La biografía de Yolanda Díaz, en clave personal: un marido 'oculto' y el poder de su imagen

El aperitivo de Sant Jordi se ha vivido esta semana en varios eventos relacionados con libros en Madrid. Uno de ellos, la tarde del jueves, concentró a todas las gamas de rojo que tiene la izquierda política en nuestro país. Se citaron en el Espacio Bertelsmann para la presentación oficial de 'Yolanda Díaz. La dama roja' (Ediciones B), una biografía escrita por los periodistas Manuel Sánchez y Alexis Romero que pretende ser el primer 'manual de uso' de la gran esperanza blanca de la izquierda. A través de más de cincuenta testimonios entre los que se encuentran los del padre de la vicepresidenta segunda o los de sus más estrechos colaboradores, podemos conocer sobre todo a la Yolanda Díaz política, una de las profesionales mejor valoradas de lo público. La gallega ha amadrinado el proyecto y no faltó a la cita.

Los detalles más humanos de esa Díaz esposa, madre o hermana se escurren entre los dedos de este libro, más centrado en su figura política. Su pareja, Juan Andrés, permanece 'oculto' en el texto, apenas aparece en dos o tres ocasiones. Una de ellas protagoniza una extraña escena con Pablo Iglesias, con quien Yolanda Díaz mantiene una excelente relación desde los tiempos en que un desconocido Iglesias fue enviado a Galicia como asesor por parte de IU para apoyar a Yolanda en las elecciones que auparían a la coalición entre la Anova de Beiras y la Esquerda Unida de Yolanda Díaz.

"Iglesias tenía ya una idea para que no solo Galicia, sino 'toda España' conociese a la candidata. La imagen de Díaz llegando con su hija al cónclave en el que la dirección de EU validó el acuerdo con Anova no había pasado desapercibida para él. Una mujer joven, líder de su espacio político, que acudía a trabajar con su hija recién nacida en brazos era puro simbolismo, carne de literatura y atención mediática. Como experto en comunicación política, Iglesias no dejó pasar la oportunidad y le hizo una propuesta a la dirigente: convertir la foto con su hija en cartel electoral. Díaz se negó en redondo, pero el entonces asesor no iba a darse por vencido al primer intento fallido y le pidió hablar con su pareja y padre de la niña, Juan Andrés Meizoso, para comentarle la idea: 'La niña no saldrá en un cartel electoral, incluso aunque lo quiera su madre', le vino a responder Meizoso, por lo que Iglesias descartó de manera definitiva esa opción".

En el libro, se cuenta cómo echa de menos Galicia y a su familia. Aunque su pareja y su hija residen en Madrid con la vicepresidenta, no siempre fue así. Mientras vivieron separados, ellos en Galicia, ella en la capital, Yolanda Díaz hacía "auténticas salvajadas" para poder estar con su hija. "Su crecimiento político choca frontalmente en esta etapa con su vida personal [...] La distancia con su hija Carmela le pasa factura y la erosiona [...] Muchos días, cuando terminaba su jornada en el Congreso, se iba directamente al aeropuerto, sobre las ocho de la tarde, cogía un avión y se plantaba en Santiago. Desde allí, bien entrada la noche, se iba en coche a su Ferrol natal, a su casa, y se acostaba al lado de Carmela para dormir un confortable pero ligero sueño, porque horas después tenía que estar en Santiago para coger un vuelo de vuelta a Madrid que le permitiese llegar por la mañana al Congreso de los Diputados para comenzar otra jornada parlamentaria".

No fue una vez, ni dos, Díaz lo convirtió "en una rutina en su vida", lo que despertó la preocupación de sus amigos y sus colaboradores por el desgaste físico que suponía. "Díaz se resistía a dejar Galicia y a asumir que su futuro político estaba en Madrid. A día de hoy, aunque su pareja y su hija viven con ella en la capital, todavía le cuesta".

También podemos entrever a la Yolanda Díaz más humana a través de lo que cuenta el libro de su madre, Carmela Pérez, de quien siempre dice que heredó "las piernas y el carácter". Pérez fue también una destacada activista, aunque no tan conocida como su padre, Suso Díaz, secretario nacional de Comisiones Obreras durante más de once años y sindicalista histórico. "La vivienda de sus padres, Carmela Pérez y Suso Díaz, fue durante muchos años un lugar de reflexión, de debate y de actividad política a la altura de cualquier asamblea de partido o sindicato [...] La ministra recuerda con cariño aquellas escenas cotidianas en las que su casa era prácticamente un hogar para grandes fumadores y fumadoras que debatían entre el humo acerca de todo lo que sucedía a su alrededor; esto motivó que desarrollara una aversión visceral al tabaco". A día de hoy, no pasa un solo día en que no mencione a su madre, fallecida en enero de 2013. "A su hija la llamó Carmela".

Por último, el libro no soslaya la controversia generada por la imagen pulida de Yolanda Díaz. Los autores la consideran "un arma de doble filo" que ha puesto en bandeja las críticas por parte de la derecha mediática. "Quienes la conocen bien dicen que siempre le ha dado mucha importancia a su imagen, y especialmente a la elección de su vestuario en cada momento, y que le gusta el mundo de la moda, en especial la moda gallega y, más concretamente, la ferrolana", se lee. Hasta de más joven en las reuniones del Partido Comunista se presentaba con una forma de vestir "muy cuidada, dando a veces una imagen de niña pija". "Sorprendía verla con esos vestidos y luego oírla hablar en la tribuna lanzando los discursos más de izquierdas y acusándonos a todos de revisionistas', comenta uno de sus amigos".

Yolanda Díaz es consciente del papel relevante que juega su imagen en lo que quiere transmitir, pero no es algo "que le obsesione". Los autores rescatan unas palabras de Lucía de la Riva en Vanitatis a propósito de este tema, en las que la autora de 'La indumentaria como herramienta de comunicación política' explicaba: "La indumentaria como una herramienta de comunicación va más allá de un discurso político, de reglas de protocolo y ceremonial. La indumentaria tiene su propio lenguaje. Es importante dejar de verla solo como moda para pasar a verla como una herramienta de poder y gobierno".

Por último, lo que más sorprende es el nombre de sus estilistas. Durante un tiempo se especuló con que la gallega había contratado a un profesional del sector para ayudarla a cuidar su imagen. Nada más lejos. Según revela el libro, de ayudar a la vicepresidenta en estos asuntos "se encargan Virginia Uzal [su jefa de prensa] y una de sus asesoras en el ministerio, Estela Pazos, pero más por la amistad que las une a las tres que porque forme parte de sus obligaciones laborales". "A veces Díaz se escapa de compras alguna tarde con una de las dos. Suele ir a tiendas outlet y, siempre que puede, compra moda gallega. Pese a la rumorología, no tiene más asesoras de moda que sus dos trabajadoras y amigas".

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