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Retrato íntimo de Yolanda Díaz: pocas broncas y un gran cocinero de marido
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POLÍTICA

Retrato íntimo de Yolanda Díaz: pocas broncas y un gran cocinero de marido

Duerme poquísimo, se alimenta de tortilla de patata y añora el mar de Galicia. Junto a su madre, fallecida hace diez años, su hija Carmela y su compañero Andrés son el motor de su vida

Foto: Yolanda Díaz, fotografiada en Madrid. (EFE/Chema Moya)
Yolanda Díaz, fotografiada en Madrid. (EFE/Chema Moya)

“Yolanda no duerme. Tres horas, a veces cuatro. Te lo digo porque me tiré toda la pandemia viviendo con ella”, cuenta a Vanitatis Ramón Luque, político histórico de la izquierda catalana y amigo de Yolanda Díaz desde hace 30 años. “Aquí viví los ERTE, los decretos, los lloros, las tristezas, las alegrías. Fueron momentos terribles. En un solo día se cayeron 800 mil puestos de trabajo. Nos plantamos en tres millones de parados en un mes. Y hubo que inventar los ERTE. Ella lo vivió con angustia. Cuando se aprobó el decreto y la gente estaba protegida, había que pagarles. Pero los bancos estaban cerrados y todas sus estructuras bajo mínimos. El día que por fin cobraron fue una fiesta. Abrimos una botella de vino, y dos, y tres… Y ya no te sigo contando”, recuerda desde la casa de la política, donde se ha vuelto a instalar esta semana para preparar el acto de Sumar de este domingo, en el que Díaz presentará su candidatura a la presidencia del Gobierno para las próximas elecciones generales.

“Sigue durmiendo muy poco. Y es un problema. No se da descanso. Tiene demasiado sentido de la responsabilidad. Se va a dormir a las doce pero a la una sigue enganchada a las redes sociales. ¡Pero si te tienes que levantar a las cinco para coger un vuelo a las siete a Gran Canarias! Nada. No hay manera. Es rebelde en eso”, continúa Luque, que ha salido a hablar al patio para que le dé el sol, mientras Andrés, el marido de Yolanda, continúa haciendo cosas por casa.

La ministra de Trabajo y vicepresidenta segunda del Gobierno es la política de moda. No solo es una de las mejor valoradas, también se ha convertido en la única política de izquierdas capaz de seducir a la derecha, como demostró el día de la moción de censura. “Es más de gestión que de agitación. En vez de llamar fascista a todo aquel que le lleva la contraria ha ido haciendo un trabajo de hormiguita, de ir cerrando acuerdos. Es capaz de ceder y tiene vocación transversal: siempre ha dicho que no quiere quedarse en una esquina. Ha dado ciertos pasos, aunque sea estéticos, como ir a ver al Papa, un guiño hacia los católicos. Y esa es una buena base porque si te eligen, representas a todos. Mucha gente de derechas la descubrió el día de la moción de censura: no leyó ningún papel, hizo una crítica constructiva de la Constitución y dijo las cosas sin resultar hiriente”, nos cuenta un analista político.

Quienes la conocen la describen como una mujer alegre y llena de energía. “Yo digo que es una optimista militante”, nos explica su amiga Marta Lois, concejala de Compostela Aberta y profesora de Ciencias Políticas de la Universidad de Santiago de Compostela. No le gusta el enfado ni soporta las dinámicas internas de los partidos. “Busca reuniones breves, con pocos gritos, pocas broncas y vámonos de vinos”, continúa Luque.

“Busca reuniones breves, con pocos gritos, pocas broncas y vámonos de vinos”, dice Ramón Luque

Algo que confirma Sergio Pascual, quien fuera primer Secretario General de Podemos: “Mientras que en Podemos había una guerra civil y la gente trabajaba con unos u otros en función del bando al que pertenecían, Yolanda siempre clasificó a la gente en base a su capacidad de trabajo. Por encima de todo, ella valora que alguien sea capaz de desempeñar la tarea en la que está inmersa y no le importan mucho sus orígenes partidistas o de corrientes ideológicas”.

Su punto fuerte es la negociación, algo que aprendió de su padre, el histórico dirigente de Comisiones Obreras Suso Díaz. “Él le enseñó que uno no se levanta de la mesa nunca. Mientras haya otro sentado y aunque parezca imposible, uno se sienta y negocia. Si no se soluciona hoy, mañana, si no, pasado y si no dentro de tres meses. Es muy correosa”, apunta Luque. Con ese sistema tardó nueve meses en subir el salario mínimo en 2022, pero lo consiguió, y así ha cerrado 18 acuerdos en lo que va de legislatura.

placeholder Yolanda Díaz, con su padre, Suso. (EFE)
Yolanda Díaz, con su padre, Suso. (EFE)

Negociar no es lo único que Yolanda ha aprendido de su padre, toda una institución en Galicia. “Suso era una persona socialmente muy presente. Salía en la radio y por la televisión, y desde pequeña Yolanda se acostumbró a ir a actos y mítines”.

