Alberdi, Becerril, Cernuda, Almeida y Balletbò: las mujeres del 23-F
Hace cuatro décadas, España vivió una de las jornadas más convulsas de la democracia. Cinco mujeres destacadas recuerdan cómo pasaron aquellas históricas horas
El 23 de febrero de 1981 irrumpía en el Congreso de los Diputados un grupo de guardias civiles al mando del teniente coronel Tejero durante la votación para la investidura de Calvo Sotelo como presidente de Gobierno. Han pasado cuarenta años de ese golpe de Estado fallido y cinco mujeres, que lo vivieron en primera línea, recuerdan aquel día para Vanitatis. La periodista Pilar Cernuda, Soledad Becerril (ministra en aquella fecha), la abogada Cristina Alberdi (con despacho feminista abierto en la calle Conde de Xiquena), la diputada por el PSC Anna Balletbò y Cristina Almeida, concejala del Ayuntamiento de Madrid con Enrique Tierno Galván.
Todas ellas mantienen en su memoria recuerdos y anécdotas que siguen formando parte de la historia de España. Coinciden en que llegó la tranquilidad con el mensaje del rey Juan Carlos, en el miedo que pasaron ante las posibles represalias y en el final del secuestro en el mediodía del 24 de febrero de aquel 1981.
Nervios todos, miedos todos
Pilar Cernuda trabajaba en la agencia Colpisa: “Fue una noche alucinante en todos los sentidos. Lo estábamos siguiendo por la radio cuando escuchamos a Tejero. Mi pareja en aquel momento estaba en TVE y al tener la señal abierta, me iba pasando los datos”. Dejó la agencia y se fue andando hasta el Congreso: “La calle estaba llena de gente y me encontré con Emma Cohen. Al ver que era imposible llegar, me fui al Ministerio del Interior, donde estaba el Gobierno en funciones con los secretarios y subsecretarios de Estado. Y tuve la suerte de que no había ningún periodista. Estaba yo sola, y Ramón del Corral me dejó un despacho”.
A las pocas horas, Ignacio Aguirre, secretario de Estado, le confirma que Armada estaba en el golpe. “Volví a la agencia pitando y el director, Manu Leguineche, me dijo: ‘Hay que confirmar esa noticia antes de lanzarla. Es muy grave’. Y entonces hicimos una operación, digamos que poco ortodoxa, y supimos que, efectivamente, Armada era uno de los golpistas. Solo se atrevió a publicar ese dato Pedro J. Ramírez. La noticia fue impactante”. Cernuda recuerda que fueron horas tremendas donde todo podía suceder: “Nervios todos, miedos todos. Fue horrible y la tranquilidad llegó cuando por fin habló el Rey por la noche”
Sorpresa e incredulidad
Soledad Becerril fue nombrada, en diciembre de ese año, ministra de Cultura. Era la primera mujer que ostentaba un cargo ministerial desde la II República. Era diputada por Sevilla y secretaria de la mesa del Congreso. “La irrupción del teniente coronel Tejero en el hemiciclo con numerosos guardias civiles armados con pistolas y metralletas me llenó primero de asombro, y enseguida comprendí que se trataba de algo muy grave. En las fotos se ven nuestras caras de gran sorpresa e incredulidad”. Ha pasado el tiempo, pero rememora la incertidumbre ante lo que podía pasar: “Hubo un momento de susto cuando amenazaron con disparar sobre el montón de sillas que habían apilado en el centro del hemiciclo”. Todos los materiales de la cámara eran altamente inflamables. Becerril estaba sentada al lado de José Bono, que era secretario de la Cámara junto a Víctor Carrascal y Leopoldo Torres. “Bono me contó, tiempo después, que yo dije: ‘¿Qué va a ser de mis hijos?’. Tenía 36 años y dos hijos pequeños en Sevilla. Cuando por fin llegué a casa, se lo expliqué y con el tiempo a mis nietos”. La ministra y diputada no pudo volver a Sevilla hasta varios días después porque Landelino Lavilla convocó reunión de la Mesa al día siguiente.
“Recuerdo bien que pensé que la democracia estaba amenazada, que aquello era una locura y una vergüenza, y que los autores y responsables, los que entraban y salían del hemiciclo y nos amenazaban, eran unos personajes disparatados”. Tiene palabras de admiración para dos protagonistas de aquella jornada: “Pude ver el comportamiento ejemplar del teniente general Gutiérrez Mellado, enfrentándose a los golpistas, y también al presidente Adolfo Suárez, levantándose en su ayuda. Son imágenes que no olvido. Igual que la intervención del rey Juan Carlos, en su calidad de mando supremo de las Fuerzas Armadas, apelando al respeto al orden constitucional. Fue decisoria para que el golpe fracasara”.
