La novia de Marius Borg, el hijo de Mette-Marit, habla abiertamente sobre su enfermedad mental

Los problemas de salud mental están a la orden del día y cada vez hay más personajes públicos que dan un paso al frente para darles visibilidad. Incluso en la esfera royal… La última en confesarse públicamente ha sido la novia de Marius Borg, el hijo de Mette-Marit de Noruega, que ha hablado abiertamente de la enfermedad que padece en una entrevista concedida a la revista 'A-Magasinet'.

“Soy bipolar. Me lo diagnosticaron cuando era joven, así que he vivido con mi enfermedad durante muchos años. Recibí ayuda temprana y ahora sigo en terapia y estoy medicada”, confiesa Juliane Snekkestad sin tapujos. La joven, que lleva desde 2018 saliendo con Marius Borg Høiby, explica cómo le afecta este problema en su día a día: “Puedo ser completamente normal, luego de repente estoy en el pozo. No tiene por qué haber ninguna razón o causa para ello. Estoy más abajo que arriba. El trastorno bipolar es una maldita enfermedad”.

Además, su trabajo como modelo le genera bastante estrés, lo que no hace más que empeorar esta dolencia, pero ella trata de manejarlo lo mejor que puede. “Es difícil planificar, de alguna manera nunca sé muy bien cómo estoy. Sin embargo, he aprendido algunas técnicas cuando las cosas se ponen difíciles. Es importante que mis agentes sepan lo que pasa y ellos son muy comprensivos conmigo”, asegura.

En esta batalla diaria contra la bipolaridad Juliane tiene a su novio de su lado y también cuenta con el apoyo incondicional de su suegra. Y es que Mette-Marit puede comprenderla mejor que nadie, pues ella ha vivido en sus propias carnes los estragos de sufrir una depresión. Pese a que al principio hubo reticencias, debido entre otras cosas a sus posados para la desaparecida revista 'Playboy', actualmente Juliane está muy integrada en la familia real. De hecho, el año pasado aparecía en la felicitación navideña junto a sus suegros, el propio Marius y los hermanos de este, la princesa Ingrid Alexandra y el príncipe Sverre Magnus. También ha sido invitada a las respectivas confirmaciones de los hijos de Haakon y estuvo presente en el funeral de Ari Behn, el exmarido de la princesa Marta Luisa de Noruega, junto al resto de la familia.

Aunque esta es quizá la ocasión en que Juliane más claramente ha hablado de la enfermedad mental que padece, lo cierto es que en otras entrevistas ya había dado algunas pinceladas sobre el tema aludiendo a sus problemas de ansiedad, sobre todo en la adolescencia. “Probablemente fui bastante popular en la escuela primaria, pero nunca sentí que encajara completamente. Especialmente no entre las chicas y luché mucho con la ansiedad. A menudo sucedía que llamaba a mi madre encerrada en el baño de la escuela y le rogaba que me recogiera”, confesaba.

La modelo y Marius Borg llevan una vida discreta, alejada del ojo público. Él no tiene ningún tipo de papel institucional al ser fruto de una relación anterior de la princesa Mette-Marit, por lo que puede gozar de los privilegios de ser casi un royal sin ninguna de las obligaciones. Viven juntos en la ciudad de Tønsberg, donde ella nació y que han reformado a su gusto. “Él es un manitas”, dice Juliane sobre su chico. El joven, pese a haber recibido una exquisita educación de finanzas en California y de diseño en Milán, parece que salta de un trabajo a otro sin descanso y ninguno tiene mucho que ver con sus estudios. Agente inmobiliario, editor de una revista especializada en lujo, imagen de una aplicación de citas, mecánico de motos…

La pareja se conoció en Los Ángeles y su relación empezó despacio, tal y como ella ha contado en alguna entrevista: “Nos presentó un amigo común. Empezamos a enviarnos mensajes de texto y poco a poco nos hicimos novios”. Juliane aparece de vez en cuando en la prensa por su trabajo y nos permite conocerla mejor, no así Marius, que desea ser completamente anónimo. Atrás quedan los tiempos en que ocupaba titulares por su mala relación con su padrastro, Haakon de Noruega, que motivó que le enviaran a Estados Unidos para formarse y, de paso, poner distancia y calma en palacio.