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'¡Qué bello es vivir!': la crisis personal de James Stewart durante el rodaje de la mejor película navideña
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un emblema de estas fechas

'¡Qué bello es vivir!': la crisis personal de James Stewart durante el rodaje de la mejor película navideña

El actor, que había combatido en la Segunda Guerra Mundial, sufría estrés postraumático y no estaba muy convencido de volver a la actuación cuando se puso al frente del que sería su personaje más emblemático

Foto: Fotograma de '¡Qué bello es vivir!'. (CP)
Fotograma de '¡Qué bello es vivir!'. (CP)

Cuando a algún lumbreras (al que por cierto, estaremos eternamente agradecidos) se le olvidó renovar el copyright de '¡Qué bello es vivir!' en la década de los 70, la película pasó a ser de dominio público. Otros lumbreras decidieron que, ya que era gratis emitirla en televisión, estaría bien programarla en fechas navideñas. Y así fue cómo una película que en 1946 había pasado desapercibida aun siendo el proyecto más querido y personal de Frank Capra, se convirtió en un clásico de la Navidad. O, para ser más exactos, en LA PELÍCULA de la Navidad.

Decía Capra que esta historia de un hombre bueno a la fuerza al que un ángel salva de suicidarse, mostrándole qué habría sido del mundo si él no hubiese nacido, no solo era la mejor película que había rodado. Para el director, hábil constructor de fábulas de David contra Goliats, era también la mejor película de todos los tiempos. Inmigrante siciliano convencido de que el sueño americano era posible, el director rodó con esta su película más redonda con uno de sus actores fetiche, James Stewart. Pero la estrella, a la que luego veríamos en los mejores títulos de Hitchcock ('La ventana indiscreta' o 'Vértigo'), los mejores Ford ('Dos cabalgan juntos' y 'El hombre que mató a Liberty Valance') o los mejores Mann ('Winchester 73' o 'El hombre de Laramie'), no pasaba por su momento cuando se puso en la piel del perdedor y bondadoso George Bailey.

El otrora muchacho del cine de Capra, con el que ya había trabajado en 'Vive como quieras' (1938) y 'Caballero sin espada', era en 1946 un hombre de 38 años que acababa de regresar de la guerra en Europa. Solo el maquillaje y una iluminación cuidadosa podrían darle una apariencia juvenil a un actor que había ejercido de piloto de aviones en la Segunda Guerra Mundial. Aunque hoy nos pueda parecer surrealista, estrellas de Hollywood como él o Clark Gable combatieron en el conflicto bélico más negro del siglo XX. Stewart sufría lo que hoy llamaríamos estrés postraumático.

Durante dos años largos había sobrevivido comiendo helado y mantequilla de cacahuete, había visto la muerte de cerca y había sufrido temblores tras ver aviones ardiendo. Lejos del brillo de Hollywood, Stewart había visto la desgracia por todas partes. Además de su labor como comandante de escuadrón de bombarderos B-24, participó en su primera misión de combate a Alemania el 13 de diciembre de 1943. Estuvo al mando de 12 misiones en sus primeros dos meses y casi fue derribado en dos ocasiones. Cuando volvió a California, cansado y sin ser el joven de sonrisa perfecta que había ganado el Oscar por 'Historias de Filadelfia' (1940), el cine había dejado de ser tan importante; la fantasiosa tierra hollywoodiense nada tenía que ver con la desvencijada Europa que él había visto arder en llamas.

placeholder James Stewart, en una imagen de los años 30. (Cordon Press)
James Stewart, en una imagen de los años 30. (Cordon Press)

El hombre clave en su regreso

Frank Capra, no solo director sino también amigo personal de Jimmy, estaba igual de desesperado que él. Su carrera también había sufrido un parón durante la guerra y ya no era el director de lustre que había ganado varios Oscar durante los años de la Depresión. Sus fábulas, que hicieron que Juan Antonio Bardem lo llamase 'abuelita Capra', parecían no tener sentido en un mundo que había sufrido un holocausto, varios totalitarismos y una guerra terrible.

Basada en el relato corto 'The greatest gift', '¡Qué bello es vivir!' era para él un proyecto muy especial: la primera película de la productora que había fundado junto a sus amigos George Stevens y William Wyler. Los tres directores ansiaban ser los dueños y señores de sus carreras; ansiaban librarse del magnate de turno que, puro en mano, les decía qué tenían que hacer con sus películas.

placeholder Logo de Liberty Films.
Logo de Liberty Films.