“Tengo recuerdo de salir de casa de noche, de repente, irnos. Tengo recuerdo de maletas, de reuniones sesudas, con muchos hombres fumando, yo que soy asmática…”, contaba ella misma en ‘Salvados’; y con solo un año fue a ver a su padre a la cárcel, donde Suso cumplió dos meses de condena en 1972 por negarse a pagar una multa de 150.000 pesetas por manifestarse tras el asesinato de dos obreros de Bazán por parte la Policía Militar franquista.

Andrés, su marido, “sabe gestionar que no es esposo de la ministra sino el compañero de Yolanda. Es una decisión muy reflexionada”

“Suso era un histórico dirigente de la Naval, de las empresas que construyen barcos para el ejército. Un tipo con un gran carisma. Es un relaciones públicas extraordinario, una persona acogedora que está constantemente montando comidas con amigos, políticos, sindicalistas, pero también con gente de la cultura. Para ser un trabajador del metal es una persona bastante culta y sobre todo un melómano absoluto. Tiene, seguramente, la colección de vinilos más espectacular de Galicia. Siempre se cuenta la anécdota de que Yolanda conoció a Santiago Carrillo con cuatro años, pero es más importante saber cómo era aquella casa. Yolanda mama la política; es una niña despierta que escucha. Algo parecido le pasa a su hija Carmela. Se la lleva a los Goya y la niña conoce a artistas, políticos… Se la lleva al ministerio y conoce a todas las personalidades que pasan por ahí. También disfruta mucho yendo con su madre a los actos”, cuenta Luque.

A diferencia de Carmela, de 10 años, Andrés Meizoso no asistió a los Goya y es difícil verlo en un mitin. ¿Estará hoy en el de Sumar? “Ni idea, yo no me atrevo a preguntar”, confiesa Luque. El marido de Yolanda lleva su privacidad a rajatabla: “Sabe gestionar que no es esposo de la ministra, sino el compañero de Yolanda. Es una decisión muy reflexionada”. Aunque tiene opinión política y cuando vivían en Galicia era muy activista, ha ido poco a poco dando pasos atrás. Primero, cuando Yolanda entró en el parlamento gallego con Xosé Manuel Beiras, allá por 2012; más tarde, cuando Pablo Iglesias la nombró ministra y ella se vino a Madrid.

Yolanda y Andrés se conocieron con 20 años en las fiestas y los bares de Santiago, la ciudad donde él estudiaba Arquitectura Técnica y ella Derecho. Es un hombre alto y bien parecido. Yolanda siempre dice que se enamoró de él porque era muy guapo. Ahora hace running y ha adelgazado.

Yolanda había llegado a la ciudad en su adolescencia, cuando sus padres se separaron y su madre se mudó con sus tres hijos –Suso, Jose y Yolanda– a la ciudad. Fueron años complicados. Carmela tuvo que salir adelante y trabajaba en lo que podía, limpiando hospitales o cosiendo: “Hacía vestidos. Era muy apañada”. De hecho, el interés de Yolanda por la moda le viene de su madre, una mujer que insistía mucho en la importancia de ir arreglado. “Siempre ha sido coqueta y tiene mucho estilo. Antes de instalarse en Madrid, cuando iba y venía de Ferrol, tenía el armario del Congreso lleno de zapatos. Compra mucha ropa en los outlets de las firmas gallegas”, nos desliza una fuente desde el ministerio.

Carmela, su madre, tuvo que salir adelante y trabajaba en lo que podía, limpiando hospitales o cosiendo

Y para nuestra sorpresa, nos niegan que tenga estilista: “Siempre fue muy arreglada, pero ahora tiene más foco”. Su amigo Ramón lo confirma: “En las reuniones de IU íbamos todos desastrosos con melenas, pantalones vaqueros y camisas de cuadros. Pero ella siempre iba elegante. Salía a la tribuna y nadie pasaba el aprobado de vestir dignamente, menos ella y Julio Anguita, que siempre iba de traje y corbata”.