Una angustia tremenda
En esta afirmación coincide también Cristina Alberdi, que había participado como asesora durante la Transición en los trabajos preparatorios de la Constitución y en las leyes de reforma de los códigos Civil y Penal. Fue ministra con el Gobierno de Felipe González y siempre estuvo muy comprometida con los derechos de la mujer a través de su despacho de abogadas feministas.
Recuerda, como las anteriores entrevistadas, que era una tarde normal de consultas: “Cada una en su despacho con la clienta correspondiente y con gente en la sala de espera. De pronto llegó el abogado José María Mohedano y, delante de todas las señoras, dijo que habían entrado los militares en el Congreso y que nos fuéramos a casa. Un follón y una angustia tremenda porque estábamos muy señaladas. Se corrió la voz de que iban a meter a personas destacadas de la izquierda en el Bernabéu como había pasado en Chile. Nos podía pasar cualquier cosa y más a los que estaban en el Congreso. Me fui a casa de mis padres, que desde el principio me dijeron que si había que salir de España, salíamos”. Confirma que la aparición del rey Juan Carlos fue definitiva para tranquilizar a los españoles.
Manta, radio, calefactor
Cristina Almeida era concejala del Ayuntamiento de Madrid y presidenta de la Junta de Fuencarral. Ese día no estaba en activo: “Me encontraba en casa con una gripe tremenda porque en la junta no había calefacción. Vino la secretaria para traerme unos papeles urgentes que había que firmar, y de pronto llaman por teléfono para decir lo que estaba pasando”.
Almeida no lo dudó: cogió una manta, una radio y un calefactor, y se fue a su despacho. “Me daba más miedo lo que iba a pasar después del triunfo del golpe que aquellas horas previas. Estuve toda la noche, hasta que ya salió el rey. Me llamó Tierno Galván para decirme que me fuera al ayuntamiento y así no estaba sola, pero me quedé en el sitio que tenía que estar”. Vivió varias anécdotas. Una de ellas tenía que ver con la policía municipal, que también estaba en el centro y para los que pidió bocadillos. Otra, cuando aparecieron unos guardia civiles y le dijeron que ellos eran de los buenos y que si podían llamar por teléfono a sus jefes para recibir órdenes. Por supuesto, no olvida la conversación con su padre: “Me dijo que me fuera a su casa porque tendrían que pasar por encima de su cadáver antes de que me hicieran algo. Tenía miedo por mí”.
El número de Zarzuela
Anna Balletbò era diputada por el Partido Socialista de Cataluña y se encontraba esa tarde de votación en el Congreso. Estaba embarazada de sus gemelos, Bernart y Aina, que nacieron cinco meses después. “Mi primera imagen en aquel momento fue una desagradable situación de peligro y el temor no tanto a que me mataran, sino que me hirieran y al estar embarazada pudiera abortar”. Tomó la decisión de marcharse del hemiciclo y así se lo dijo al guardia civil que tenía cerca: “Me ayudó a bajar las escaleras y me quería llevar al dispensario que hay en el Congreso. Fue entonces cuando realmente me asusté porque vi a gente tumbada en el pasillo y no sabía si estaban vivos o muertos”.
Una vez que consiguió salir a la calle, llamó a su casa y después sintió la necesidad de localizar al Rey. “Yo era la primera persona que realmente le podía contar lo que estaba sucediendo dentro. Nadie tenía su teléfono, y la anécdota fue que nuestra secretaria llamó a información y le dieron el teléfono del Teatro de la Zarzuela. Después conseguí hablar con Jordi Pujol, que era el único que me podía facilitar el número. Y resulta que me pregunta que para qué tengo que llamar al Rey. Le tuve que decir que era el jefe del Estado y que tenía la obligación de saber”. Don Juan Carlos lo primero que quiso saber era si había heridos y después si había identificado a alguien: “Le dije que yo no, pero que un compañero me había comentado que era el mismo que había puesto en marcha la operación Galaxia”.
El 23 de febrero de 1981 irrumpía en el Congreso de los Diputados un grupo de guardias civiles al mando del teniente coronel Tejero durante la votación para la investidura de Calvo Sotelo como presidente de Gobierno. Han pasado cuarenta años de ese golpe de Estado fallido y cinco mujeres, que lo vivieron en primera línea, recuerdan aquel día para Vanitatis. La periodista Pilar Cernuda, Soledad Becerril (ministra en aquella fecha), la abogada Cristina Alberdi (con despacho feminista abierto en la calle Conde de Xiquena), la diputada por el PSC Anna Balletbò y Cristina Almeida, concejala del Ayuntamiento de Madrid con Enrique Tierno Galván.