Para Capra era importante que Stewart aceptase el personaje de George Bailey, un hombre atrapado que tiene que renunciar a sus sueños y que, al final de la historia, piensa que la vida es maravillosa gracias a la ayuda de un ángel sin alas. Pero no fue él el que convenció a su viejo amigo sino Lionel Barrymore, que en la cinta encarna al malvado señor Potter. Preparando la producción, Stewart se preguntó en voz alta si la interpretación seguía valiendo la pena después de ver tanto horror. Barrymore lo miró a los ojos y le dijo: "¿No es mejor entretener a la gente que arrojarles bombas?".

placeholder Lionel Barrymore, junto a James Stewart en '¡Qué bello es vivir!'. (CP)
Lionel Barrymore, junto a James Stewart en '¡Qué bello es vivir!'. (CP)

James Stewart acabó firmando para ser George Bailey y el resto es historia. El actor de Indiana logró una interpretación compleja, evitando el cliché de hombre bondadoso y dulzón, otorgando al personaje una compleja oscuridad que Anthony Mann o Alfred Hitchcock llevarían mucho más allá cuando lo contrataron años más tarde. Cuando vemos su cara de frustración al escuchar ese tren que silba a lo lejos, al que él nunca podrá subirse; cuando llora o cuando mira alucinado a un mundo que no reconoce, vemos una de las mayores hazañas interpretativas de la historia de Hollywood.

Rodada en el caluroso verano del 46, '¡Qué bello es vivir!' fue novedosa en varios aspectos. Los magos de los efectos especiales, por ejemplo, idearon una nueva forma (a base de espuma) de fingir nieve en un plató que, por cierto, fue uno de los más grandes que se habían construido hasta entonces. Para recrear Bedford Falls se utilizaron los vastos terrenos de Encino Ranch, hoy día una urbanización en la que no queda ni un mísero nombre de calle que recuerde que allí se rodó la mítica película, tal y como podemos comprobar en el vídeo que ilustra este artículo.

Haciendo honor a su lema 'One man, one film', Frank Capra dotó a cada personaje, hasta el más recóndito secundario, de alma propia. Y los actores que interpretaban a dichos personajes no eran cualquier cosa: Donna Reed (Mary), Henry Travers (el ángel Clarence), Ward Bond (actor de la 'camarilla' de John Ford y taxista en la película), Beulah Bondi (la madre de George), Gloria Grahame (la vivaracha Violet), Thomas Mitchell (el tío Billy) o el propio Lionel Barrymore (el señor Potter) formaban parte de la flor y la nata de la interpretación.

Pese a que la película cosechó cinco nominaciones al Oscar no ganó ni uno solo de ellos. Aquel fue el año de 'Los mejores años de nuestra vida' y su agrio retrato de los soldados que volvían a la rutina tras experimentar en sus carnes la Segunda Guerra Mundial. Más o menos la historia del propio James Stewart. Las críticas hacia la película fueron tibias y la taquilla también. Liberty Films, el sueño independiente de Capra, duró dos telediarios (una película más, para ser exactos). Sin embargo, algún ángel bueno quiso que el italoamericano y el propio James Stewart viviesen lo suficiente como para ver la película convertida en un emblema tan navideño como el turrón. Aunque Paramount se las ingenió para recuperar los derechos alegando que el escrito original sí tenía copyright, '¡Qué bello es vivir!' sigue siendo parte indisociable de la programación navideña (y del streaming) en estos locos años 20 del siglo XXI; la película que sigue haciéndonos creer que cada vez que suenan unas campanillas le dan las alas a un ángel.

Cuando a algún lumbreras (al que por cierto, estaremos eternamente agradecidos) se le olvidó renovar el copyright de '¡Qué bello es vivir!' en la década de los 70, la película pasó a ser de dominio público. Otros lumbreras decidieron que, ya que era gratis emitirla en televisión, estaría bien programarla en fechas navideñas. Y así fue cómo una película que en 1946 había pasado desapercibida aun siendo el proyecto más querido y personal de Frank Capra, se convirtió en un clásico de la Navidad. O, para ser más exactos, en LA PELÍCULA de la Navidad.

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