Más allá de la estética, la impronta de su madre ha sido vital para Yolanda y es ella quien la ha marcado a nivel emocional. Su repentina muerte en 2013 a los 66 años supuso un golpe muy duro para la política, que ha heredado de ella su espíritu luchador tanto en el plano político como en el personal y familiar: “Sigue siendo un pilar en su vida y en la educación de su hija Carmela traslada muchas cosas de su madre. La vinculación afectiva es muy estrecha. Era una mujer muy guapa, bien plantada, bien vestida”.

Como su madre, Yolanda ha conocido la precariedad y desde muy joven ella y sus hermanos arrimaron el hombro en casa. “He limpiado casas y puesto copas en un bar”, contaba en el programa de La Sexta. Conoce el desempleo no solo a través de los datos de su ministerio, también a través de ejemplos reales, como el de Andrés, que perdió su trabajo cuando la crisis económica de 2008 sacudió España, pinchó la burbuja inmobiliaria y las profesiones ligadas a la construcción se vieron afectadas.

No ha encontrado nada serio hasta hace cuatro años. Mientras, se ha dedicado a organizar la casa y criar a su hija. Comprar, cocinar, llevar y traer a la niña del colegio, hacer los deberes… “En la pandemia nos dedicamos los dos a las cuestiones domésticas. Limpiar fruta, desinfectar la casa, entretener a la niña y hacer la comida. Mientras Yolanda estaba con los ERTE, nosotros a cocinar. Entonces descubrí cómo cocinaba este tío. Pescados, carnes, caldos, postres… Es un crack en la cocina. Su cocido gallego es espectacular”. Los guisos de Andrés mejoran la dieta de Yolanda, que en el día a día suele ser frugal y desde que está en el ministerio se alimenta sistemáticamente de tortilla de patata y embutidos: “Es monográfica”.

"Entonces descubrí cómo cocinaba [Andrés]. Pescados, carnes, caldos, postres… Es un crack en la cocina. Su cocido gallego es espectacular”

Aunque el sabor a Galicia lo tiene en casa, echa mucho de menos el mar y siempre que puede se escapa a su ciudad. En Ferrol hace vida familiar –hermanos, sobrinos, padre– y no perdona una visita a la playa. En Galicia se siente en casa y quiere que su hija estudie en el mismo colegio que ella, el Rosalía de Castro, toda una institución en Santiago de Compostela y donde compartió aula con Carolina Bescansa, una niña bien hija del dueño de una de las farmacias más importantes de la ciudad.

Un tal Pablo Iglesias

Entonces no sabían que ambas coincidirían militando en el mismo sector de la política, ni que un tal Pablo Iglesias irrumpiría con fuerza en sus vidas. En el caso de Yolanda ocurrió en 2012, cuando Ramón Luque la nombró responsable electoral de Esquerda Unida en la campaña para las elecciones gallegas de ese año. “Tuvieron química desde el principio. Su relación era entre maternal y fraternal. Se protegían y se cuidaban, aunque a veces también se enfadaban, como les pasa a los hermanos”, nos cuenta alguien que vivió muy de cerca esa relación.

Hoy, las personas con las que hablamos pasan de puntillas sobre Yolanda y Pablo. “Yolanda no alimenta ninguna polémica, y mira que ha habido provocaciones. No entrar al trapo tiene que ver con feminizar la política. Hacerla menos testosterónica, menos tensa y más humana”, comenta prudente su amiga Marta Lois. También Luque, siempre directo y dicharachero, se muerde la lengua. “Yo prefiero no hablar, pero ha habido una ruptura emocional, eso sí”. Una ruptura que seguro no ayuda a que la vicepresidenta concilie el sueño.

“Yolanda no duerme. Tres horas, a veces cuatro. Te lo digo porque me tiré toda la pandemia viviendo con ella”, cuenta a Vanitatis Ramón Luque, político histórico de la izquierda catalana y amigo de Yolanda Díaz desde hace 30 años. “Aquí viví los ERTE, los decretos, los lloros, las tristezas, las alegrías. Fueron momentos terribles. En un solo día se cayeron 800 mil puestos de trabajo. Nos plantamos en tres millones de parados en un mes. Y hubo que inventar los ERTE. Ella lo vivió con angustia. Cuando se aprobó el decreto y la gente estaba protegida, había que pagarles. Pero los bancos estaban cerrados y todas sus estructuras bajo mínimos. El día que por fin cobraron fue una fiesta. Abrimos una botella de vino, y dos, y tres… Y ya no te sigo contando”, recuerda desde la casa de la política, donde se ha vuelto a instalar esta semana para preparar el acto de Sumar de este domingo, en el que Díaz presentará su candidatura a la presidencia del Gobierno para las próximas elecciones generales.

Yolanda Díaz