José Luis Coll: orgulloso conquense, amante del billar y de retorcer palabras
Se cumplen 15 años de la muerte del humorista José Luis Coll, un hombre que gracias a su carrera hizo historia y que era más que la mitad bajita de Tip y Coll
José Luis Coll fallecía en Madrid el 7 de marzo de 2007. Su vida se acababa tras pasar un tiempo en el hospital intentando recuperarse de una dolencia que le costaría la vida. No pudo superarlo y, tras un fallo multiorgánico, familiares y amigos lloraban la pérdida del artista que dejaba este mundo a los 75 años. Humorista, escritor y artista polifacético, tuvo una carrera muy prolífica, en contraste con una vida personal menos luminosa, tal y como cuenta su hijo mayor en una entrevista exclusiva a la que ha tenido acceso Vanitatis.
Cuenca es ciudad de nombres ilustres, el lugar que llenaba de bellos recuerdos a famosos como Tony Leblanc o El Fary, fallecido ese mismo año, cuyas familias procedían de allí. También es donde nació, creció y pasó gran parte de su juventud José Luis Coll. Una infancia que no fue nada sencilla, pues quedó huérfano de padre cuando apenas tenía un año de edad y, una vez finalizada la Guerra Civil, su madre tuvo que exiliarse a Argentina -donde volvió a casarse y tuvo dos hijos más-, quedando José Luis y su hermano al cuidado de sus tías y abuelos, algo que ha hecho que su hijo Mario explique en parte su deriva posterior como "ludópata y desquiciado". Su madre no regresaría a España hasta la muerte de Franco.
Cuenca fue el refugio donde comenzó su carrera profesional. También se matriculó en Derecho, aunque nunca llegaría a concluir sus estudios, pues comenzó a trabajar en una oficina de abastos de Cuenca y también comenzó su relación con la literatura, pues colaboraba en el periódico local ‘Ofensiva’, tal y como recoge su biografía en la Real Academia de la Historia. A mediados de los años 50, cuando era un joven veinteañero, dejaba su Cuenca natal y se mudaba a Madrid empujado por su amigo el periodista César González Ruano.
Es durante esta etapa en la que comienza a colaborar en medios satíricos como ‘La codorniz’, pero también se despierta su vocación teatral. Sin embargo, si hay que marcar una fecha que suponga un punto de inflexión en lo profesional -y seguramente también en lo personal-, esta es el año 1959, cuando conoce a Luis Sánchez Polack, quien por aquel entonces formaba el dúo Tip y Top con Joaquín Portillo.
Los orígenes de Tip y Coll
En 1961 se casó con Clotilde Rodríguez, con quien pasaría toda su vida y sería la madre de sus cinco hijos. Su carrera en el teatro continuaba en ascenso, así como sus apariciones televisivas, cada vez más frecuentes. No fue hasta finales de esta década cuando el nombre del dúo cambió y Luis y él pasaron a formar Tip y Coll, el dúo con el que exprimían al máximo su humor absurdo, surrealista y corrosivo y que se convirtió en uno de los grandes éxitos de su carrera a pesar de que en ocasiones tuvieran que enfrentarse a la censura.
“He escrito un árbol, he leído un libro y he plantado a un hijo”, con estas palabras definió en alguna ocasión su vida, dejando claro que el humor del que hacían gala en público no solo se debía a su compañero, al que se le atribuía gran parte de la responsabilidad, tal vez porque no le importaba saltarse el guion, algo que les causó más de una discusión. Imitados hasta la extenuación y con una estética muy concreta, su levita y sus sombreros -de copa para Tip a pesar de ser más alto, un bombín para Coll- todavía son recordados, pues marcaron un antes y un después en el humor patrio.
Aunque su carrera se centró en el mundo del espectáculo, nunca se olvidó de su amor por la literatura. Empezó a acercarse al mundo del arte con un libro de poesía que publicó cuando aún vivía en Cuenca. Escribió numerosos libros de humor, aunque uno de ellos se coronó como el más importante, ‘El diccionario de Coll’, en el que retorcía palabras y aprovechaba su ingenio para darles un nuevo e hilarante resultado. Un camino que siguió su hijo Mario con la publicación hace años del ‘Dicciomario’, una muestra de ese humor lingüístico del que su familia hace gala.
Un duro golpe
La muerte de Luis en 1999 tras años de enfermedad fue un duro golpe para él, y no solo porque perdía a su compañero de batallas. Hacía tiempo que sus carreras habían tomado rumbos diferentes, pero también se iba un amigo. A pesar de quedarse sin su mejor mitad -profesional-, siguió adelante con su carrera con un homenaje a su compañero, recordando anécdotas comunes, y más tarde recuperando su faceta como actor en el teatro. Continuó con su carrera hasta que, como ya hemos señalado, falleció en 2007.
Tras su muerte, familiares y amigos acudieron a llorar su pérdida. También lo hizo la ciudad de Cuenca, que puso una placa conmemorativa junto a su hogar de infancia, que fue descubierta por sus familiares. Y también hay un mirador que lleva su nombre, próximo al camino de San Isidro. En el monumento conmemorativo del mirador se puede leer: “No es que yo sea de Cuenca, es que Cuenca es mía”, una frase del actor que resume los sentimientos que tenía por la tierra que le vio nacer.
Un hombre de semblante serio, un tanto taciturno, el contrapunto formal y comedido ante la actitud más histriónica de su compañero, al que le gustaba jugar al billar e incluso fue presidente de la Federación Española durante un tiempo.
José Luis Coll fallecía en Madrid el 7 de marzo de 2007. Su vida se acababa tras pasar un tiempo en el hospital intentando recuperarse de una dolencia que le costaría la vida. No pudo superarlo y, tras un fallo multiorgánico, familiares y amigos lloraban la pérdida del artista que dejaba este mundo a los 75 años. Humorista, escritor y artista polifacético, tuvo una carrera muy prolífica, en contraste con una vida personal menos luminosa, tal y como cuenta su hijo mayor en una entrevista exclusiva a la que ha tenido acceso Vanitatis.