El barón Thyssen: su vida privada en Marbella con Vega Sicilia y mortadela de aperitivo
Hans-Heinrich Thyssen-Bornemisza cumpliría este martes, 13 de abril, un siglo de vida. Falleció a los 81 años después de haber llevado una existencia muy intensa
El barón Thyssen cumpliría este martes, 13 de abril, un siglo de vida. Falleció a los 81 años después de haber llevado una existencia muy intensa. Se casó cinco veces, tuvo cuatro hijos biológicos y el último fue Borja, al que adoptó tras casarse con Carmen Cervera en 1985. De toda su descendencia, fue con el que tuvo más trato. Cuando le preguntaban por su relación con el chico, el artistócrata explicaba con cierta ironía: “Creo que es el que más me quiere porque su madre no ha necesitado quedarse embarazada”. Este comentario lo hacía para explicar, a su manera, cómo sus anteriores matrimonios habían dejado de funcionar en cuanto llegaron los hijos. En cambio, con Tita Cervera fue a la inversa.
Estuvo siempre con él y llegó a montar una especie de UVI en lo que había sido la casa de invitados en Mas Mañanas, la villa de Sant Feliu de Guíxol. Esta residencia era la única que no era propiedad del barón y también fue en la que pasó los últimos años de su vida atendido veinticuatro horas por profesionales supervisados por Tita. La decisión la tomó la baronesa consorte cuando ya no era posible la recuperación física. La intelectual la mantuvo hasta su muerte y reconocía el papel tan importante que había desempeñado su mujer en su estabilidad emocional y profesional. Gracias a ella, su colección pictórica acabó en Madrid cuando había gobiernos, como los de Suiza o Reino Unido, que hicieron sus ofertas para convencer al mecenas de que España no era el lugar adecuado. En una de las entrevistas, explicaba al periodista Fernando Rayón: “Es una gran mujer y me ha hecho feliz en las dos cosas que más quiero, con mi familia y con la colección”.
El barón tenía propiedades en medio mundo: el castillo de Daylesford en Inglaterra (donde se casó con la que había sido Miss España), Villa Favorita (en Lugano), un palacete en Londres, otro en Mallorca, un apartamento en París y la casa de campo de Jamaica (llamada Alligato). A todas ellas hay que sumar dos de sus propiedades preferidas: la mansión de la urbanización La Moraleja y Mata Mua, en Marbella.
Un baño y un buen jamón
Todos los veranos, el barón y Carmen Cervera se instalaban en este impresionante chalet con vistas al mar y salida directa a la playa. El magnate salía todos los días por la puerta del jardín a las siete de la mañana para nadar cuando no había gente. Daba igual que la noche anterior hubiera acabado de madrugada. Era un hombre muy estricto en sus costumbres, y esta era una de ellas. Después, volvía y desayunaba solo o con su suegra, que siempre vivió, hasta su muerte, con el matrimonio. Se llevaban muy bien. Carmen, la madre de Tita, era la que se encargaba de la intendencia doméstica mientras que la hija organizaba las cenas y fiestas que se celebraban en Mata Mua y que en aquellos veranos de los años 80 y 90 eran habituales.
Al barón le gustaba salir. Uno de los días que legó el protagonismo a su mujer fue cuando esta fue coronada Lady España, un título que recibían damas con un perfil de alto nivel como la duquesa de Alba o Pitita Ridruejo, a quien el barón tenía mucho aprecio. Las dos, junto con Tessa de Baviera, eran las avalistas sociales cuando Tita era solo una chica mona a la que algunas familias de escudo nobiliario preferían evitar. El barón Thyssen, que era conocedor de algunos feos que le habían hecho a su mujer cuando él ni tan siquiera aparecía en el horizonte afectivo, llegó a devolver el guante. Carmen, en cambio, borró esos gestos prepotentes de su vida.
En esas noches de fiesta de Marbella, el aristócrata alemán solía hacer demostraciones de su buen estado físico con posturas de yoga, entre ellas la asana de loto y la del guerrero. Las primeras veces sorprendían sus posturas, pero a lo largo del verano se convirtieron en costumbre y llegó incluso a implantar esas posturas en otros personajes.
En ese mes de agosto en la Costa del Sol, Carmen Cervera concedía entrevistas en su residencia. Los periodistas entablaban conversación con el barón hasta que llegaba la señora de la casa. Thyssen explicaba que la puntualidad en vacaciones no formaba parte de la agenda de su mujer. En esas esperas, en las que el niño Borja solía jugar cerca, el barón compartía el aperitivo con el periodista y el fotógrafo que ese día estuvieran citados. Entre sus gustos gastronómicos estaba el jamón pata negra y la mortadela que acompañaba con Vega Sicilia y de la que hacía partícipe a la prensa. Cuando llegaba Carmen Cervera, lo primero que recibía era un toque de atención por el retraso que la baronesa excusaba con un “pero si están encantados contigo”. A continuación llegaba el beso con un ‘my darling, my love’.
Marbella fue un paraíso para el barón. Se sentía a gusto, querido y sobre todo encantado con la alegría y la actividad social de aquellos años donde lo mismo aparecían los duques de Kent, la princesa Soraya, las hermanas Kennedy o los Rotshschild que Antonio el Bailarín se marcaba un baile con la duquesa de Alba. Quizá, por lo mucho que disfrutaba en España, Carmen Cervera lo tuvo más fácil para convencerle de que su colección debía estar en Madrid.
El barón Thyssen cumpliría este martes, 13 de abril, un siglo de vida. Falleció a los 81 años después de haber llevado una existencia muy intensa. Se casó cinco veces, tuvo cuatro hijos biológicos y el último fue Borja, al que adoptó tras casarse con Carmen Cervera en 1985. De toda su descendencia, fue con el que tuvo más trato. Cuando le preguntaban por su relación con el chico, el artistócrata explicaba con cierta ironía: “Creo que es el que más me quiere porque su madre no ha necesitado quedarse embarazada”. Este comentario lo hacía para explicar, a su manera, cómo sus anteriores matrimonios habían dejado de funcionar en cuanto llegaron los hijos. En cambio, con Tita Cervera fue a la inversa.