El tatuaje de Marlaska y la tinta en la piel de otros políticos españoles
Cayetana Álvarez de Toledo ha vuelto a pedir la dimisión del ministro Fernando Grande-Marlaska y lo ha hecho refiriéndose al lema del tatuaje que lleva en su muñeca
"¿Qué hace usted todavía en el banco azul, por qué no ha dimitido, y cómo es posible que Sánchez no lo haya cesado? ¡Márchese! Ni el tatuaje de su muñeca ni el título de su autobiografía dicen la verdad: usted da pena y miedo". Esas palabras las pronunciaba la portavoz del PP en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo, reclamando la dimisión del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, mientras hacía referencia al libro escrito por Marlaska que se titula 'Ni pena ni miedo', las mismas palabras que el político lleva tatuadas.
'Ni pena ni miedo' es una expresión que proviene de un dibujo que el poeta chileno Raúl Zurita instaló en el suelo del desierto de Atacama y que le sirvió para titular el libro sobre sí mismo que publicó en su etapa como juez de la Audiencia Nacional.
En la sinopsis de su autobiografía –en la que se sincera sobre su vida familiar y profesional–, se puede leer: "Ni pena ni miedo es un lema de resistencia que significa que el miedo a las consecuencias de nuestros actos no debe paralizar nuestras decisiones futuras, que hay que ser consecuente con lo que creemos y defendemos".
El ministro ha mostrado públicamente este tatuaje en varias ocasiones, por ejemplo, en un acto con la Fundación Secretariado Gitano (en la imagen) en contra de la discriminación con el lema 'El tatuaje que más duele'.
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Pero Marlaska –que próximamente permitirá que los guardias civiles puedan lucir tatuajes, algo prohibido hasta ahora– no es el único de nuestros políticos en lucir tinta a flor de piel. Por ejemplo, Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, tiene tatuada una rosa en el brazo que no acostumbra a enseñar. Tal y como la propia Isabel confesó a Vanitatis, "este del brazo es de Depeche Mode, un grupo que me gustaba mucho y me recuerda a mi época de verano, a mi adolescencia, a mis amigos".
José María González Santos, conocido como Kichi y alcalde de Cádiz, lleva un tatuaje en el antebrazo con las iniciales de su hijo mayor y de él mismo: AK/KG, escritas con la tipografía de la banda de rock AC/DC, uno de sus grupos favoritos.
La diputada socialista en el Parlamento europeo Elena Valenciano se tatuó junto a su hija una mariposa en el hombro; Borja Sémper, presidente del PP de Gipuzkoa, lleva en su antebrazo la frase 'Ha salido el sol' en agradecimiento por seguir vivo tras haber estado amenazado por ETA. Y aunque su Instagram está plagado de selfies, es de lo más discreto a la hora de lucirlo. Además, Alberto Garzón luce tatuada en su espalda la constelación de Perseo, el semidiós griego que asesinó a Medusa y usó su cabeza como arma para más tarde, entregársela a Atenea como adorno para su escudo..
Pero la reina en esta disciplina es la que fuera presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, que luce hasta cinco tatuajes con temática diversa: desde unas letras chinas en la muñeca hasta algún motivo tribal, una rosa, un sol y una estrella.
"¿Qué hace usted todavía en el banco azul, por qué no ha dimitido, y cómo es posible que Sánchez no lo haya cesado? ¡Márchese! Ni el tatuaje de su muñeca ni el título de su autobiografía dicen la verdad: usted da pena y miedo". Esas palabras las pronunciaba la portavoz del PP en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo, reclamando la dimisión del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, mientras hacía referencia al libro escrito por Marlaska que se titula 'Ni pena ni miedo', las mismas palabras que el político lleva tatuadas.