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Plaza Perú: vuelta a la tradición
  1. Gastronomía

Plaza Perú: vuelta a la tradición

La oferta gastronómica peruana continúa expandiéndose. Más allá de la alta cocina, le toca el turno a su cocina popular, esa que se come en los puestos, en los bares y en el hogar

Foto: Plaza Perú
Plaza Perú

Hubo un tiempo en el que la cocina peruana no había rebasado más fronteras que las de la literatura. Los españoles que leían a Vargas Llosa o Bryce Echenique y querían descubrir a qué sabían el ceviche, la causa limeña, los anticuchos o el chupe de camarones no tenían otra opción que la de acudir a El Inca, el primer restaurante que se atrevió, allá por 1973, a acercar la gastronomía peruana a los madrileños. Veinte años después llegaría El Inti de Oro, otra fórmula similar para mostrar los platos más populares del país. Un par de propuestas que se surtían de una clientela fiel e incondicional.

Después, la explosión.

El siglo XXI trajo consigo una suerte de revolución de la cocina del Perú, con grandes cocineros -Gastón Acurio y Luis Arévalo a la cabeza- mostrando al resto del mundo una nueva visión que iba mucho más allá de las recetas tradicionales. Hemos aprendido en estos años a distinguir la cocina nikkei (Perú con Japón) de la chifa (Perú con China), y hemos descubierto, también, la versión más lujosa y elaborada de unos platillos que, en su origen, eran humildes tanto en su fondo como en su forma.

Y ahora el péndulo regresa.

Sí, en una especie de vuelta a los orígenes, en un ejercicio de reivindicación de la esencia, cobra fuerza el regreso a la cocina peruana más tradicional. La que se sirve en los restaurantes de Lima, Ayacucho, Cusco o Callao. Muestra de ello es el restaurante Plaza Perú, heredero del Tanta de Acurio en la ubicación y en la gestión (detrás tenemos a Antonio Aramburu), pero con una propuesta más purista.

"Queremos reproducir la gastronomía popular, pero con ingredientes verdaderamente de calidad", nos explican. Porque sí, en esta explosión de restaurantes que ofrecen versiones de la cocina peruana cada vez es más frecuente que te den gato por liebre (o panga por corvina).

En Plaza Perú no hay concesiones a la modernidad. Quien se deje caer por allí verá a muchos peruanos (buena señal) y podrá probar platos del recetario criollo -ají de gallina-, del andino -chupe arequipeño- o de la cocina norteña, como el arroz con pato. También, por supuesto, los ceviches clásicos (el de corvina y el nikkei), los tiraditos o las causas. Son recetas que no sorprenderán a los aficionados a esta cocina, pero que, probablemente, dejarán un regusto a nostalgia en el paladar de más de un emigrante. Muy sabroso, por cierto, el 'sanguche' de chicharrón, un plato rescatado de la cocina callejera de Lima y muy popular a altas horas de la madrugada.

El tique medio oscila entre 25-30 euros, y tiene un buen menú del día por 15 euros.

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Hubo un tiempo en el que la cocina peruana no había rebasado más fronteras que las de la literatura. Los españoles que leían a Vargas Llosa o Bryce Echenique y querían descubrir a qué sabían el ceviche, la causa limeña, los anticuchos o el chupe de camarones no tenían otra opción que la de acudir a El Inca, el primer restaurante que se atrevió, allá por 1973, a acercar la gastronomía peruana a los madrileños. Veinte años después llegaría El Inti de Oro, otra fórmula similar para mostrar los platos más populares del país. Un par de propuestas que se surtían de una clientela fiel e incondicional.

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