con las joyas, ha colgado una tanzanita -a juego con la diadema y los pendientes- del broche, que forma una espiral y que pertenece al joyero personal de la reina desde 2006.
La más antigua
Por su parte, la reina Sonia optaba por la llamada tiara de las esmeraldas, una pieza de estilo neoclásico que el joyero Bapts realizó en 1804 para la emperatriz Josefina. Está hecha con diamantes y esmeraldas, que representan volutas y madreselvas. En la parte superior central hay una gran esmeralda de talla princesa, es decir cuadrada. Josefina dejó la diadema a su hijo, Eugenio de Beauharnais, que se la regaló a su hija Amelia, al casarse con Pedro I de Brasil. Amelia le legó la joya a su hermana, la reina Josefina de Suecia. Finalmente, y tras pasar por varias cabezas, la diadema acabó en manos de la reina Marta, esposa del rey Olav V. Actualmente, es la tiara favorita de la reina Sonia, que, como soberana consorte, es la única que puede lucirla. Llevaba también el collar, los pendientes y el broche a juego,
La más Hollywood
La princesa Mette-Marit optó por una pieza pequeña, pero muy especial para ella, ya que fue un regalo que le hicieron sus suegros, Harald y Sonia, con motivo de su boda. De hecho, fue la que lució 20 años atrás cuando le dio el 'sí, quiero' al príncipe Haakon. Fue creada por la joyería Garrard en 1910, aunque no fue adquirida por los reyes hasta 2001 para entregársela a su nueva nuera. Se trata de una pieza de estilo bandeau (diadema), realizada con diamantes en talla brillante engastados que forman pequeñas margaritas con el lateral festoneado. Al ser un regalo para ella, Mette-Marit es la única que ha lucido la joya.
Cate Blanchett, la conocida actriz, lució una tiara de lo más parecida en la película 'Un marido ideal', en la que interpreta a Lady Gertrude Chiltern. La cinta es de 1999 y la boda de Mette-Marit no fue hasta 2001, por lo que bien podría tratarse de la misma diadema que la joyería Garrard prestó para la película, algo que suelen hacer habitualmente.
La princesa llevaba también unos pendientes formados por unos rosetones de diamantes de los que colgaban unas perlas
La más moderna
Marta Luisa coronó su cabeza con la tiara de las amatistas, una de las piezas favoritas de su cuñada Mette-Marit. Está realizada con diamantes y amatistas en tallla brillante que forman pequeñas flores. Fue realizada en los años 90 y el rey Harald la compró para regalársela a su esposa, la reina Sonia, con un collar, dos pulseras y unos pendientes a juego. Durante años fue Sonia la única que la lució, pero al entrar Mette-Marit en la familia se la prestó en numerosas ocasiones. No fue hasta 2010, en la boda de Victoria de Suecia, cuando vimos a Marta Luisa luciéndola por primera y única vez, hasta este martes.
La princesa ha optado por lucir joyas personales, unos pendientes también de amatistas pero de corte moderno, y un collar de cuentas del que cuelga un gran corazón hecho de topacio azul. Sujetando la banda holandesa de la Orden de la Corona llevaba un pequeño prendedor de diamantes.
Echábamos de menos las veladas con grandes joyas que el coronavirus hizo desaparecer. Pero poco a poco, mientras la pandemia está cada vez más controlada, van volviendo las cenas con esplendor y boato, como la que se vivió la noche de este martes en el Palacio Real de Oslo. Harald y Sonia de Noruega ofrecieron un banquete en honor a Guillermo Alejandro y Máxima de Holanda, quienes se encuentran realizando una visita de Estado al país escandinavo. Una cita a la que no faltaron Mette-Marit y Marta Luisa. El único que causó baja fue el príncipe Haakon, quien está resfriado y por precaución prefirió quedarse en casa.